Martín Casariego (Madrid, 1962) es un novelista dispuesto a renunciar al escritorio durante cuatro años. Acaba de soltar el teclado para ser protagonista de un escenario que aúna los ingredientes clave de cualquier relato: ambición, celos, traiciones, envidia, entusiasmo, ego, amor... La política. Él llega, no obstante, dispuesto a hacerla; sin la intención -por ahora- de escribirla. Acaba de fichar por Begoña Villacís. Figura en la lista que ha confeccionado Ciudadanos para intentar gobernar el Ayuntamiento de Madrid.

Martín es el primer Casariego que trata de hacerse con un escaño. Ni Pe Cas Cor -así se conoce a su hermano Pedro, poeta fallecido en 1993- ni Antón o Nicolás -ambos escritores- han coqueteado con mítines o programas electorales. "Me dicen que tenga cuidado, que me van a insultar", sonríe el narrador sentado en la sala de reuniones del grupo municipal que integrará a partir de mayo.

Admite que se dedicará a la política "casi por completo", pero se dice tranquilo. Como Ruano a media mañana al salir del Café Gijón, apunta: "Ya estoy escrito". "Vengo con los deberes hechos, dos novelas terminadas. Sé que, durante cuatro años, voy a escribir poco, a un ritmo muy distinto al que estoy acostumbrado".

Casariego, que no tiene carné de militante, ofrece una ventaja como entrevistado. Cuando la pregunta no da para mucho, responde con diez o doce palabras. Y si el asunto le interesa, razona sin límite de tiempo, preguntándose en alto, lejos de los argumentarios precocinados.

"Villacís es honesta y entusiasta. Tengo una afinidad ideológica con Ciudadanos", zanja en relación a los motivos. "He cumplido 57 años, llevo publicando desde los 27. A lo mejor no me viene mal moverme en otro terreno".

El escritor que entra en política renuncia a su arma más romántica: la independencia. "Lo afrontaré con sentido común. Uno nunca puede estar de acuerdo al cien por cien con la organización que apoya. Es imposible. No ocurre siquiera en el fútbol. El problema del escritor, por desgracia, es la autocensura, el miedo al contexto en el que trabaja. En política, ir de verso libre no sería correcto por mi parte". Le consuela "una retirada bien cubierta": "Si lo hago mal y me echan, volveré a mis libros".

Casariego ha sido premiado en varias ocasiones; también es autor de guiones de cine. Cs

Acaba de debutar con un par de actos públicos. Ya utiliza Twitter con asiduidad. Pronto ha probado el filo de la navaja.

-Hace un tiempo, usted escribió: "Votad, cabrones, pero no lo seáis tanto como para votar a Iglesias". ¿Por qué ha borrado ese mensaje?

-Debo tener mucho cuidado con la ironía... Se entiende peor de lo que pensaba. Fíjese: Rivera, en una entrevista, dijo en plan de broma que alguna vez se hizo el dormido para no cambiar el pañal a su hija. Recibió un montón de insultos.

-Pero, ¿qué fue eso de "votad, cabrones"?

-Lo escribí en relación a lo que dijo Iglesias.

-¿Cómo?

-¡Ve! Tengo que tener mucho cuidado. Resulta que Iglesias, en una entrevista con un youtuber, dijo: "¡Votad, cabrones!". Hice un juego de palabras con eso. Pero, claro, si la gente no lo asocia... Entiendo que es delicado.

La novela de Madrid

En el capítulo que ha llevado a Casariego a la política hay un condimento que lo impregna todo: la ciudad. Madrid es la suya. Aquí vive y sobre este lugar escribe. Muchas de sus novelas -véase, por ejemplo, La primavera corta, el largo invierno- transcurren en la capital.

"Eso del poblachón manchego siempre me ha parecido un improperio. Aunque creo que está acuñado por Mesonero Romanos, lo utilizan despectivamente los nacionalistas periféricos. Madrid me gusta mucho. Hay tantas cosas por hacer...", reseña.

-¿Cuál es su declaración de intenciones?

-Tras el fracaso de su equipo, Carmena eligió encargarse de la Cultura. No le ha dedicado tiempo. Madrid, en sí misma, tiene una novela extraordinaria ya escrita, pero su autor se queda en casa, no hace nada y espera a que llamen al timbre. Estamos perdiendo el tiempo.

-¿Y usted qué pretende hacer?

-Dentro de poco avanzaremos medidas concretas. No soy sectario, no premiaré afinidades. Esa ausencia de dogmatismo juega a mi favor. Como editor, junto a mi hermano Antón y a Fernando Rodríguez Lafuente, publiqué un libro sobre el imaginario literario de la ciudad. Incluimos a autores de todo el arco político y estético.

Se refiere a Carmena como "la abuelita de Caperucita", una persona "simpática" que "dice las cosas de forma agradable": "Entiendo que a la gente le guste esa imagen, pero no se corresponde con su Gobierno. Ha estado más ocupada en controlar a los suyos que en gestionar la ciudad".

El retrato de los líderes

-Entremos en harina. Usted ha escrito muchos relatos. A Sánchez -según las encuestas- le está funcionando el de "las tres derechas". ¿Cómo se combate?

-Apelando al sentido común, pero por desgracia el sentido común no es el más común de los sentidos. Ese relato es absolutamente falso. Cuando hay dos partidos a tu derecha y dos a tu izquierda, te guste o no, eres el centro. La brocha gorda siempre tiene éxito. La derecha trifálica logra su público. La moderación es la gran víctima de los enfrentamientos. En cuanto las cosas se polarizan, el centro queda desnudo. Pero prefiero estar desnudo en el centro que virar al extremo.

-También se ha banalizado el adjetivo "fascista".

-Se llama "fascista" a Fernando Savater o Maite Pagaza... Ha perdido su significado.

-¿Vox es fascista?

-Vox no me gusta, me da miedo en lo que se puede convertir, pero otros me dan miedo por lo que ya son ahora. Mientras Vox respete la Constitución y no emplee la violencia... Pero corre el peligro de convertirse en algo parecido al nacionalismo catalán.

-En un tuit, habló de los votantes de Vox como "los pacientes ocultos".

-Existe hasta un 30% de indecisos. Vox está sirviendo a Sánchez, le viene muy bien. Sus votos le favorecerán. Está encantado. Hará lo que esté en su mano con tal de que los de Abascal crezcan.

-¿Se anima a trazar un breve retrato de los candidatos a la presidencia del Gobierno?

-Por favor, no me pida eso -se ríe-.

-Bueno, yo le pregunto. ¿Pablo Iglesias?

-Literariamente, es el clásico advenedizo. Alguien que habla de los desposeídos, de la precariedad... Entra en política y, en cuanto puede, se hace con un casoplón. Sé que es una opinión de brocha gorda, pero ha sido él quien ha dado el brochazo.

-¿Santiago Abascal?

-Recoge el rédito de los chistecillos. Por ejemplo, alguien dice: "Qué pena. Si Dios existiera, se habría quemado La Almudena, y no Notre Dame". Explotan ese tipo de estupideces ofensivas y sin gracia. Nosotros también estamos en contra de las idioteces, pero no tenemos la necesidad de peregrinar a Covadonga. Abascal tiene empuje, pero intelectualmente no es brillante. Por eso se esconde.

-¿Pedro Sánchez?

-Con su tesis ha dicho mucho. Las mentiras alrededor de ese trabajo hablan del personaje. No es fiable, va con el engaño por delante.

-¿Pablo Casado?

-Dicen que es buen orador, yo no lo he seguido mucho. Particularmente, no me atrae. Tiene el lastre de venir de donde viene. Su máster le empareja con Sánchez. Además, eso hace daño a quien tiene un máster de verdad.

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