No habría que descartar que la decisión anunciada el lunes por Albert Rivera de que no pactará con Pedro Sánchez tras las elecciones, la hubiera tomado después de tener acceso a los comentarios que éste le dedica en su libro Manual de resistencia, presentado formalmente un día después. Porque sería difícil encontrar mayor número de críticas del presidente del Gobierno al líder de Ciudadanos en la veintena de páginas que le dedica.

Sánchez retrata al político catalán como intoxicador, mentiroso, desleal, muy conservador, veleta, inconsistente... Y los ataques destacan más si cabe por cuanto es el único de los líderes de lo que él ha denominado "las tres derechas" en el que fija su atención: Santiago Abascal ni siquiera aparece mencionado en las casi 320 páginas del libro y sólo hay una referencia a Pablo Casado.

El dirigente socialista cuenta que conoció a Rivera a principios de 2016, cuando empezó a preparar su propuesta de investidura después de que Rajoy rehusó formar gobierno. Dibuja aquel episodio con tintes épicos y se presenta a sí mismo como un estadista: "Sabía que estaba en juego algo mucho más grande que mi persona: el colapso de la institución parlamentaria y gubernamental, más el daño a la Jefatura del Estado. A partir de los escombros, yo debía empezar a construir, pero ¿cómo?".

Recuerda entonces que Rivera, con el que acabó sellando el Pacto del Abrazo, no le secundó en un primer momento: "Seguía diciendo en aquel momento que Rajoy debía intentarlo, pues era su momento y su responsabilidad. Nadie parecía dispuesto a un diálogo que desatascara aquella situación, pero yo tenía la tarea de llevarlo a cabo. (...) Me preguntaba cómo podía articular todo aquello, cómo, después de que otros habían pisoteado la hierba, iba yo a sembrar de nuevo la tierra para que creciera algo positivo".   

La "regresión conservadora" de Cs

Sánchez relata que él "quería y debía" entenderse con Pablo Iglesias, pero que tuvo que descartar esa posibilidad por "sus desplantes", y que entonces encontró en Rivera a un "hombre muy pragmático" que aún "no se había derechizado". Eso sí, no pierde la ocasión de retratarle como un político inconsistente, necesitado de asesoramiento: "Recuerdo que para Rivera su gran referente intelectual y político era Luis Garicano; siempre consultaba con él, y el equipo llegó a celebrar alguna reunión por Skype porque él estaba en Asia".  

Al avanzar en las conversaciones para la investidura que finalmente abortó Podemos, el presidente del Gobierno dice que descubrió que Cs tenía "un sesgo claro de derechas" en asuntos como el de las relaciones sociolaborales, y que en materia de igualdad de género "estaban muy posicionados en espacios muy conservadores" (sic). "Ahora han sufrido una regresión conservadora en todos los planteamientos políticos, sobre todo en el ámbito territorial", añade.

Según la versión que Sánchez aporta en su libro, Rivera ha cambiado radicalmente: "Rivera y yo hablamos entonces de una reforma constitucional para alumbrar una España federal y eso entraba en su visión de España, mucho más progresista que donde se ha situado ahora. Es cierto que había un intento de recentralizar ciertas competencias, pero en un marco federal".

Todas estas circunstancias explicarían, al menos en parte, el deterioro de los lazos entre ambos: "Mi relación con Iglesias ahora es mucho más que normal, es fluida y cordial, con complicidad. Hemos tenido tiempo de conocernos y de ajustar nuestra sintonía. En cambio, con Rivera, con quien entonces fue fluida, ahora es complicada".

"Intoxicación pura y dura"

Al hilo del resultado electoral del 26-J y de la necesidad de buscar acuerdos, Sánchez reprocha a Rivera contradicciones e incapacidad: "No sé cómo, de reprocharnos al PP y al PSOE que no dialogáramos, Albert Rivera pasó a negarse a mirar a la cara a Iglesias. Yo me he sentado más veces a hablar con Rajoy que Rivera con Iglesias". También afirma que el líder de Cs cambió su actitud hacia él: "Rivera comenzó a atacarme, acusándome de haberme radicalizado, ese discurso que hace la derecha".

Comenta también que cuando comenzó a preparar la moción de censura a Rajoy envió un mensaje a Rivera para pedirle una reunión, y que éste le dijo que era mejor que el asunto lo trataran primero José Manuel Villegas, secretario general de Cs, y José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, "y si hay algo más importante ya lo tratamos nosotros después".

Sánchez no sólo reprocha en sus memorias esa actitud de Rivera -"un cambio de Gobierno era el tipo de cuestión de primera magnitud que debíamos abordar los líderes", apunta- sino que asegura que ese mismo día el dirigente de Cs "empieza a contar a la prensa que yo no le he llamado porque quiero pactar con los independentistas y romper España". Y añade: "Intoxicación pura y dura".

El secretario general del PSOE subraya una y otra vez en sus memorias que aunque Rivera evita "deliberadamente" situarse a izquierda o derecha, tiene una "trayectoria personal y política" que permite ubicarle ideológicamente: "Había militado en las Nuevas Generaciones del PP". Y no son pocas las críticas a su "conservadurismo exagerado" a lo largo de las páginas.

La fijación y la insistencia de los ataques de Sánchez a Rivera refuerzan la tesis de que el líder de Cs es su gran rival a la hora de competir por el centro en las elecciones de abril, como ha empezado a comprobarse también en las intervenciones públicas de los dirigentes socialistas desde que se hizo oficial la convocatoria a las urnas.

Noticias relacionadas