El Gobierno de Andalucía ha sido posible por una circunstancia: el Partido Popular ha negociado con Vox en un aparte, lo que ha permitido a Ciudadanos negar cualquier tipo de sintonía con la formación de Santiago Abascal. Pablo Casado no ve con malos ojos sentarse con los ultraconservadores porque los considera hijos pródigos lejos de casa, pero Albert Rivera los tacha de "populistas" y los coloca al otro lado de una frontera infranqueable.

Celebradas las elecciones de mayo, populares y liberales podrían replicar el acuerdo de Sevilla siempre que los azules tuvieran más escaños que los naranjas. Pero, ¿qué ocurrirá si sucede justo al contrario y recae en Rivera la responsabilidad de buscar apoyos para regentar las presidencias? Según confirman fuentes de la Ejecutiva de Ciudadanos a este periódico, tampoco negociarán con Vox en ese caso. Un extremo que tornará muy delicadas todas aquellas investiduras en las que Rivera quede por encima de Casado.

El asidero de Ciudadanos pasa por la esperanza de "recibir el apoyo de Vox sin conceder nada a cambio". "En democracia -conciben los naranjas- no existe la posibilidad de rechazar el 'sí' de quien te vota". Pero Vox insiste en que su bisagra tiene un precio: "No seremos felpudo de nadie".

Este punto genera disensiones en el seno de Ciudadanos. La consigna oficial pasa por equiparar a Vox con Podemos y situar ambas formaciones como "populistas en el extremo" a la misma distancia del centro. Pero cada dirigente, casi todos de tradiciones distintas, tiene su particular concepción. Unos ven el verde más radical que el morado y viceversa.

Sea lo que fuere, un portavoz autorizado de Ciudadanos reconoce que la mayoría absoluta es una utopía y que deberán "alcanzar acuerdos". Si el PP tiene un parlamentario más, podrán lavarse las manos en relación a Vox, como han hecho en Andalucía. Pero, ¿y si ocurre al revés? "No pactaremos ninguna medida con ellos ni entrarán en nuestros gobiernos".

En más de una ocasión, Pablo Casado ha transmitido a los periodistas su itinerario ideal: un Ciudadanos que viaje al centro-izquierda, lo que le permitiría consolidarse en la derecha y centrarse en la batalla con Vox. Rivera, ahora más que antes, trabaja por afianzarse en el centro absoluto, aunque presume de robar votos al socialismo por su "deriva con los independentistas".

La ubicación en el tablero centrará buena parte de las campañas electorales de mayo y Ciudadanos no ha cerrado ninguna puerta. Rivera sigue abierto a acordar por la derecha y por la izquierda: "Los criterios no serán maximalistas. Dependerán de cada situación, de cada territorio. Y del PP y del PSOE que nos encontremos". En ese afán de centralización, varios dirigentes naranjas intentan pintar al bipartidismo "en proceso de radicalización y copia de los extremos".

Tras la amistad que unió a Rivera con Abascal hace algo más de una década, la relación es hoy inexistente. Tras las europeas de 2014, el líder de Vox envió una carta al de Ciudadanos para forjar un acuerdo programático, pero no hubo respuesta.

La campaña de las andaluzas empezó con un "silencio" de la Ejecutiva de Ciudadanos en todo lo que tuvo que ver con Vox, que se mantuvo hasta que llegaron los calificativos contra Manuel Valls y las propuestas de violencia de género. Entonces los de Rivera pusieron nombre y apellido a las medidas verdes: "Son de otra época, inasumibles".

El complicado caso de Madrid

Encuestas privadas y de partido hacen de Madrid una de las grandes ciudades más codiciadas por Ciudadanos. Los liberales se dicen con fuerza para "echar a los populistas" y encumbrar a Begoña Villacís como alcaldesa. Pero los números arrojan, mayoritariamente, el mismo dibujo que en Andalucía: un Gobierno de dos investido por un tercero.

Pero, ¿cómo convencería Villacís a ese tercero si no puede negociar con Vox? ¿Qué pasa si el PSOE les reitera su "no", tal y como ha hecho Susana Díaz en Andalucía? ¿Renunciaría Ciudadanos a la investidura?

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