Este diario sufre una pulsión inevitable: celebra sus premios anuales cada vez que el Gobierno se resquebraja o hay unas elecciones a la vuelta de la curva. Y en ese cóctel fatal -entendido el adjetivo como aquel que describe lo inevitable- se topan los ministros con quienes pretenden moverles la silla. Se cruzan los contendientes de un pacto... que no llega.

La sede del Comité Olímpico Español fue un hervidero de cámaras y micrófonos. El ruido del flash anunciaba la llegada del entrevistable. Y había mucho ruido. Puede que fuera la tenue oscuridad. O quizá tuviera la culpa ese carácter festivo que lleva meses sin inundar la agenda de los mandatarios de la polis.

Ante la pregunta provocadora, como el corredor que estira brazos y piernas a las puertas de El Retiro tras el carrerón, los próceres del poder legislativo soltaban los músculos y aportaban los titulares que jamás toleraría un jefe de campaña. Hablaron de esas soluciones delirantes que no cristalizarán, pero que un día -ayer tras ponerse el sol- estuvieron sobre el mantel. Una sauna, sobrevolar el Líbano, los brazos de Lydia Valentín...

Los leones de EL ESPAÑOL

La medallista olímpica y campeona mundial de halterofilia -una de las galardonadas en los Premios- coincidió anoche con los candidatos a la presidencia del Gobierno. Tal y como demostró con el plumilla que esto escribe -véase la imagen-, es capaz de levantarlos y lanzarlos a todos a la Conchinchina en un abrir y cerrar de ojos. La atleta llamó al acuerdo... y así empezó todo.

El primero en afrontar el ruedo habilitado por este diario fue Albert Rivera, waterpolista en remontada. Antes de empezar, reconoció la tragedia: es intolerable que ninguno de los presidenciables lleve un pañuelón en la americana. A modo de defensa, arguyó que alguna vez se calzó "uno de esos blancos y rectos", pero luego transigió: si es invisible, es cobarde. Se comprometió con su electorado a ponerse manos a la obra. En Barcelona, intentó justificarse, "se llevan menos".

Como en Finlandia

Rivera, que llegó acompañado por Begoña Villacís -vicealcaldesa de la capital-, Fernando de Páramo, Juan Carlos Girauta y Marcos de Quinto, aceptó esbozar una negociación alternativa para desbloquear la formación del Ejecutivo: "Yo estudiaba en Finlandia y allí la gente se reunía mucho en la sauna".

-Disculpe, ¿habla de formar gobierno en la sauna?

-Sí, sí, que allí se lleva mucho. ¿Por qué no?

-Entonces, si el centro-derecha suma, España verá en toalla el pacto entre Abascal, Casado y usted.

-Ahora que lo dice... Va a ser jodido venderlo desde el punto de vista de la imagen.

Y cuando le llegó el turno a Villacís, asomó la cabeza su pareja de baile en el Ayuntamiento, el alcalde José Luis Martínez-Almeida.

-¡Alcalde, alcalde! Venga, hombre, que hacemos la entrevista a dos bandas.

-Pero... ¿has venido acompañado sin avisarme? -interrumpió la de Ciudadanos-.

-¡Es una periodista! ¡He venido solo!

Y este era un tema candente. En la memoria de muchos permanece aquella entrevista en la que el recién investido regidor proclamaba su soltería. Él, sinceridad pasmosa, dijo que no ha ligado más desde que tocó poder y que, para más inri, tiene menos tiempo. En resumen -así lo explicó- "es del Atlético de Madrid hasta para ligar".

Hablando del Atleti... estaba por ahí Enrique Cerezo, que con sonrisa maliciosa preguntó a ver cuándo EL ESPAÑOL le da un premio a su equipo. El Real Madrid, para qué negarlo, ya obtuvo uno en esta casa.

Pactos y capotes

José Luis Ábalos, el siguiente, demostró ser torero, igual que su padre, el maestro Carbonerito. Reconoció la obsolescencia de las negociaciones tradicionales, pero dejó en el aire el remedio. "¿De qué pactos me habla usted? ¿Dónde están?", ironizó. La mano derecha de Sánchez no descartó apostar por la banda sonora del clin-clin de los hielos entre partidos; no por la sustancia, sino por la distensión.

Margarita Robles, al frente de la cartera de Defensa, fue más directa. Soltó la receta infalible como quien echa migas a las palomas. Sin darle demasiada importancia. Sonrisa de oreja a oreja, habitual en esta cita, avaló este remedio: encerrar en un avión a un representante de cada partido y sobrevolar el Líbano hasta lograr el acuerdo.

-Oiga, ¿y si eso no funciona?

-¡Los tiro abajo uno a uno! -bromea-.

-¿En qué orden?

-Eso me lo callo.

¿Y qué contestó Marlaska -en su día presentado como "el ministro más moderno del Gobierno"? Pues fue el más clásico. Aunque muy agobiado porque ya no tiene tiempo ni para pasear a los perros, apostó por mantener el despacho como centro de operaciones, aunque se abrió a una decoración más desenfadada. Y no, no habla catalán en la intimidad. Pedro Duque, asediado por varios admiradores, no pudo responder a la encuesta.

El reto del triatlón

Justo después, alcanzó el photocall Teodoro García Egea, deportista hasta las trancas. El número dos de Pablo Casado -su jefe y amigo llegó minutos más tarde- aceptó el reto de imaginar originalidades para el desbloqueo. "Deberíamos buscar una prueba de larga distancia que pudiéramos compartir", desgranó. "¡Un triatlón!".

-Si tenemos que esperar a que ustedes lo terminen...

-¡Estamos muy en forma!

García Egea, murciano, ganó en su día el gran certamen de lanzamiento de hueso de aceituna. Detalló que no le vale cualquier oliva: "Tiene que ser de Cieza, es una en concreto. Si no, la prueba queda invalidada". Y cuando se disponía a hacer una demostración gráfica... empezó la gala de los leones.

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