Con la salida estrepitosa de Cristina Cifuentes del tablero de juego, el Dos de Mayo sirvió para inaugurar una prematura campaña electoral en la plaza que todos quieren conquistar: la Real Casa de Correos. Sin Cifuentes en la Puerta del Sol, las protagonistas de la jornada fueron las dos mujeres más poderosas del Gobierno de Mariano Rajoy: Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, que escenificaron su ruptura con una silla de por medio: tan cerca la una de la otra y tan lejos a la vez.

La vicepresidenta del Gobierno llevaba días confirmada como la única miembro del Gabinete de Mariano Rajoy que acudiría a los actos festivos del Dos de Mayo. Sin embargo, a última hora del martes se sumó al acto la secretaria general del Partido Popular, amiga de Cristina Cifuentes, la persona que respaldó con más ahínco a la expresidenta cuando el caso del máster le acosaba.

Cospedal peleó ante Mariano Rajoy que el PP debía mantener a la baronesa madrileña para que, al menos, que se despidiera dignamente presidiendo los festejos del Dos de Mayo. La secretaria general apostó por no dejarla caer y forzar así a Ciudadanos, su rival más fuerte, a votar en una moción de censura con PSOE y Podemos. Pero todos sus esfuerzos por ganar esta batalla fueron en vano, a pesar de su memorable "hay que defender a los nuestros" en el congreso nacional de Sevilla.

El PP postCifuentes intenta pasar página

El vídeo de Cifuentes robando en el supermercado agotó la paciencia de Rajoy, que dio la orden a ella, a Cospedal, de que la presidenta debía abandonar la Puerta del Sol antes de las 12. La secretaria general visitó personalmente a la todavía jefa del Ejecutivo madrileño a su despacho en Sol para darle el recado que traía del líder del PP. Disciplinada y fiel, Cifuentes hizo caso a las exigencias del jefe, a pesar de la decepción que le supuso que no fuera él quien personalmente le pidiera su dimisión.

Apenas un metro separaban a Cospedal de Santamaría en la festividad del Dos de Mayo, pero ninguna de las dos hizo el esfuerzo de disimular una falsa cordialidad. La vicepresidenta encabezaba el bando del PP y del Gobierno que creían que mantener el poder de la Comunidad de Madrid primaba por encima de cualquier persona. Es la misma teoría que avalaba el coordinador general del partido, Fernando Martínez-Maillo, que en ningún momento del agónico mes que ha durado esta crisis ha hablado con Cifuentes.

Santamaría lucía este miércoles unas enormes gafas de sol oscuras que despistaban a todo el que le miraba. Su equipo lo justificó con una "fotosensiblidad" debido a una conjuntivitis. Todas las miradas se posaban en ella: la mujer a la que uno de sus enemigos íntimos, José Manuel García-Margallo, trajo al endiablado tablero de juego madrileño colocándola como la perfecta sucesora de Cifuentes. Es un "regalo envenenado" para los seguidores de la vicepresidenta.

En busca de la opción ganadora

A pesar de que la 'número dos' del Ejecutivo no quiere salir de Moncloa, en el Partido Popular cada vez va tomando más forma la opción de sacarla del Gobierno para amortiguar el golpe de la crisis de Cifuentes: "Necesitamos una opción ganadora para poder al menos empatar", describía a este periódico un destacado miembro de la dirección madrileña. El tándem perfecto lo formaría ella junto con Pablo Casado, el vicesecretario que suena también para dirigir desde ya el PP madrileño.

Conscientes de que cada palabra suya puede ser interpretada de una manera en un momento tan delicado, las dos protagonistas abandonaron la Puerta del Sol en cuanto comenzaron a repartirse canapés. Ni siquiera se quedaron unos minutos para insuflar algo de oxígeno al alicaído Partido Popular de Madrid. Quien sí saludó a los invitados el presidente de trámite, Ángel Garrido, que no mencionó expresamente a Cristina Cifuentes en su discurso porque era un acto "institucional en el que había que mirar "hacia el futuro". Pero volvió a reiterar su cariño y admiración por su amiga y jefa.

Durante la recepción no se descartó que Mariano Rajoy opte por dejar a Garrido al frente de la Comunidad de Madrid porque, al fin y al cabo, se busca a alguien que gestione la Real Casa de Correos hasta las elecciones de 2019, apenas un año más. Todo está aún por decidir, pero en Génova querían dejar pasar el Dos de Mayo para elegir formalmente al sustituto de Cifuentes. Todos daban por hecho que el nombramiento será antes de que termine la semana.

Sobre la mesa hay más nombres. Además del delfín de Cifuentes, se piensa en el portavoz de la Asamblea, Enrique Ossorio; y los diputados Alfonso Serrano y Juan Antonio Gómez-Angulo para dirigir la Comunidad. El PP madrileño, además de Casado, también suena para dirigirlo Juan Carlos Vera.

Sin expresidentes

El único líder nacional que acudió a la festividad fue el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Lo hizo para pedir a Ciudadanos que no permita "la corrupción del PP". Pero se fue también pronto, como Cospedal y Santamaría, sin hacer más declaraciones a los medios. Cifuentes pasó su Dos de Mayo más amargo con su familia en Alemania, donde tratar de reconstruirse poco a poco. Faltaron los expresidentes del PP: Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre e Ignacio González, todos los que han contribuido en mayor o menor medida a que el Partido Popular de Madrid necesite una renovación urgente y radical. El único objetivo que comparten todos los estamentos del PP es encontrar la fórmula mágica para taponar la tremenda hemorragia electoral y poder mantener el tipo hasta 2019.

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