Eduardo de Castro (Melilla, 1957) es un funcionario público que aterrizó en la política con Ciudadanos. En junio se convirtió en presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla con los votos del PSOE y Coalición por Melilla (CpM), desbancando así a José Imbroda (PP), en el cargo desde el año 2000. Pasó de ser el único diputado de Cs en la Asamblea de Melilla a convertirse en el presidente.

De Castro censura sin pelos en la lengua algunas de las decisiones que llevaron a su partido a la debacle el 10-N y, de hecho, este pasado sábado votó en contra de la gestora para mostrar su desacuerdo con cualquier tipo de continuismo. También es muy crítico con Vox, en la línea de las últimas posiciones de Cs, que la semana pasada votó a favor de reprobar a Ortega Smith en Madrid mientras en el Parlament de Cataluña suscribía una declaración contra la extrema derecha. 

El último empleo de Eduardo de Castro fue el de funcionario de prisiones. Antes trabajó en un centro de menores. Partidario de que los presidentes no alarguen sus mandatos más de ocho años, antepone la gestión a la política. Recibe a EL ESPAÑOL en su despacho en el Palacio de la Asamblea.

Ciudadanos ha nombrado este sábado la gestora que tomará las riendas hasta el congreso de marzo. ¿Cómo ve el futuro del partido?

Con optimismo, como no puede ser de otra manera. Ciudadanos está pasando un bache y España vive un momento de agitación ideológica que ha polarizado a la sociedad. Pero la gente está cansada de esta confrontación continua y reclama coherencia y respeto. Ese espacio solo lo puede ocupar un partido de centro como Ciudadanos.

Usted votó en contra de esa gestora, alineándose con los críticos. ¿Por qué?

Mi voto fue no a una gestora continuista de la Ejecutiva. Si Albert, al que considero el mejor político de los últimos tiempos, se apartó asumiendo su responsabilidad, los demás deberían haber seguido su ejemplo. La autocomplacencia y la orquestación del aparato no es lo que necesitamos, no es lo que se espera de nosotros. Igual que la sumisión absoluta de algunos no puede ser sinónimo de lealtad al proyecto de Ciudadanos. La independencia de criterio, ser crítico, no es sinónimo de deslealtad; al contrario, lo fortalece y lo saca de donde no tendríamos que haber salido nunca: de nuestros orígenes. Aun habiendo votado no a la gestora, seguiré, y no seré el único con criterio crítico y constructivo, sus decisiones con el deseo de que lleguemos al 15 de marzo con una renovación profunda que nos haga más fuertes y por la que estemos más unidos para recuperar el espacio perdido.

Tenemos que ser un partido sin aspiraciones de sustituir a ningún otro y sí de ocupar nuestro espacio natural de centro y cumplir con la función originaria de Ciudadanos: ayudar a realizar las grandes reformas institucionales pendientes que no están en las agendas del bipartidismo y sin las cuales nos arriesgamos a que nuestro sistema político se disgregue en una suerte de partidos antisistema, separatistas y regionalistas que difícilmente pueden ponerse de acuerdo por el bien de España.

¿Qué le pareció la dimisión de Albert Rivera?

Una pérdida para la política que solo podremos apreciar cuando pase el tiempo. Me parece una decisión valiente que dignifica la política y confirma lo que decimos: venimos de la sociedad civil para aportar valor y volvemos a la sociedad civil cuando nuestro tiempo acaba.

Rivera ha demostrado tener una altura política como pocos, asumiendo en primera persona el resultado electoral. Ahora se abre una nueva etapa, un nuevo liderazgo. Necesitamos huir de la polarización política y encontrar nuevos espacios de consenso y moderación, e Inés representa a la perfección esa nueva etapa.

Entonces, Inés Arrimadas, ¿sí o sí?

Por supuesto. Es la sucesora natural de Albert Rivera y aporta los valores que necesitamos en este momento. España reclama nuevos liderazgos. Un liderazgo femenino, solvente y preparado, y la política debe demostrar que está a la altura de los retos que pide la sociedad. Inés es, sin duda, la mejor política de nuestro país. Creo que no hay duda, ni dentro ni fuera del partido, de que es la mejor candidata para presidir Ciudadanos y un futuro Gobierno de España.

¿Qué falló el 10-N?

Se cometieron errores estratégicos que nos alejaron de nuestros principios fundacionales, y una ley electoral injusta agravó aún más el resultado. Pero en la política ocurre como en la vida: se aprende más de los fallos que de los aciertos. Yo estoy seguro de que el partido ha tomado buena nota de lo ocurrido y va a regresar con más fuerza. Quien infravalore a Ciudadanos porque tiene diez diputados estará cometiendo un grave error, porque la sociedad pide centro, moderación y reformas, y ese es nuestro ADN.

Mi voto fue 'no' a una gestora continuista. La autocomplacencia y la orquestación del aparato no es lo que necesitamos

Y ahora que está sobre la mesa el pacto PSOE-Podemos, ¿cuál es su opinión sobre esta coalición?

Creo que la consulta a las bases que ha realizado el PSOE es una estrategia personalista de Sánchez para escudarse en una parte de la militancia y saltarse al consejo territorial de barones a la hora de tomar decisiones. Estoy seguro de que una parte muy importante del electorado socialista no quiere un pacto con Iglesias, que los votantes históricos del PSOE no entienden este giro a la extrema izquierda y al nacionalismo y que los cargos autonómicos no ven positivo echarse en brazos del separatismo y el nacionalismo.

Pedro Sánchez sabe que a Pablo Iglesias no le queda otra opción que pactar con el PSOE, y lo utiliza a su favor aunque las consecuencias sean negativas para todos. Pero ese es Sánchez. Solo tiene un único fin: mantener el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Iglesias se tragará la humillación de los últimos siete meses porque su otra alternativa es desaparecer. Y tendremos en España un Gobierno débil a merced de los caprichos del populismo y el separatismo. Todavía hay tiempo para corregir el rumbo, pero lo veo difícil cuando Sánchez firma un acuerdo apenas 24 horas después del 10-N y cuenta, como dice, con tanto apoyo de las bases.

¿Cómo lleva usted el pacto de gobierno en Melilla con PSOE y CpM?

Con la secretaria general del PSOE en Melilla, la vicepresidenta de la ciudad, Gloria Rojas, tengo una relación estupenda. Se puede gobernar con ella perfectamente. Por otro lado, se habla mucho de CpM [partido de izquierda centrado en la comunidad musulmana], pero yo no tengo ningún problema con ellos.

¿De Vox, ni hablar?

Lo tengo muy claro, yo con Vox no voy ni a recoger billetes de 500 euros.

¿La cuestión de Cataluña tiene solución?

La situación que tenemos en Cataluña es el resultado de décadas inoculando en la sociedad un sentimiento de rechazo a España, de manipulación informativa, de control político, de irresponsabilidad de gobiernos de PP y PSOE, que no dudaron en ceder a cambio de mantenerse en el poder, y de un sistema educativo manipulado por intereses políticos. Todo eso ha generado un cambio cultural que no se puede resolver en unos meses.

Necesitamos, siempre dentro de la Constitución y actuando conforme a ella, reconstruir esa cultura, tender puentes y recuperar a la sociedad. Pero si por conveniencia política no se permite actuar a la Policía, si no se lucha contra el control ideológico en los colegios, si no se redoblan los esfuerzos para contradecir la propaganda separatista ni se castiga la corrupción política ni la manipulación de las instituciones, difícilmente podremos arreglar este problema. Es posible corregir el rumbo de Cataluña, pero el esfuerzo es a largo plazo.

La Monarquía es una institución fundamental, más según está la política. He invitado al Rey a que visite Melilla

El jueves estuvo en el Palacio de la Zarzuela reunido con Felipe VI casi hora y media, cuando el tiempo destinado a los presidentes era de 40 minutos. ¿De qué temas hablaron?

Me sorprendió porque tiene un conocimiento muy real y exacto de Melilla. Hablamos del futuro y de las posibilidades que tiene la ciudad... También de temas como la frontera o la migración, que le preocupan.

Nosotros tenemos claro que la Monarquía es una institución fundamental, y ahora más que nunca según está la política. Le he invitado a que visite Melilla, y tiene mucho interés en hacerlo, aunque dependerá de la agenda y de otras circunstancias. Le he dado la fecha de marzo del próximo año, que se cumple el 25º aniversario del Estatuto de Autonomía. Tenemos un sentido de insularidad importante porque estamos en otro continente, lejos, y desgraciadamente siempre se habla de la parte negativa de Melilla. Ese sentimiento de orfandad que tenemos quedaría minimizado si el Rey viene.

¿Cuál es la urgencia real en Melilla?

El problema más importante para Melilla, antes y ahora, el que va a determinar cualquier otra cuestión, es la frontera. Desde Marruecos entra lo bueno y entra lo malo. Y entre lo malo está la delincuencia, el narcotráfico, redes de prostitución... En el centro penitenciario de Melilla, el 90% de los internos son del otro lado de la frontera.  Si tuviéramos una frontera totalmente controlada, tendríamos seguro muchos menos problemas de los que tenemos.

¿Qué entiende usted por “frontera controlada”? ¿Es partidario de quitar las concertinas, como ha dispuesto el ministro Grande-Marlaska?

De las concertinas nunca he sido partidario. Si unos subsaharianos quieren dar el salto lo van a hacer con o sin concertinas. Si saltan, tenemos además personas con cortes increíbles. Por lo tanto, un doble problema: al tío que ha saltado y que está herido, hay que atenderlo desde el punto de vista humanitario. Aunque sea muy materialista, también supone un gasto más, más medios sanitarios.

Gastos sanitarios estarán ahorrando con el decreto de 'sanidad universal' del Gobierno Sánchez: condicionantes como el de demostrar una estancia en el país superior a 90 días está dejando sin atención a muchos inmigrantes.

Todavía no se ve. Pero la asistencia sanitaria en casos de urgencia o de asistencia sanitaria hay que darla sí o sí, eso hay que tenerlo muy claro. Sin embargo, hay que controlar otra serie de parámetros. No es posible que con los medios materiales y económicos que tenemos en Melilla asistamos 3.000 partos al año de gente que viene del otro lado. Esa asistencia no es de urgencia. Vienen a lo que vienen: de ahí los pisos patera. Llegan incluso desde Rabat y Casablanca.

Hay un tratado de devolución de menores y no se aplica porque Marruecos no quiere. No sabe qué hacer con estos niños

Marruecos les aprieta económicamente con el cierre del paso fronterizo de Beni Ensar desde agosto de 2018. ¿Alguna solución?

Fue una decisión unilateral de Marruecos. Después de 80 o 90 años esa decisión, sin avisar, no es lo más conveniente. Pero Marruecos ya sabemos cómo actúa, bajo su prisma y sus intereses, y le importa poco lo demás porque tienen los apoyos que tienen, los franceses, los americanos, las empresas… y como es un socio cómodo para Occidente, dado lo que hay alrededor, juega esa baza.

Creo que se equivocaron, no sé si van a rectificar. El Gobierno tendría que haber forzado un poco dando una respuesta contundente. No vale solo una reunión en Rabat con un director general de segundo nivel -con todos los respetos-, hay que negociarlo de otra manera. Para eso tenemos un cuerpo diplomático.

El problema con los menores extranjeros no acompañados es un asunto que siempre está en las cuestiones a tratar entre Melilla y el Gobierno central.

Es un problema acuciante y muy complicado. Ceuta tiene un tercio de los que tenemos nosotros, y se quejan con razón. Hay un tratado de devolución de menores y no se aplica porque Marruecos no quiere. No sabe qué hacer con estos niños, algo parecido a lo de las favelas, con niños de la calle.

Muchos de los que están viniendo no son menores totalmente desprotegidos, son adolescentes de 17 años que cuando averiguas la edad ya se quedan aquí. Y lo que quieren sencillamente es meterse en un barco e ir a buscarse la vida.

No tener acceso a la escuela puede perjudicar precisamente a la integración de estos menores, ¿no cree?

Se está intentando solucionar. Soy partidario de que se escolarice a todo aquel que cumpla con los requisitos. Aquí se juntan muchos intereses, siempre hay dobles lecturas... Vivimos en una sociedad muy diferente a la del otro lado de la frontera y tenemos un marco jurídico que hay que respetar. Pero hay gente que cuando le explicas eso parece que le hablas en chino.

Ya dije una vez que Melilla no puede ser la ONG de Marruecos ni de África ni de nadie. No podemos aguantar tanta presión en tan pocos kilómetros cuadrados porque se cargan la ciudad y perjudican a quienes de verdad lo necesitan, porque hay mucho aprovechado. Aquí hay gente que vive del cuento.

¿Cree que el Gobierno ha tenido históricamente abandonada a Melilla?

Sí, Ceuta y Melilla son las grandes olvidadas. Y Melilla quizás un poco más por eso de que está más lejos. Con Rivera no hablé, pero con los que hablo de mi partido se lo he explicado por activa y por pasiva, y han llegado a entender un poco el asunto cuando han estado aquí, porque no está dentro de su esquema. Somos unos desconocidos.