En las últimas elecciones generales, la participación cayó alrededor de cuatro puntos. Afrontaba España su primera repetición electoral y el hartazgo del votante quedó reflejado en las urnas. Un dato que crecerá este domingo con total seguridad. Los últimos sondeos realizados por este diario, sitúan la cifra entre el 73% y el 75%. En 2016, se cosechó un 69,84%.

A partir de ese 73%, coinciden los sociólogos consultados, la participación puede considerarse “alta”. Si rebasa el 75%, adquiere la categoría de “muy alta”. Debe tomarse como referencia, entonces, el parámetro de 2015, para así comparar con una convocatoria que no estuvo viciada por la repetición. Aquella vez, fue de un 73,2%.

Las de este 28 de abril de 2019 serán las decimocuartas elecciones generales desde la llegada de la democracia. El pentapartidismo irrumpirá en el Congreso. El auge de Vox supondrá una circunstancia inédita: nunca habían coincidido en la Cámara cinco partidos nacionales con grupo parlamentario propio. Está por ver si esa fragmentación es fruto de una mayor participación.

Este parámetro ha ido dando bandazos desde 1977 hasta hoy. Ha crecido y disminuido, como es lógico, en función del contexto. No obstante, los sociólogos advierten de que es mucho más difícil medir la participación que la intención de voto. Por eso la media aritmética, que ronda el 73%, es tan solo orientativa.

Además, el censo demográfico ha crecido sobremanera a partir de 1970. Aunque los porcentajes representen siempre el total de cada época, no es lo mismo un país con más jóvenes, con más paro o con menos niños... Todas esas características forman un conglomerado difícil de analizar que termina condicionando la participación.

En contra de lo que pueda parecer, no fueron las primeras elecciones democráticas tras cuarenta años de dictadura las que más movilización desataron. Votó un 78,83% de los españoles, cifra que a día de hoy se sigue considerando "muy alta".

Fue, sin embargo, en 1982 cuando la participación logró su récord histórico, con un 79,97%. El 80%, casi cuarenta años después, continúa siendo un simbólico techo de cristal que la sociedad no ha sido capaz de romper.

Las elecciones del récord hicieron presidente a Felipe González, que también obtuvo un número de escaños nunca superado: 202. Era la primera vez que la izquierda volvía al poder en España desde tiempos de la II República. A partir de ahí, el PSOE del rodillo cosechó otras dos mayorías absolutas, pero ambas con nueve puntos menos de participación que en 1982. Las de 1996, cuando Aznar desbancó a González, cierran el podio de los comicios generales más concurridos, con un 77,38%. Cuatro años más tarde, el presidente conservador sumó mayoría absoluta, pero con casi nueve puntos menos de movilización.

2004, que llevaría a Zapatero a La Moncloa, marca una tendencia que se venía repitiendo desde que se estrenó la actual democracia. Cuando la participación se incrementa de forma ostensible, las urnas arrojan un cambio de Gobierno. Aquel año se disparó siete puntos respecto a la convocatoria anterior.

Una costumbre que rompió Mariano Rajoy. El sucesor de Aznar llegó a la presidencia en 2011 después de que esta variable cayera casi cinco puntos. 2015 fue una cita atractiva. Podemos y Ciudadanos irrumpían con opciones de condicionar los Ejecutivos e incluso de integrarlos. De ahí que la participación subiera hasta el 73,2%. Meses después la repetición electoral desencadenó el efecto pronosticado por los expertos: un descenso del 4%.