Santiago Abascal es el vecino incómodo de Pablo Casado y Albert Rivera. Organiza fiestas multitudinarias, ruidosas... y les desvela las ruedas de prensa. El PP quiere camelarle, matarle a besos. Ciudadanos prefiere ignorar, hacer como si el piso en el extremo derecho del edificio siguiera vacío. El mitin de Vox en Vistalegre les ha vuelto a reunir en decenas de titulares. Llevaban un tiempo alejados, pero hace no tanto fueron amigos. Hasta 2014, Santiago fue "Santi" para Pablo y Albert. Cuatro años después lo sigue siendo para el primero, pero el segundo ha elegido la distancia.

La defensa de la bandera frente al nacionalismo unió a Casado, Rivera y Abascal. Coincidían en manifestaciones y se lanzaban piropos en las tertulias. Incluso se mostraban dispuestos a explorar acuerdos programáticos. Hasta que cada uno escogió su camino. Los dos primeros con un fulgurante ascenso electoral.

Gran éxito del acto de Vox en el Palacio de Vistalegre de Madrid. Jesús Nieto Jurado

Casado conoció al candidato de Vox poco después de vincularse al PP, en 2001. Como presidente de Nuevas Generaciones en Madrid, viajó periódicamente al País Vasco, donde Abascal ejercía una férrea oposición a ETA y la política abertzale. Los Abascal, San Gil e Iturgaiz eran los ídolos de los cachorros del aznarismo.

A partir de entonces, Casado empezó a escalar puestos en el PP. Dirigió el gabinete de José María Aznar una vez el presidente abandonó La Moncloa. El protagonismo del ahora líder conservador no menguó su amistad con Abascal. Así lo ha detallado el propio Casado esta semana en una entrevista con Esradio: "A Santi lo conocí escoltado. Formaba parte del maravilloso PP de aquellos años". En más de una ocasión desde el mitin de Vistalegre, el presidente popular ha encomiado la "valentía" de su adversario y se ha negado a identificarlo como un "ultraderechista".

El nuevo PP huirá de la táctica empleada por Rajoy -la elusión- y tratará de "absorber" a Vox. Coinciden en la reducción de las estructuras estatales y los bajos impuestos. Dos objetivos que también asume Ciudadanos. Pero la deportación masiva de los inmigrantes irregulares, la supresión de las autonomías y la eliminación de la ley de la violencia de género, entre otras cosas, abren un abismo entre los tres.

Fuentes de Vox, en conversación con este diario, rechazan de plano la fusión: "Creer que somos una escisión suya es un error. Vamos a demostrar que disponemos de nuestro espacio".

La relación Abascal-Rivera

En contra de lo que pudiera parecer por las evasivas de Rivera esta semana, ambos mantuvieron una afectuosa amistad desde que Ciudadanos entró en el Parlament de Cataluña. El líder de Vox alabó el trabajo naranja en Barcelona y, una vez fundó Denaes -Fundación en Defensa de la Nación Española- invitó a Rivera en varias ocasiones.

Esto, según ha sabido El Español de un dirigente de Vox, le supuso problemas a Abascal, todavía en el PP: "Sus entonces compañeros de partido le reprochaban que diera protagonismo a Rivera". Él lo siguió haciendo y así se estrecharon los lazos. El propio líder de la formación de centro dijo varias veces en la tele: "Tengo una buena amistad con Santi". Incluso llegó a expresar: "Vox no es enemigo ni adversario de Ciudadanos".

Abascal y Rivera, durante una manifestación por la unidad de España.

Aquellos años, unidos por Denaes, Rivera y Abascal cenaron juntos y tomaron alguna copa. Llegaron las europeas de 2014 sin acuerdo entre Ciudadanos y Vox. Los primeros lograron 500.000 votos; los segundos, 250.000. Abascal -entonces el candidato era Vidal Quadras- pidió vía Whatsapp a Rivera un correo personal para enviarle un carta. Éste se lo dio. La misiva fue enviada, pero nunca obtuvo respuesta.

En aquellas líneas, Abascal mencionó la posibilidad de establecer una coalición temporal. Recordó a Rivera lo compartido en materia de unidad nacional, educación y división de poderes, pero el de Ciudadanos hizo oídos sordos. A tenor de lo arrojado posteriormente por las urnas, acertó. Su partido creció sin parar y Vox afrontó una travesía por el desierto.

El distanciamiento personal creció por los dardos que Abascal comenzó a lanzar al que ahora denomina "veleta naranja". Le instó a desnudarse en sus propuestas, y no sólo en los carteles electorales. Aunque rechaza cualquier alusión a Vox en abierto, Rivera considera el grueso de su proyecto fuera de tiesto. Los naranjas piden continuamente aplicar la Constitución, un punto incompatible, por ejemplo, con la supresión de las autonomías deseada por Abascal.