Celia Villalobos (Benalmádena, Málaga, 1949) nunca ha rendido pleitesía a la corrección política. No se mordió la lengua durante los más de treinta años que militó en el Partido Popular, y mucho menos lo iba a hacer ahora que publica sus memorias.

Diputada nacional, alcaldesa de Málaga, ministra de Sanidad, vicepresidenta del Congreso... Villalobos repasa su extenso cursus honorum en La política apasionada (Península, 2020) y no deja títere con cabeza: José María Aznar, Rodrigo Rato, Pablo Iglesias, Santiago Abascal... Todos pasan por su lupa.

Descarada, combativa y sin pelos en la lengua. Villalobos se moja sobre feminismo, ETA o su sonado episodio con el Candy Crush en el Congreso. "Fueron apenas unos minutos, no más de cinco", zanja.

Usted abandona la política tras el congreso en el que Pablo Casado es elegido presidente del Partido Popular. ¿Se sintió invitada a irse?

No, yo decidí que había llegado el momento de abandonar la política. No me gusta la política líquida que se lleva ahora, esa falta de sentido de Estado. Además, yo ya tenía una edad y entendí que era el momento de irme.

En su libro, dice que la estrategia inicial de Casado pasó por ir "apartándose de la centralidad y de la moderación". ¿Ha vuelto el Partido Popular al centro?

Hay una realidad, y es que el centro-derecha tiene que situarse en el centro para ganar elecciones. La moderación es lo que lleva al Partido Popular a ganar elecciones, no el radicalismo. En este momento hay radicalismo de izquierdas y de derechas, y yo esa forma de entender la política no la comparto. Espero que Pablo Casado haya entendido que para ganar elecciones debe centrarse. 

¿El cese de Cayetana Álvarez de Toledo fue un movimiento en este sentido?

Yo lo que creo es que Cuca es una buena elección para ser la portavoz del grupo. Espero que sea capaz de no oír los cantos de sirena y trabajar en la línea que ella ha trabajado siempre.

Usted habla de la moción de censura de 2018 como una "injusticia que se cometía a Rajoy". ¿Sigue pensando lo mismo después de las informaciones relativas al 'caso Kitchen'?

La moción de censura fue un momento durísimo, injusto, innecesario. Una maniobra bien pensada de la izquierda, que siempre hace lo que puede y un poquito más para quedarse con el poder. 

Pero cuesta creer que Mariano Rajoy no supiera nada de lo que sucedía a su alrededor. Un informe de la Policía Nacional apunta a que estaba al tanto de las labores de espionaje a Villarejo.

Aquí no hay nada más que ruido. También hay ruido en el juicio a Podemos y nadie pone en cuestión que Iglesias siga siendo vicepresidente del Gobierno y su mujer ministra de Igualdad.

¿Es Pablo Casado una víctima del 'caso Kitchen'?

No tiene por qué ser vÍctima. Él no estaba en la Gürtel, como yo y muchos otros, que formábamos parte del Partido Poular como concejales o presidentes de comunidades autónomas. Que en dos pueblos de Madrid haya habido corrupción no convierte al PP en un partido corrupto.

Pero él es quien lidera el partido mientras se suceden las acusaciones. ¿Se está tragando un marrón?

Él no se tiene que tragar nada. La izquierda está intentando que se lo trague, pero él no tiene que tragar nada de corruptelas que ya están sentenciadas.

¿Es Pablo Casado el líder que necesita el centro-derecha?

Yo sigo votando al Partido Popular. El partido eligió a Pablo Casado, pero hay muchas sensibilidades dentro: desde Núñez Feijóo hasta Juanma Moreno, pasando por el presidente de Murcia. El partido es amplio, lo ha sido siempre y de ahí su éxito.

El centro-derecha está fragmentado en tres partidos, ¿por dónde pasa la recomposición de ese espacio político?

Necesariamente por la unidad. Una cosa que en los años 90 consiguió José María Aznar gracias a los mimbres que puso Fraga. Los votantes de centro-derecha, con sus distintas sensibilidades, tienen que entender que la única forma que tiene el centro-derecha de gobernar es bajo unas solas siglas. Tenemos que unirnos. Hay cosas que nos separan, claro, pero en el PP no todos pensábamos igual, había múltiples sensibilidades. Así se ganan elecciones. Si no, se eternizará la izquierda.

¿Está el Congreso más polarizado que cuando lo dejó?

Polarización en el Congreso ha habido siempre. Yo recuerdo haber vivido momentos durísimos. Lo que ocurre es que ahora se ocupan de cosas menores, no entran en la profundidad de los graves problemas que tiene el país. El presidente del Gobierno es muy de lucimiento. Y el vicepresidente ya ni te cuento.

En democracia, los problemas complejos, como el tema catalán, no se solucionan con imposiciones

Hay un reparto de culpas en los últimos meses por el asunto del Covid entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno central. ¿Cómo valora la gestión de unos y otros?

A mi no me gusta hablar en política de "culpas", eso pertenece al ámbito privado. Yo hablo de responsabilidades. Creo que España es mucho más que Madrid. Yo entiendo que para Pedro Sánchez Madrid sea fundamental; lleva 27 años sin comerse un colín ahí. Ha venido para ver si rasca algún voto, porque con el candidato que tienen pocos van a conseguir.

Desde el PSOE van a tratar de aprovechar esto para destrozar al Partido Popular y ganar las próximas elecciones autonómicas, pero el problema de Madrid existe también en Castilla-La Mancha, Extremadura, Navarra… La única zona que lo ha hecho de chapó es Asturias.

El reparto de responsabilidades nos compromete a todos. Yo creo que el 8 de marzo debió de haberse prohibido todo, no sólo las manifestaciones por el Día de la Mujer. Hubo reuniones sectoriales, de partidos políticos, hubo partidos de fútbol… De todo.

Pero de todos esos actos, el Gobierno de España sólo animó a asistir a uno. Además, omitiendo unos datos que ya eran preocupantes.

Al Gobierno le dio vértigo tener que tomar una decisión que hubiera sido muy difícil de explicar. Cuando estás en política, tienes que tomar decisiones difíciles de explicar. Hay malos gobernantes que prefieren no tomarlas para no tener que dar explicaciones difíciles. No se quiso asumir lo que estaba pasando porque para la ministra de Igualdad la manifestación era su juguete.

El nacionalismo se ha convertido, gracias al PSOE, en un actor relevante en la política nacional. ¿Ve esto con preocupación o entiende que forma parte del juego democrático?

Todo empieza porque el señor Sánchez se apoyó en el nacionalismo catalán y vasco para sacar adelante una moción de censura injusta y fuera de las necesidades reales del país. Todo por poder sentarse en Moncloa. Con el tiempo, me parece que ha creado muchos más problemas de los que ha resuelto.

En su libro, usted defiende que la aplicación del artículo 155 en Cataluña no fue lo suficientemente contundente.

Sí, pero yo creo que el Gobierno hizo bien. Era una decisión que había que tomar junto con el PSOE, y cuando tú negocias con un partido, tienes que ceder en determinados puntos.

Mariano Rajoy intentó, por su propio carácter, llegar a una solución adecuada con el País Vasco y Cataluña. Pero si te vas a sentar a negociar y el que tienes enfrente te dice "este vaso me lo voy a llevar" [coge un vaso de la mesa], no se puede negociar. Eso es intentar imponer y en la democracia los problemas complejos, como el tema catalán, no se solucionan con imposiciones. 

No está, por tanto, a favor de la Mesa de Diálogo.

No estoy a favor del trueque ni de los chantajes en política. Hablar sí, de todo, pero sin chantajes.

¿Por dónde pasa la solución al problema catalán?

Si yo la tuviera… Desde luego no se va a solucionar nada con cómo se están haciendo las cosas.

ETA planeó matarla en dos ocasiones. En el libro, cuenta cómo el expresidente Aznar le salvó la vida nombrándola ministra.

Sí, en la segunda ocasión que ETA intentó asesinarme. En la primera, lo evitaron dos ladrones que robaron la Goma-2 pensando que era droga. Cuando fueron a poner la bomba, ya no pudieron hacerme nada.

["ETA intentó acabar con mi vida por segunda vez y, de nuevo, no lo consiguió. Pretendían atentar contra mí un sábado a las ocho de la mañana con un tiro en la nuca cuando salía de mi casa (...). Pero el sábado señalado por los asesinos había cambiado totalmente mis horarios porque acababa de ser nombrada ministra. Y debo estar sumamente agradecida a José María Aznar, que nombrándome ministra me salvó de ser una víctima más de los terroristas", cuenta Villalobos en el libro].

Pese a ello, es muy dura con Aznar. Dice del expresidente que ha mostrado en los últimos años un perfil "excesivamente conservador e incluso intolerante".

Eso he visto en sus declaraciones. Yo el Aznar que conocí fue el que centró a la derecha española y consiguió una mayoría absoluta importantísima. Yo entiendo que él ha tenido que vivir cosas durísimas. Atentados como el de Miguel Ángel Blanco. Pero él debe entender que cuando te vas, te vas.

Cuca Gamarra ha sido una gran alcaldesa y puede ser una gran presidenta

 ¿Qué le parece que Bildu se haya convertido en socio preferente del Gobierno por delante de fuerzas constitucionalistas?

Yo a Bildu le pido y le exijo que pida perdón. No es tan difícil. Si se han integrado en el sistema democrático, que lo hagan de pleno. Si han comprobado que matando no han conseguido nada, más que mil muertos y familias detrozadas, que pidan perdón a las víctimas, al pueblo español y al pueblo vasco. Que empiecen a funcionar como un partido democrático, si quieren serlo.

Para mí, como víctima, es difícil de tragar lo que está haciendo Pedro Sánchez. El PSOE ha sufrido el terrorismo como el Partido Popular, como los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y como los ciudadanos.

Celia Villalobos, en un instante durante la entrevista. Jorge Barreno

Usted se reivindica feminista...

[Interrumpe] ¡Lo soy!

¿Cómo ha conseguido la izquierda apropiarse durante años de la bandera del feminismo?

Vivimos en una sociedad copo de nieve, donde las verdades absolutas las tiene la izquierda. Es decir, ya no creo en el Papa pero yo soy el Papa. Pablo Iglesias es el Papa de una nueva religión, que es que las mujeres somos tontitas, que necesitamos su protección, que hay que eliminar a los hombres para sustituir a las mujeres… Las mujeres no somos tontitas ni necesitamos de su protección, necesitamos trabajar, avanzar y que las leyes nos protejan bien. Sin embargo, la izquierda representa hoy un feminismo contraproducente para las mujeres.

¿Cree que el Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero hace algo positivo en favor de la igualdad?

No hace nada, pero nada de nada. Ni para la igualdad ni para nada. Que Igualdad y Consumo tengan un Ministerio... ¡Pero si el consumo es horizontal!. Que se lo lleve el presidente o el vicepresidente segundo. No cabe ni un alfiler en la Mesa del Consejo de Ministros. Ahí han metido a todos para tenerlos entretenidos y sentirse importantes, pero eso supone un gasto público.

En 2004, usted participó en la aprobación de la Ley Integral de Violencia de Género. ¿Ha ayudado esta ley en la lucha contra la lacra del maltrato?

Yo creo que sí, pero es un tema mucho más profundo. Para acabar con el maltrato hacia las mujeres debemos ir al fondo de la sociedad. Yo cuando veo estos días a chavalas de 14 años pegando a una niña mientras otras están mirando… me doy cuenta de que queda mucho camino para acabar con la violencia.

Es una cuestión de educación que se da en las familias y en la sociedad en su conjunto. Tenemos que acabar con esas actitudes. Cuando yo era joven decían "algo habrás hecho para que te hayan pegado". Gracias a Dios, eso ya ha desaparecido, pero aparecen otros modelos violentos y radicales que fomentan la violencia.

Hay un discurso político que sostiene que la violencia no tiene género.

Yo conozco pocos casos de mujeres que hayan matado a sus maridos. Sin embargo, conozco a muchos maridos que han matado a sus mujeres. Y luego están las que están calladas porque no se atreven.

Yo cuando fui alcaldesa, lo cuento en el libro, viví cómo algunas mujeres eran destrozadas físicamente. Yo les decía que no volvieran con él, pero ellas me decían "y qué hago, si no tengo trabajo". Algunas empresas, que me han prohibido terminantemente dar sus nombres, han contratado a mujeres para que no tengan que volver con el maltratador.

Yo creé en el año 1996 las casas a donde iban las mujeres para que sus compañeros de vida no las pudieran localizar. Todo eso lo he vivido yo. Entonces, que no me hablen de que la violencia no tiene género. La violencia como tal puede no tener género, pero hay una violencia específica contras las mujeres. Si haces la cuenta, te salen los números. Vox se equivoca en esto como en tantas otras cosas.

¿Anula esta ley la presunción de inocencia del varón?

Puede que haya sucedido en algunos casos, pero los jueces tienen ya muchos tiros pegados. Saben por dónde va la cosa. Hay mujeres que han intentado vender una burra, pero no se la han comprado. Vamos a confiar en que las cosas que son un problema real, como la violencia contra la mujer, debe erradicarse. No creo que Vox tenga una alternativa para luchar contra el maltrato a la mujer.

Su libro termina con un deseo: una mujer en la presidencia del Gobierno. Sólo Inés Arrimadas lidera un partido, y actualmente tiene sólo diez escaños. ¿Ve lejos ese momento?

Por desgracia, sí. Estamos en una sociedad profundamente machista y muchas veces somos nosotras mismas las que nos hacemos trampas entre nosotras. Eso no es bueno. Los hombres saben apoyarse, y las mujeres tenemos que aprender, luchar y apoyar a otras mujeres para que lleguen. Pilar Miró dijo una vez que la igualdad sería real el día en que una mujer que no fuera muy lista ocupara el puesto que ya ocupa un hombre que tampoco es muy listo. A las mujeres se nos exige siempre más.

¿Ve alguna mujer en el PP capaz de liderar el país?

La propia Cuca Gamarra. Ha sido una gran alcaldesa. Cuando se ha sido una gran alcaldesa, se puede ser una gran presidenta. Pero seguro que hay mujeres en el PP con enorme capacidad.

Celia Villalobos, momentos antes de despedir a EL ESPAÑOL. Jorge Barreno

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