Albert Rivera sabe que, cuando la abstención crece, Ciudadanos se desinfla. Y en una repetición electoral, esa amenaza se torna mucho más peligrosa. La dirección liberal concibe a sus votantes como "moderados" y "poco ideologizados". Uno de los rostros más conocidos del partido lo define de esta manera: "Si el hartazgo cunde, los nuestros son los primeros que dejan de ir a las urnas. Suelen decidir a quién apoyan pocos días antes de las elecciones".

Ese riesgo -teniendo en cuenta la tendencia a la baja de Ciudadanos en los sondeos- es ahora una oportunidad. El equipo de campaña lo lee incluso en clave de esperanza. Las encuestas internas que maneja Rivera arrojan este dato: cerca de un 50% de quienes les votaron el pasado 28 de abril tomará su nueva decisión siete días antes del 10-N. Dicho de otro modo: los escaños que, a tenor de los últimos trackings, están perdidos... en realidad no lo están. "Se encuentran en juego".

Rivera y su núcleo duro han diseñado una campaña de cinco semanas. Algo más corta que la de sus adversarios. Contundente, pero medida. Lo hacen conscientes de que el hastío es más delicado para ellos que para PP, PSOE o Podemos. "A nosotros nadie nos vota porque lo hacían sus padres. Tampoco por una fuerte convicción socialista o conservadora. Hablamos de gente reflexiva, que estudia y se fija en las propuestas", reseña otro dirigente de Ciudadanos.

El objetivo pasa por repetir la "hazaña" de 2016. Cuando Rajoy no consiguió la investidura y se repitieron las elecciones, Ciudadanos logró amortiguar su caída. Perdieron ocho escaños, ni siquiera un 1% de los sufragios obtenidos en 2015. "De verdad, tenemos la sensación de que vamos mejor que hace tres años. Somos muy difíciles de medir. Siempre se nos augura un batacazo y luego remontamos en la última semana", desgranan las fuentes consultadas.

Aunque en esta ocasión, los de Rivera se enfrentan a un obstáculo que no conocieron entonces: ese giro de última hora que implica el levantamiento del cordón a Pedro Sánchez. En 2015, el candidato liberal insistió en que no apuntalaría a Rajoy como presidente -y luego lo hizo-, pero nunca llegó a aprobar un veto explícito, por escrito y con la unanimidad de su Ejecutiva.

La dirección de Ciudadanos insiste en que los españoles culpan del bloqueo a PSOE y Podemos. Quienes acusan a su partido, según sus sondeos, no llegan al 10% del electorado. Por eso centrarán los esfuerzos en dibujarse como "parte de la solución". Rivera reitera que su proyecto es el "único" que ha "desvelado" qué hará con sus escaños incluso en caso de perder: "Nuestro socio preferente sigue siendo el PP, pero si no sumamos, hemos aclarado que hablaremos con el PSOE para acordar las reformas que necesita España". Esta segunda opción "nunca" supondrá la entrada en el Ejecutivo.

"El adversario no es el PSOE"

En sus intervenciones, Rivera argumenta que no ha cambiado su opinión acerca de Sánchez: "Estamos proponiendo una solución de Estado". Pero esa intención, reconocen en Ciudadanos, empuja a una moderación del mensaje en lo que se refiere al ataque ad hominem: ya no hay "bandas" ni "botines".

El candidato liberal ha llegado a verbalizar que su "adversario no es el PSOE" y ha sorteado así los enfrentamientos con Sánchez: "Es tiempo de mirar hacia delante. La gente está harta de que nos peleemos". La credibilidad de Ciudadanos dependerá, en gran medida, de la capacidad pedagógica que desarrollen sus equipos de aquí al 10-N para explicar su giro.

El último sondeo realizado por SocioMétrica para EL ESPAÑOL otorga 30 parlamentarios a Ciudadanos -27 menos de los que tiene a día de hoy- y un 10,6% de voto. El equipo de campaña naranja sitúa su suelo en el 11%. Para Rivera, el balón acaba de echar a rodar. La última semana, se dilucidará el éxito o el fracaso de su estrategia.

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