Pepe Barahona Fernando Ruso

“Pepe, Susana nos ha matado; es como si nos hubiese clavado un puñal”. Cuando el ex presidente de la Junta de Andalucía Manuel Chaves descolgó el teléfono y marcó el número de su sucesor Pepe Griñán todavía se tocaba el costado con los dedos para conocer el alcance de la cuchillada que horas antes les había asestado la líder de los socialistas andaluces y, por aquel entonces, ya presidenta del Gobierno andaluz: Susana Díaz.

Fue en una comparecencia ante los medios cuando la política de Triana anunció –de forma velada– que sus predecesores deberían abandonar sus escaños en las Cámaras Alta y Baja si la jueza que instruía el caso de los ERE terminaba imputándolos. “Me dejas al pie de los caballos”, reprochó minutos antes Chaves con tono lacónico a Díaz, que llamó al ex presidente para limar sus polémicas palabras. “Tus declaraciones eran innecesarias –continuaba–, ahora has puesto el punto de atención sobre nosotros y esto va a ser un escándalo”. Se cumplía así una de las profecías que Griñán había confiado meses antes a su sucesora: “Tú vas a tener que matar al padre”. Y así lo hizo.

En el cementerio de la política andaluza hay un panteón con los restos de quienes se cruzaron en el camino de Susana Díaz, la lideresa de los socialistas en la región en la que siempre han gobernado, un caladero de votos del PSOE. Nadie mejor que la hija de un fontanero para saber cómo funciona la fontanería de un partido, las tuberías que conducen al poder y las que terminan en el desagüe. Ahora, desde la cima, mira a Alfredo Monteseirín, a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, a José Antonio Viera, a Rafael Velasco, al propio Chaves o a Griñan, pero también a Alfredo Pérez Rubalcaba y su delfín Eduardo Madina. Motores de un ascenso que acabaron defenestrados por una insaciable ansia de poder.

Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Fernando Ruso

Un libro que retrata sus batallas

“No le conozco ninguna derrota y, como apuntan su círculo cercano, tiene una capacidad de cicatrización muy rápida”, desvela el periodista Manuel Pérez Alcázar, autor del libro Delfines y tiburones. La lucha por el poder en el PSOE (Almuzara, 2015). Él ha sido uno de los testigos privilegiados del ascenso de Díaz al olimpo del socialismo y el libro es una rica crónica repleta de puñaladas y traiciones. “Hasta ahora –sigue– nunca ha librado una batalla sin la total certeza de que podía ganar”. Y eso que han sido muchas a lo largo de toda su trayectoria política, que comienza en las Juventudes Socialistas de Andalucía.

Allí conoce, antes de ser concejala en el Ayuntamiento de Sevilla, a un joven prometedor que auspiciado por Luis Pizarro, el líder de Alcalá de los Gazules –de donde salieron destacados dirigentes socialistas como Alfonso Perales o Bibiana Aído–, consigue hacerse con el liderazgo de Juventudes en Andalucía: el cordobés Rafael Velasco. Él ve en Susana a una joven enérgica, ya secretaria de organización de Juventudes en Sevilla, y la nombra número dos a nivel andaluz.

El recorrido de la de Triana al frente de las Juventudes del partido despierta el interés del por aquel entonces alcalde de Sevilla el también socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, que la nombra –con 24 años– delegada de Juventud y ‘alcaldesa’ de su barrio. Y Díaz se incorpora a la camarilla del hombre de confianza del regidor, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, delegado de Presidencia y Urbanismo. La relación entre Díaz y el resto del equipo de Gobierno va bien hasta que se producen las primeras desavenencias importantes con el alcalde, que ve en las elecciones generales de 2004 la oportunidad de deshacerse de Díaz incluyéndola en las listas para el Congreso.

En la cámara Baja coincide de nuevo con Rafael Velasco, que hacía gala de una buena proyección y una carrera más consolidada que Susana. Allí se fogueaba junto con un grupo de jóvenes ‘tutelado’ por el andaluz Pepe Griñán. “Dicen las crónicas que siempre iba rodeado de ellos, como un profesor y sus alumnos, entre los que estaban Leire Pajín, Carmen Chacón, Máximo Díaz Cano, Rafael Velasco y la propia Díaz, que forja lealtades en ese grupo”, desgrana el periodista Pérez Alcázar.

La calma en el sur se ve alterada con el distanciamiento entre Monteseirín y Chaves. El alcalde sevillano pretendía eludir la presión que el presidente andaluz imponía desde la federación regional y, para zafarse de la marca, inventó las plataformas locales a las que quiso dotar del mismo poder que las ejecutivas provinciales. La idea no prosperó pero dejó en evidencia una crisis en el PSOE sevillano. La solución: el nombramiento por consenso de José Antonio Viera como secretario general del PSOE de Sevilla, en detrimento de José Caballos, de la cuerda de Monteseirín, peso pesado en la política andaluza del momento y contrario a Chaves, que movilizó a la militancia contra él.

Susana Díaz junto a su gran valedor, José Antonio Griñán. Fernando Ruso

Recién nombrado Viera, al histórico alcalde de Dos Hermanas Francisco Toscano –todavía en el cargo desde 1983– se le ocurre proponer a Díaz como segunda en la ejecutiva provincial –secretaria de organización– haciendo valer su conocimiento en la fontanería del partido y su inmaculada hoja de servicios. Y es ahí cuando Monteseirín se postula como el enemigo a batir. El segundo, Gómez de Celis.

Contra ellos, un ardid de Chaves y Griñán –que filtran a la prensa el deseo de Monteseirín de no optar a un cuarto mandato– asesta un duro golpe al alcalde, que postulaba a Gómez de Celis como su delfín. Ni Viera ni Díaz iban a aceptar esta opción y en su lugar, el aparato socialista regional puso su mano sobre Juan Espadas, consejero de Vivienda de Griñán y actual alcalde de Sevilla.

“Gómez de Celis –gerente de la Agencia Pública de Puertos de Andalucía– nunca ha rehuido en la lucha que desde antes de eso mantiene con Díaz, pero es un pulso desigual”, defiende Pérez Alcázar. Pese a ello, quien fuera segundo espada de Monteseirín se ha alineado siempre en el lado opuesto a Díaz y ha mantenido en los últimos meses reuniones clandestinas con Pedro Sánchez. Ambos fueron juntos a la última Feria de Abril, en busca de una tregua con la mandamás del socialismo andaluz.

Satisfechas las afrentas con Monteseirín y Gómez de Celis, el siguiente en pasar por la daga de Díaz fue el propio Viera, su mentor. El escenario, la resaca del reñido Congreso Federal celebrado en Sevilla en el que Alfredo Pérez Rubalcaba se impuso a Carme Chacón como sustituto de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la secretaría general del PSOE. El mismo en el que se nombró a Griñán presidente del partido.

El motivo, el liderazgo del PSOE en Sevilla y su reflejo en las listas para las Generales de 2011: un pulso entre Griñán y su secretaria de organización, Díaz; y el secretario general sevillano, Viera, que contaba con el apoyo de Rubalcaba. Las espadas estuvieron en alto hasta que Viera presentó su dimisión después de que los hombres de Susana hurtaran a Viera de la mayoría de su Ejecutiva provincial. Una situación análoga a la actual con Pedro Sánchez. Los presentes recuerdan que los adeptos de Viera gritaban “¡Tongo, tongo!” en mitad del Comité Provincial y que Ferraz impuso una gestora para dirigir el PSOE de Sevilla. ¿Le suena de algo?

¿Quién traicionó a Velasco?

La sucesión de Griñán a Chaves elevó a Rafael Velasco, ese cordobés de mucha proyección con quien Díaz coincidió en Juventudes, a la vicesecretaría general del PSOE en Andalucía. “La regeneración de Griñán se tradujo en una apuesta por gente joven como el propio Velasco, Susana Díaz o Mario Díaz”, detalla Pérez Alcázar, que sigue teniendo dudas con lo que pasó con el número dos de la federación andaluza.

La edición andaluza de El Mundo, con una información de la periodista Carmen Torres, publicó el 17 de octubre de 2010 que la mujer de Velasco había recibido 730.000 euros en subvenciones de la Junta de Andalucía durante cuatro años para impartir unos cursos de formación. El anuncio, después de varios dimes y diretes, empezó a causar fatiga en el Gobierno de Griñán. También desasosiego en la familia de Velasco, cuya mujer estaba embarazada. Hasta que el cordobés dimitió argumentando “motivos personales”.

“¿Cómo una persona curtida en las Juventudes Socialistas, la escuela en la que se aprenden las peores artes de la política, pudo venirse abajo ante una información que no tuvo mayor trascendencia política ni judicial?”, se pregunta el autor de ‘Delfines y tiburones. La lucha por el poder en el PSOE’. Muchas son las voces que apuntan al propio partido socialista de filtrar la documentación a El Mundo. Algunas hilan más fino y sitúan a Susana Díaz –la más beneficiada con la dimisión al conseguir la vicesecretaría del partido– como la autora del soplo. “No es la única ocasión en que los enemigos internos de Díaz la acusan de haber hecho carrera ‘matando al padre”, sostiene el Pérez Alcázar. Una acusación que irrita especialmente a Díaz, amiga de la familia, que llegó a llorar cuando supo del propio Velasco su intención de dimitir.

Los ERE, el impulso definitivo

Pertrechada en el número dos del partido, la dimisión de Griñán –cercado por el caso de los ERE falsos– pone a Díaz en la presidencia de la Junta de Andalucía. “Susana, estás preparada. En septiembre dejaré la Presidencia en tus manos”, le dijo su predecesor ante la mirada de Mario Jiménez, mano derecha de Díaz. Con el poder total en el granero que más rédito ha generado en los socialistas, Susana volvió a afear a quien había sido su mentor ausentándose de la votación en la que el Parlamento Andaluz eligió a Griñán como senador. El motivo, una audiencia con el Rey, prevista para las 19.30 horas.

José Antonio Griñán y Susana Díaz.

Un gesto nada comparable a la comparecencia que Díaz hizo ante los medios y en la que pidió la dimisión de Chaves y Griñán por su imputación por el caso de los ERE, que motivo una de las frases más significativas de cuantas definen a Díaz: “Pepe, Susana nos ha matado; es como si nos hubiese clavado un puñal”. En ese caso, la presidenta se excusó en las presiones que recibía del secretario general Pedro Sánchez. Griñán disculpó a Díaz y advirtió: “Sólo os pido que no habléis de mí ni de este tema”. Menos comprensivo se mostró Chaves, que no aceptó los argumentos de Díaz. “Me dejas al pie de los caballos. Tus declaraciones eran innecesarias, ahora has puesto el punto de atención sobre nosotros y esto va a ser un escándalo”, zanjó quien fue presidente de la Junta durante 19 años.

Pedro Sánchez, un aliado fallido

El anuncio de Rubalcaba de abrir la elección de su sucesor a la militancia se interpretó como una afrenta en el entorno de Díaz, que coqueteaba públicamente con la idea de dar el paso a Madrid. Pero una de sus máximas siempre ha sido la de no emprender una batalla sin tener la certeza de que ganaría y, en esta ocasión, no las tenía todas consigo. De los candidatos: Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias, ninguno tenía tanto por perder como Susana Díaz, que arriesgaba la presidencia de la Junta de Andalucía. Rubalcaba respondía así a anteriores afrentas de la andaluza.

Díaz quería un congreso de unidad, no una lucha fratricida que pudiera ocasionarle un desgaste irreparable. Una votación por aclamación. Y la mandamás andaluza puso a funcionar la maquinaria para que figuras claves se alinearan con ella. El propio Zapatero pidió a Madina que diese un paso atrás para no entorpecer el camino de Díaz. Pero finalmente, la de Triana decidió fortalecer el proyecto en Andalucía y postergar su salto a Madrid.

Susana Díaz y Pedro Sánchez. Fernando Ruso

En su lugar, Díaz se puso a remar a favor de Sánchez, en una clara oposición a Rubalcaba, que tenía a Madina como su delfín. Tanto, que recabó para él 14.000 de los 19.000 avales que se firmaron en Andalucía. Y Sánchez se alzó con un 48,7 por ciento de los votos, consiguiendo la secretaría general de la mano de Díaz.

“Susana esperaba tener en Pedro Sánchez a una persona más complaciente”, detalla Pérez Alcázar. Y entre ellos se inició una guerra que perdura hasta la actualidad. En estos últimos meses, la oposición conjunta de Díaz y Madina los ha convertido en aliados. Los malos resultados, su coqueteo con Podemos y su aislamiento ha dado argumentos a los barones del PSOE, que apoyan a Díaz en la crisis abierta que se vive estos días en Ferraz. Una crisis que ha acabado de forma abrupta, con la dimisión de Sánchez. Él es ya el último cadáver de Susana Díaz. 

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