Dice un viejo aforismo que no es traición si acabas ganando. Dice otro viejo aforismo que la historia la escriben los vencedores. De la suma de ambos se deduce que la historia sólo adjudica la etiqueta de traidores a aquellos que no logran, como decía el revolucionario estadounidense Patrick Henry, "sacarle el máximo partido a su traición". 

La relación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha estado salpicada de incidentes desde su nacimiento. Hasta qué punto esos choques han sido sólo discrepancias legítimas entre socios de gobierno –"distintos puntos de vista" de acuerdo a la terminología oficial–, intentos más o menos comprensibles de blindar el espacio electoral propio o traiciones en sentido estricto, depende del punto de vista del observador. 

El último de esos incidentes, el provocado por las críticas de Pablo Iglesias, Alberto Garzón y Manuel Castells a Felipe VI, no ha recibido mayor reproche por parte de Pedro Sánchez. Si ha habido críticas o muecas de desagrado en el Consejo de Ministros, han sido off the record

Sí se han existido en cambio críticas por parte del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que ha calificado de "lamentable" el "populismo más extremo" de Podemos. También de Felipe González, que ha acusado a Iglesias de "decir estupideces" y de querer "una republiqueta plurinacional". O del presidente de Aragón, Javier Lambán, que ha desautorizado las palabras del líder morado y manifestado su apoyo al Rey y a la Constitución del 78. 

La duda es hasta qué punto representan García-Page, González o Lambán el sentir mayoritario en el Consejo de Ministros. Y de ahí que la reacción de Sánchez, o más bien su no-reacción, haya despertado tantas especulaciones. ¿Está de acuerdo Sánchez con esas críticas al Rey? ¿O no lo está, pero teme provocar una crisis con su socio de gobierno y, de forma indirecta, con esos nacionalistas para los que Podemos ejerce de puente de cara a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado? 

Desde el punto de vista de Podemos, esas críticas no pueden calificarse de "traiciones", sino de simple fidelidad al alma republicana del partido. Pero la realidad es un poco más compleja que eso.

Porque Pablo Iglesias conoce, como conoce cualquier líder político español, esa ley no escrita de la política que dice que los gobiernos de coalición suelen ser un mal negocio para el partido minoritario si este no logra conservar su espacio propio. En buena parte, porque los errores del partido mayoritario suelen ser atribuidos al minoritario mientras que los éxitos del minoritario suelen ser capitalizados por el mayoritario. 

Angela Merkel es un ejemplo de ello. Todas las coaliciones de la CDU desde 2005 han acabado laminando a su socio de gobierno. Ha ocurrido –en dos ocasiones– con el SPD, el Partido Socialdemócrata alemán, y ocurrió entre 2009 y 2013 con el Partido Liberal Democrático, el FDP. Ocurrió también con los liberales británicos de Nick Clegg, que vieron a sus votantes desaparecer rumbo al conservadurismo tras su coalición en 2011 con el Partido Conservador liderado por David Cameron

Tanto ha achicado el PSOE en sólo un año el espacio de Podemos, adoptando como propios buena parte de sus postulados, que los morados han radicalizado cada vez más su discurso hasta atrincherarse en los mismos márgenes de lo aceptable en democracia. La amenaza de hace una semana de iglesias al PP –"no volverán a gobernar nunca"– es un ejemplo de ello. 

"¿Para qué vas a votar a Podemos si el PSOE defiende prácticamente sus mismos postulados, y lo hace con muchos más votos y escaños que Iglesias, es decir con más posibilidades de aplicarlos en la práctica?", dice un analista electoral de la oposición. Y esa es probablemente una de las claves más importantes que explican la relación de PSOE y Podemos en la actualidad. 

A día de hoy, son muy pocos los terrenos en los que Podemos puede permitirse lujos dialécticos vetados a un PSOE obligado a mantener el equilibrio entre su perfil más institucional y su perfil más ideológico. Son terrenos como la Corona, los presos de ETA, el procés o el modelo de Estado. Pero el historial de zancadillas de Podemos a Sánchez es largo y no se limita a esos campos. 

1. Filtraciones interesadas

La primera zancadilla de Podemos al PSOE se produjo incluso antes de que el gobierno de coalición echara a andar. Ocurrió durante la primera semana de enero, cuando un Podemos impaciente por empezar a recoger los réditos de su aterrizaje en Moncloa filtró a la prensa los nombres de los ministros pactados con Sánchez antes incluso de que este diera a conocer la composición de su gobierno. Es decir, antes incluso de que el presidente procediera a su nombramiento oficial.

La filtración obligó al PSOE a retrasar una semana la presentación del nuevo Consejo de Ministros –"las formas son importantes", dijo una Carmen Calvo que a duras penas pudo disimular su enfado– y se convirtió en un presagio de las tormentas por las que atravesaría la no siempre leal relación entre ambos miembros del gobierno. 

2. Ministro 'in pectore'

Los problemas de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias continuaron tan pronto como el líder de Podemos decidió que su cargo de vicepresidente sin funciones no le iba a impedir usurpar las competencias de otros ministros. Y entre esas competencias, las de algunos ministerios clave en cualquier gobierno, como el del Interior.

Ocurrió el 24 de febrero de este año, cuando Iglesias prometió que no habría devoluciones en caliente de inmigrantes ilegales dado que su pacto de gobierno con el PSOE no las contempla. Una discrepancia que no habría tenido mayor trascendencia de no ser porque Iglesias también calificó de "poco respetuosas con los derechos humanos" dichas devoluciones en caliente, lo que situaba al PSOE en el grupo de los partidos que no respetan esos derechos. Es decir –y siempre desde el punto de vista de Podemos– en el grupo de la ultraderecha. 

3. Gobierno y oposición 

Fue por esas mismas fechas cuando el vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 empezó a ejercer de oposición y de gobierno al mismo tiempo llamando a las organizaciones agrarias a "seguir apretando" en sus protestas contra el propio Ejecutivo del que él forma parte. Lo hizo durante una reunión con las organizaciones agrarias en la que también estuvieron presentes la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y el secretario general de Agricultura, Fernando Miranda.

La incoherencia de Podemos no sorprendió, sin embargo, a nadie que conociera el plan de Iglesias para su gobierno de coalición con el PSOE: mantener un pie en Moncloa y otro en la calle, jugando con esa doble baraja que le permite a Podemos capitalizar los réditos de ambas posiciones y esquivar los inconvenientes a la carta, ejerciendo de gobierno o de oposición en función de las circunstancias. Algo que el PSOE, por razones obvias, no puede hacer de forma impune. 

4. Indemnización por Couso

Un asunto menor que pasó relativamente desapercibido en los medios de comunicación, pero que generó un profundo malestar en el seno de Podemos, fue la decisión de la Abogacía del Estado de recurrir la indemnización impuesta al Estado por la Audiencia Nacional en beneficio de la familia de José Couso, el cámara de Telecinco que murió en 2003 tras un ataque de las tropas estadounidenses al Hotel Palestine de Bagdad en el que este se alojaba.

El PSOE, forzado por la indignación de Podemos, que hizo del caso Couso un estandarte, se vio obligado a escenificar su distanciamiento de la decisión de la Abogacía del Estado. Lo hizo atribuyendo dicha decisión a "cuestiones técnicas". 

5. Ley de libertad sexual 

De "masacre" se llegó a calificar el informe de alegaciones técnicas elaborado por el Ministerio de Justicia tras caer en sus manos el proyecto de ley de libertad sexual fabricado por Irene Montero y su equipo del Ministerio de Igualdad poco antes de las manifestaciones del 8-M. Un proyecto plagado de errores no ya jurídicos, sino incluso gramaticales, de redacción "confusa y farragosa", que hablaba de tipos penales inexistentes y que revelaba un absoluto desconocimiento de la técnica legislativa o de los principios más básicos del derecho. Y entre ellos, el de la presunción de inocencia.

Enardecido por la humillación, Pablo Iglesias compareció frente a los medios para calificar de "machista frustrado" a Juan Carlos Campo, el ministro de Justicia, mientras Pablo Echenique afirmaba que "parece que hace falta que venga un machote a arreglarte la ley". La polémica iba, sin embargo, más allá del amateurismo de Podemos y era sólo una escaramuza más de la batalla entre Irene Montero y Carmen Calvo por el liderazgo del feminismo de izquierdas. 

6. Caceroladas contra el Rey

No habían pasado siquiera diez días desde las muy polémicas manifestaciones del 8-M, y apenas cinco desde el inicio del estado de alarma, cuando Podemos demostró que su prioridad era otra muy diferente a la de la salud de los españoles. "Con jabón prevenimos el coronavirus, con la república superaremos el virus de la Corona" fue el eslogan utilizado por Podemos para alentar las caceroladas organizadas contra Felipe VI por el propio partido morado durante los primeros días del encierro decretado por el Gobierno.

Mientras las muertes y las infecciones crecían descontroladas por toda España, Podemos ponía el foco en la Corona, a la que calificaba de "institución intrínsecamente corrupta"

7. La reforma laboral 

En mayo de 2020, el PSOE pactó con EH Bildu la derogación total de la reforma laboral a cambio del apoyo de los herederos de Batasuna a la prórroga del estado de alarma. La promesa tardó apenas unas horas en ser rota por el PSOE, en buena parte por las quejas de Nadia Calviño, la guardiana de la ortodoxia financiera en un Consejo de Ministros en el que son mayoría los ortodoxos del socialismo financiero.

Durante unas horas se llegó a especular incluso con la dimisión de Pablo Iglesias, la de Nadia Calviño o la de Adriana Lastra, la verdadera culpable del desaguisado. La polémica entre Podemos y PSOE, que efectivamente se había comprometido a la derogación total de la reforma laboral del PP en el acuerdo de gobierno firmado con los morados, se alargó durante más una semana. Semana en la que el tema de debate en la izquierda fue quién había traicionado más a su socio: si el PSOE a Podemos o Podemos al PSOE. 

8. Juan Carlos I 

Este verano, Pedro Sánchez excluyó a Podemos de las conversaciones entre Moncloa y Zarzuela en las que se decidió el futuro de Juan Carlos I tras la publicación por EL ESPAÑOL del contenido de las cintas de Corinna Larsen. Son las conversaciones en las que se decidió la salida del Emérito de España. Salida que Podemos calificó de "huida".

No sentó bien en el PSOE que Iglesias revelara la "fuerte discusión" que tuvieron él y Sánchez a cuenta de la polémica. Tan mal sentó que incluso Adriana Lastra, uno de los socialistas más cercanos ideológicamente a Podemos, mostró su enfado por la traición.

El líder de Podemos afirmó que el presidente del Gobierno se había "disculpado" frente a él y aprovechó para calificar al PSOE de partido "monárquico" en contraposición al republicanismo de Podemos. Un misil en la línea de flotación del socialismo, cuyo electorado se compone en buena parte de nostálgicos del republicanismo. 

9. Maniobras contra Cs

No es un secreto para nadie la incomodidad de Podemos por el acercamiento de Ciudadanos al PSOE en las negociaciones para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Podemos ha lidiado con esa incomodidad de dos maneras. Escenificando de cara al exterior su respeto por la decisión del PSOE, pero maniobrando internamente para que el pacto con Ciudadanos sea sólo el plan B de Sánchez para el caso, y sólo para el caso, de que las negociaciones con ERC, EH Bildu e incluso JxCAT no lleguen a buen puerto.

Esas maniobras, junto con el anuncio de Arrimadas de que su apoyo a los Presupuestos es radicalmente incompatible con el de los separatistas vascos y catalanes, han colocando en una difícil situación a un PSOE que sabe que cualquier plan económico que presente en Bruselas será mucho mejor recibido por las autoridades europeas si llega con la firma y el aval de Inés Arrimadas.

10. Más ataques al Rey

Tras el veto del Gobierno a Felipe VI que impidió a este acudir, como era costumbre, a la entrega de los nuevos despachos judiciales en Barcelona, Podemos acusó al Rey de poco más o menos que deslealtad a la Constitución. El motivo, una llamada del monarca al presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, en la que el primero afirmaba que le habría gustado asistir al acto.

Los días posteriores a la polémica, el Gobierno dio distintas explicaciones, desde la de que Iglesias dijo lo que el PSOE piensa pero no puede decir, hasta la de que la decisión había sido del Rey, la de que Podemos había traicionado de nuevo a los socialistas o la de que la culpa de todo había de sido de Carlos Lesmes por revelar una conversación privada.

En realidad, es el simple hecho de que existan multiplicidad de versiones de un mismo incidente la prueba más irrefutable de que las declaraciones de Iglesias, compartidas o no, han supuesto un problema de primer orden para el PSOE.  

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