El gabinete presentado por Mariano Rajoy al país contiene un mensaje y un movimiento táctico, pero es una pintura incompleta de la que apenas hemos visto una tercera parte. El mensaje no es sólo su continuismo o el cuidadoso -y delicado- reequilibrio de poderes con la integración de figuras nuevas, sino un claro llamado de atención a Ciudadanos y al PSOE de que este gobierno puede atrincherarse y durar lo que su jefe quiera. Eso significa que la amenaza de disolver las cámaras, que el PSOE empleó como palanca en su debate interno para pasar del 'no' a la abstención, va a ser el motor de la política española en los próximos meses.

En buena lógica, entonces, este gobierno está diseñado para durar cuatro años como dice Rajoy y su fiel Martínez Maillo, o apenas seis meses, hasta el próximo verano. Y esta segunda opción puede adoptar dos formas: o nuevas elecciones o crisis de gobierno.

Y aquí Rajoy está de nuevo en la salsa de su predilecto principio de que entre decidir una cosa o la otra siempre cabe no decidir, porque una crisis de gabinete en verano supondría que en estos meses que vienen el presidente habría conseguido atraer/empujar a Ciudadanos al Ejecutivo y consolidar una mayoría parlamentaria de 169 escaños que le daría una estabilidad que ahora no tiene.

El nuevo gabinete es una trampa para osos que lleva escrito el nombre de Ciudadanos. La lección que deja este proceso de decisiones es que Rajoy no va a regalar nada por anticipado.

Desde esta perspectiva, el nuevo gabinete es una trampa para osos que lleva escrito el nombre de Ciudadanos. La lección que deja este proceso de decisiones es que Rajoy no va a regalar nada por anticipado. Y, aunque sabe que la cámara está fragmentada y es consciente de que el poder ya no se jugará en los amplios espacios que abre una mayoría absoluta, está dispuesto a jugar en el regate corto con tanta agresividad como estime conveniente.

Pero el presidente del Gobierno sólo ha desvelado una parte del cuadro que ha estado pintando. Otro tercio de la obra está dedicado al Parlamento y sigue semivelado. Las relaciones con las cortes siguen en manos de una secretaría de Estado y hay muchos rumores de que Rafael Hernando no seguiría en la jefatura del Grupo Popular. De momento lo único que se sabe es que uno de los puestos clave para presentar la acción del Ejecutivo y articular la relación con posibles aliados, que es la portavocía, la ejercerá Íñigo Méndez de Vigo.

No será cómoda la tarea de Méndez de Vigo. Mientras él está en su Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, el aparato de Comunicación seguirá en Moncloa. Si se ha querido reforzar el papel del portavoz, no se le ha puesto fácil la tarea, aunque sólo sea por el hecho de estar físicamente separado del lugar donde se cocina la acción de gobierno.

La parte del cuadro totalmente velada es el tercio que ocupa el Partido Popuar. La entrada de Íñigo de la Serna es una señal poderosa. El alcalde de Santander lidera a un grupo de políticos del PP como el ex presidente balear José Ramón Bauzá o el diputado riojano Emilio del Río que ha dado muestras de que hacen bien lo que se les encomienda y que está ahora mismo pidiendo paso.

No será cómoda la tarea de Méndez de Vigo. Mientras él está en su Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el aparato de Comunicación seguirá en Moncloa.

Esta generación nacida ya en los años 70 -Saénz de Santamaría forma parte de ella- está llamada a llenar el hueco que dejó la de los 60, donde muchos de sus miembros más relevantes -Francisco Camps, por ejemplo- cayeron bajo escándalos de corrupción. De esa generación perdida, algunos de los pocos supervivientes son Esteban González Pons, ahora en el Parlamento Europeo, y la propia Maria Dolores de Cospedal, cuyo tiempo en la secretaría general del PP parece haber tocado a su fin porque, a la larga, se hará evidente la incompatibilidad con su nueva cartera ministerial.

Es significativo que esta generación nacida en la década de 1970 se lleva particularmente bien con Alberto Núñez Feijóo, a quien consideran su líder natural. Y esto quizá cerraría el círculo de lo que Rajoy puede estar considerando para el futuro del partido a partir del congreso que quiere realizar en los próximos meses.