El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ha tenido palabras de cariño este viernes para el hace unas horas fallecido Xabier Arzalluz, histórico dirigente del PNV y 'padre' de frases como "no conozco de ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan", que termina con el también recordado "unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas".

"Se nos ha ido un gran líder político. Un referente. Tuvimos profundas diferencias, pero era un abertzale íntegro con el que aspirábamos a construir una Euskal Herria libre. Era uno de los nuestros, un patriota, alguien que luchó por este país", ha declarado Otegi en su visita al tanatorio en Bilbao en el que han descansado los restos del político antes del funeral. "Hemos venido aquí a mostrar nuestro respeto y a decir que seguiremos luchando por los sueños que él también mantuvo".

Jefe del nacionalismo vasco durante 25 años

Arzalluz fue figura clave del nacionalismo vasco durante 25 años, en los que pasó de defensor de los pactos a apostar por el 'plan Ibarretxe', un hombre de partido que manejaba los hilos mientras dejaba gobernar a otros. Fue en la transición cuando su figura emergió a la luz pública, ya que fue el portavoz del PNV en el Congreso en las Cortes Constituyentes. En aquellos años, entre 1977 y 1979, cuajó su relación con los que luego fueron los 'popes' de la política española, desde Suárez a Felipe González.

Arzalluz era un hombre de partido: el único cargo público que tuvo fue el citado de diputado, que dejó en 1980, para ser presidente del PNV. De hecho, fue el artífice de la dicotomía que sigue practicando el PNV: los cargos del partido y del gobierno vasco son incompatibles, y mandar, manda el partido, el gobierno gestiona. Esa fue una de las razones de su enfrentamiento con el entonces lehendakari, Carlos Garaikoetxea, que estaba en la cima de su popularidad y quería el poder. Acabó como el rosario de la aurora, con Garaikoetxea creando la escisión, Eusko Alkartasuna.

Fue entonces cuando Arzalluz aguantó el tirón, sostuvo al PNV y se convirtió en el jefe indiscutible del partido durante quince años. Dejaba gobernar a Ardanza, que "se maneja muy bien entre tanto papel", decía Arzalluz. Sus adversarios le temían por sus conocimientos, e incluso le tachaban de soberbio, pero sus compañeros de partido le adoraban por lo mismo, y porque en los mítines se remangaba la camisa hasta el codo, como si estuviera todavía en la plaza de Azcoitia, alzaba las manos y enardecía a las masas con su verbo afilado.

Un espectáculo en los mítines, un pragmático en los despachos: pasó de negociar con Felipe González a lograr un pacto con José María Aznar cuando éste llegó al poder, entre elogios mutuos que hoy suenan tan lejanos. Y es que durante los años ochenta y casi todos los noventa Arzalluz fue un 'moderado' defendió el 'espíritu del Arriaga' en el que reconocía el pluralismo de la sociedad vasca, y el PNV gobernó el País Vasco largos años con el PSE.

Fue a finales de los noventa cuando Arzalluz, que había apadrinado la subida de Ibarretxe a la presidencia vasca, asumió las tesis de éste y apostó por la autodeterminación. Entonces dejó otra frase: tildó de "michelines" del partido a los que se oponían al soberanismo. Fueron años muy complicados, y Arzalluz dejó la política en 2004. Él, que lo había sido todo, fue aparcado por una generación joven.