Daniel Montero Alejandro Requeijo

No fue Jamal Zougam quien se chocó conmigo en los trenes”. Sentencia sin pestañear el guardia civil Félix J. Alonso Holguín. “Yo no sé si estuvo o no allí. Pero lo que si sé es que él no fue la persona que se chocó conmigo”, mantiene sin atisbar un mínimo de duda. Él viajaba en el vagón número cinco del tren que estalló en Santa Eugenia, el mismo en el que la testigo protegido C-65 dijo haber visto a Zougam. Un relato que ratificó J-70.

Para Félix J. Alonso Holguín todas las mañanas son 11 de marzo, el día en el que estalló el reloj de su vida tras seis paradas de cercanías. Ahora, basta un pequeño olor para recordarle sentando en un vagón, cualquier ruido para escuchar el dolor de las víctimas y sobre todo, ninguna excusa para que su cabeza, una y otra vez, reviva el momento en que se cruzó con uno de los principales autores del peor atentado de la historia de España. Solo que no fue Zougam.

Guardia civil de profesión, Alonso Holguín sufre el retiro forzado de las secuelas psicológicas; la condena de haber vivido aquello y de que su cabeza no le deje pasar página. Ante la Audiencia Nacional señaló entre los álbumes de fotos el rostro de Said Berraj, el único terrorista que trece años después del ataque está todavía en paradero desconocido.

Sin embargo nadie le llamó a declarar en el juicio. Ni la Fiscalía, ni los jueces, ni la defensa de Jamal Zougam, que fue condenado a 42.000 años de prisión por participar en los atentados. Por poner aquella bomba que rompió su vida y la de tantos otros.

En el juicio, dos testigos fueron determinantes para situar a Zougam en el tren aquella mañana. Dos mujeres que sitúan al marroquí como la persona que se chocó contra Félix y que volvió su rostro para ser así identificado. Algo que él, ahora y entonces, niega.

-¿Qué recuerda de aquella mañana?

Prácticamente todo. Desde los sonidos hasta el sabor a humo y metal que se me quedó en la boca ¿Habéis tenido alguna vez un accidente de coche? Pues es algo similar. Uno se acuerda de los detalles.

Yo iba en el vagón número cinco y la explosión fue en el cuatro. Iba con los ojos cerrados y con los auriculares puestos escuchando la radio, porque iba medio dormido. El tren estaba parado y fue justo después de que se cerraran las puertas cuando se produjo la explosión. Al sentir el golpe del tren, vi que se cayeron las catenarias y a gente saltando por la vía. De repente entró una bocanada de humo y gente corriendo. Ahí cogí el teléfono y llamé a mi oficina. Estaba destinado en el Estado Mayor del Ejército, en la Unidad de Información, y le iba contando a mis compañeros todo lo que estaba ocurriendo.

¿Y cómo fue su encuentro con el terrorista?

Yo me solía subir en el cuarto vagón porque cuando se abren las puertas en Nuevos Ministerios, es el que para más cerca de las escaleras. Son manías. Me subí en Alcalá de Henares y retrocedí hasta el vagón número cinco porque vi un asiento. Al poco de sentarme, pasó un tipo y me golpeó con la mochila. Yo estaba sentado y él pasó por el pasillo. Me dio el golpe y pensé "¿Y éste? No te pide ni perdón ni nada". Se giró y yo le vi la cara, pero siguió para delante. 

[En el juicio sobre los atentados, dos testigos protegidos describieron una escena similar, pero con Jamal Zougam como protagonista. De hecho, la defensa del terrorista intentó procesar después a las dos mujeres por falso testimonio y llamó a declarar a Alonso Holguín como prueba. El caso se sobreseyó provisionalmente].

Entonces, usted no puede asegurar que Zougam no estuviera en los trenes, pero sí descarta que fuera la persona que le golpeó.

Eso es. Lo descarto totalmente. Aquel día yo atendí a una persona que estaba cadáver y la recuerdo totalmente. Estaba sin signos vitales junto a uno de los boquetes en el vagón cuatro y no respiraba, con el abdomen abierto. Y me acuerdo perfectamente de su cara. De su pelo. Y como ese detalle, te acuerdas de un montón de cosas.

La testigo C-65 declara que a ella también le da con la mochila y que la otra persona está de pie en la puerta del vagón.

Complicado que le diera a ella. El pasillo no era tan estrecho. Yo estaba sentado en el asiento más cercano al pasillo y ellas iban las dos a mi derecha. Iba leyendo, como ella ha afirmado. Pero no iba leyendo un libro [contrariamente a su versión]. Y no había nadie de pie en el vagón, que iba lleno, pero solo de gente sentada. Se notaba que había menos gente que otros días porque había huelga en las universidades.

Ni siquiera en el color de la mochila coinciden. Usted declaró que era de color negro y ellas de color azul.

Pues la mochila que me golpeó a mí, portada por aquella persona, era de color negro. Y sobre todo se me quedó grabado en la memoria por no pedir perdón. Ese día te pones a pensar en cosas raras. Cosas que han pasado que no ocurren habitualmente. ¿Qué es diferente? Y de eso te acuerdas. En este caso te acuerdas de alguien que te topas con él y no te pide perdón. Y piensas “qué maleducado”.

Usted tiene la sospecha de que las testigos protegidas no estaban allí, sino que hicieron servir su historia como coartada.

Estoy convencido personalmente de eso. Convencido de que alguien les ha contado mi declaración, los hechos que viví y que yo dije en la asociación 11-M, y ellas lo han adoptado a lo suyo. Creo que algún pariente suyo se intentó hacer pasar por víctima y no coló. Y ellas fueron rechazadas en una o dos ocasiones. Son pequeños detalles pero son fundamentales.

¿Y no puede ser que a lo largo de esa mañana pasaran otras personas y usted no se diese cuenta?

Que me empujara a mí, no. A mí me empujó solo una persona. La que identifiqué en la foto. 

Para preparar la entrevista hemos recordado algunas fotos de Said Berraj y no nos parece que tenga rasgos árabes. Al menos no muy acentuados. Sin embargo usted declaró que la persona que chocó con usted tenía rasgos árabes.

El tipo tiene rasgos árabes. Tú lo ves y tiene la tez bastante morena, no al uso de los europeos. Tú cuando ves a una persona, no puedes decir al cien por cien que tiene rasgos árabes. Pero él tiene rasgos árabes. No como Zougam. ¿Zougam tiene rasgos árabes? Bueno, tiene el pelo ensortijado. Yo al ver a quien me empujó, lo identifiqué como tal.

En los álbumes de la Audiencia Nacional me enseñaron un montón de fotografías. Algunas de ellas incluso de cadáveres. Y no pude identificar a la persona que me empujó con la mochila. No es ninguno de los de Leganés y, por supuesto, no es Jamal Zougam. Que quieren convencernos, o convencerme de que era él… pues qué quiere que le diga, no va a tener mucha suerte. Ni siquiera la complexión era la misma.

Said Berraj en una imagen distribuida por la Policía.

¿Y entre las 96 fotos no tuvo usted duda en ninguna otra?

No. 

¿Sigue seguro de que la foto 41 corresponde a la persona que le empujó?

Yo creo que sí. Pero no eran 96 fotos sino muchísimas más. Dos archivadores que estábamos allí consultando entre tres personas que no nos conocíamos de nada. Yo fui con una amiga que declaró primero y luego las vi yo.

¿Y qué dijeron sus compañeros cuando llegaron a la foto 41?

No lo sé. No lo sé porque ellos estaban allí pero yo no sé lo que declararon. No estábamos los tres encima de las fotos, sino que cada uno tenía su álbum y se tomaba su tiempo. Además, a mí ni se me ocurre decirle al de al lado “oye, mira éste”, ni nada parecido. Estaba el juez Del Olmo, que yo no lo he visto en mi vida, y la fiscal, que se puso un poco arisca en que nos diéramos prisa en firmar o no firmar. Y claro, tienes que ir asimilando. E ir despacio. Sobre todo tienes que ir despacio para decir la verdad.

Y luego ¿por qué no fue llamado a declarar en el juicio, ni siquiera por el abogado de Zougam, que desde un punto de vista de la estrategia de defensa le hubiese venido bien?

Ni idea. No lo sé.

¿Recuerda si en la fase de instrucción cayó en alguna contradicción? ¿Algo que restara credibilidad a su testimonio?

No. No me suena. Solo fui al juicio un día y fue para verlo. Cuando salí a fumar un cigarro coincidí con los acusados y dije "aquí no vuelvo". Para pasarlo mal no vuelvo.

¿No tiene usted miedo de que alguien interprete su voluntad de decir que se han hecho cosas mal con reabrir heridas?

Mira, la vida es un ciclo.El año que viene, hacia febrero, volverá a salir todo esto. Y cuando llegue el 12... hasta el año que viene. Y así año tras año. Pero nosotros somos víctimas. Yo no sé quién lo hizo, lo desconozco. Pero me caben dudas, muchas dudas de quienes dicen que lo hicieron.

¿Y no es más lógico hablar de errores en la instrucción que de una operación planeada por servicios secretos y encubierta por jueces y políticos?

Aquí hay una colección. El tema de Zougam... que en el piso de Leganés no hay ni una sola huella. Ellos son sunitas y los libros del Corán que tienen son chiítas. La mochila de Vallecas, con los cables sin conectar. Esa mochila tiene metralla y en las que explotaron en los trenes no había metralla. El teléfono no tiene el amperaje suficiente para activar los detonadores. En el Skoda Fabia no aparece ninguna huella dactilar, pero sí restos biológicos de los encausados. El explosivo... Y sobre esas contradicciones han construido una película tremenda

Cada pieza que han usado en la sentencia, rascas un poco y te surgen muchas dudas. Demasiadas dudas. No es un sumario que tenga un error. Es un sumario con tropecientos errores. Y luego el juez Bermúdez dice que España no está preparada para saber la verdad.

Le cuesta pasar página...

Aquello va conmigo siempre. Son pequeños detalles. Ruidos, olores, las imágenes... No te imaginas por ejemplo cómo lo paso yo en las cabalgatas con los petardos. Pasas un trago. Y vas por la calle y a lo mejor están soldado y te viene un olor. O simplemente tu mujer tuesta pan en casa y se le quema un poco. Pues ese olor te recuerda a aquello. 

Recuerdo que sacamos a una señora vestida de negro debajo de los asientos, entre hierros y papeleras, entre cuatro o cinco. Y nos dimos cuenta de que estaba allí porque estaba llorando. ¿Cómo va a haber alguien aquí debajo? Levantamos aquello y vimos a la mujer.

Todas esas imágenes, esos sabores, esos olores, se te activan. Oyes que ha habido un atentado y te da igual si ha sido en Afganistán, en Pakistán o aquí. Lo que te viene es la tristeza. Por supuesto no quieres hablar con nadie. En cambio viene el niño y tienes que jugar con el niño aunque no tengas ganas. El niño hay veces que te ve llorar y pregunta: "¿Qué es eso papá?". "Conjuntivitis. Que se me ponen los ojos colorados por ir a la piscina". ¿Cómo le voy a explicar a mi hijo dentro de unos años que el problema no es la natación? ¿Cómo se lo explicas?  

Entonces, el problema es que a las víctimas como usted, las dudas no les dejan descansar...

Exacto.Todas las dudas esas son tan insalvables que tengo la esperanza de que alguna vez sepamos la verdad.

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