El Partido Popular “está bien”. El diagnóstico que hace la dirección nacional de la formación, pese a la debacle electoral, marca la postura que piensan mantener en las próximas semanas. Ya sea de cara a las municipales y autonómicas como a la reunión de su presidente, Pablo Casado, con el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, de este próximo lunes.

El líder del PP le piensa ofrecer al socialista diferentes pactos puntuales, en la misma línea de lo que sucedió en su último encuentro, allá por agosto del año pasado. El acuerdo base sobre el que pivotará el resto es un cambio en la política económica y, sobre todo, impositiva. “En España hay que hacer reformas económicas”, apuntan fuentes cercanas a Casado. “Se le ofreció nuestro apoyo en los presupuestos para bajar impuestos, para amortizar deuda y para reducir el déficit, y la contestación fue pactarlos con Podemos”.

Pero no sólo en materia fiscal piensa el presidente del PP. Otros acuerdos a los que apunta son más pactos de Estado o apoyo a los existentes con respecto a la violencia de género, Defensa, Infraestructuras y la denominada Silver Economy: todos los sectores económicos que recogen la actividad y el consumo de la tercera edad. Alimentación, Sanidad, políticas contra la soledad o para paliar la dependencia. Pero nada de abstenerse en una investidura. Eso, ni hablar.

Una "gran coalición"

No es la primera vez que los populares piensan en un pacto “a la alemana” para dotar de estabilidad al país. En el PP siempre se retrotraen a esa reunión del pasado 2 de agosto en Moncloa entre Sánchez y el recién nombrado líder del Partido Popular, elegido apenas unas semanas antes. Allí, según cuentan los populares, el presidente del Gobierno no aceptó su oferta y comenzó con la ronda de contactos en Cataluña que derivaron en el polémico documento de 21 medidas exigidas por Torra.

En verano, el PP ofreció, a grandes rasgos, lo que sería una gran coalición: unos presupuestos consensuados entre socialistas y populares y el apoyo de la mayoría absoluta del PP en el Senado para la aplicación del 155 si se avenía a renunciar a la vía del diálogo con los independentistas. Desde la dirección nacional del PP afirmaban que aquello habría supuesto el “suicidio” orgánico de Casado, pero era algo que estaban dispuestos a asumir en pos del beneficio nacional. Ahora, que tienen mucho menos que perder, volverán a ponerlo sobre la mesa.

Sobre todo, de cara al 26 de mayo. Porque la estrategia popular ha cambiado: Casado ahora será más beligerante con Ciudadanos y Vox, pero pasará a un plano más discreto. El foco estará en sus candidatos. No tanto porque ellos lo hayan reclamado así -que también- sino por paliar la crisis de marca que están viviendo.

Un 26-M con menos siglas

El PP cree que, frente a las otras formaciones que le sangran votos, ellos sí se pueden permitir que el foco no esté en el partido como en los candidatos. Para empezar, porque son “el partido con mayor capilaridad de España”, comentan desde Génova. “Y eso no lo pueden decir ni Ciudadanos ni Vox: pregúntales cuál es su candidato en Ávila. No lo saben”.

Aunque otros destacados populares consideran que, precisamente, ese es el gran gigante contra el que luchar. “Ellos sólo necesitan la marca, todo lo demás a sus votantes les da igual. Nosotros tenemos que convencer y reilusionar, y a veces las siglas pesan”, piensa una veterana diputada. Y para muestra, un botón, la campaña iniciada por Xavier García Albiol: "Le voy a votar a él, a Albiol, no al PP, a Albiol".

Vuelve a barruntar sobre el PP la profecía que alegaba José Manuel García Margallo: que las tres C -corrupción, Cataluña y crisis económica- les iban a seguir pesando. Está por ver si consiguen remontar en esta segunda vuelta electoral y, sobre todo, si no deja desarmado para siempre a la dirección actual.