El TSJA ha ratificado la condena por abusos sexuales en grado de tentativa contra un hombre, F.E.G., quien, durante el acogimiento temporal en su domicilio de una menor tutelada por la Junta, intentó abusar de ella en dos ocasiones.

Los hechos ocurrieron en 2013, cuando la niña tenía doce años. La menor no le contó a nadie lo sucedido hasta finales de agosto de 2015. El Alto Tribunal Andaluz ha desestimado el recurso de la defensa de F.E.G., y ha ratificado íntegramente la condena, en primera instancia a un año y medio de prisión por la Audiencia Provincial de Sevilla.

El hombre, casado y sin antecedentes penales, tenía 56 años en el momento en el que se produjeron los hechos. Dos años antes la Junta de Andalucía les había otorgado, a él y a su esposa, mediante una resolución administrativa, la condición de "familia colaboradora" en relación con la menor.

El Servicio de Protección de Menores de la Junta de Andalucía tenía la tutela de la pequeña desde que ésta tenía 7 años.  Vivía habitualmente desde entonces en un centro de acogimiento residencial de Sevilla, pero desde 2011 “pasaba gran parte de los fines de semana y vacaciones con el acusado y su familia”, explica el TSJA.

Todo transcurría con normalidad hasta que llegó una noche de Navidad en el que el matrimonio y la niña regresaron de noche a casa y cada uno se dirigió a su dormitorio a acostarse. Estando la pequeña en su dormitorio, “se sintió inquieta porque había relámpagos y sentía frío, por lo que decidió levantarse e ir al salón para buscar una manta y ver la tele como en otras ocasiones había hecho”.

Cuando llegó al salón se encontró a J.F. E. G. recostado en el sofá, ante el televisor encendido. Según la sentencia, la niña al acercarse vio que estaba despierto y le dijo “papá, tengo frío” y él le contestó: “Túmbate aquí conmigo”. El hombre la arropó con la misma manta con la que él se tapaba.

Acto seguido el ahora condenado comenzó a hacerle a cosquillas por la espalda "como en otras ocasiones había hecho para que se durmiera". Cuando la menor se incorporó, el hombre, “movido por ese ánimo libidinoso se sacó el pene y le preguntó a la menor si se lo tocaba, cogiéndole la mano a la niña para dirigirla hacia su miembro viril con intención de que lo masturbara, si bien la menor al salir de su sorpresa retiró la mano rápidamente, levantándose y marchándose a su dormitorio". La sentencia recoge que “no ha llegado a acreditarse que llegara a tocar los órganos genitales”, por lo que la condena ha estimado que los abusos se produjeron en grado de tentativa.

Al día siguiente, el hombre entró en el dormitorio de la menor cuando la misma estaba acostada, y comenzó “a darle besos y acariciarle el pelo”. La niña, asustada, “creyendo que podía ocurrir lo mismo que en la noche anterior, se arrimó hacia el otro extremo de la cama” para alejarse. J.F. le dijo que lo perdonara y que no le contara a nadie lo sucedido “porque le podía arruinar la vida”.

La menor siguió acudiendo a visitas con la familia del acusado hasta finales de agosto de 2015. A los responsables del hogar de acogida donde la niña vivía no les contó que le hubiese sucedido nada hasta dos años después, con motivo de una riña con otra compañera del centro. EL TSJA recoge además que la menor llegó a sustraer una cantidad de dinero en el centro, como un acto voluntario buscando el castigo, “para no ir más a la casa del acusado tras el episodio sexual”.

La sentencia se ha basado en las testificales, y sobre todo, en los informes periciales psicológicos que se le hicieron a la niña al salir a la luz los hechos. Estos recogen que “no tenía motivos para inventarse el incidente del abuso ya que la revelación del mismo suponía quedarse sin apoyos, tanto de su familia, como de la familia colaboradora, y ella quería seguir teniendo visitas con la misma”.

La pequeña llegó a interpretar, para guardar silencio, “que lo que le había hecho el acusado era muy leve, y además le había pedido perdón; textualmente la niña repetía: "todo el mundo se equivoca y yo le he dado una oportunidad". Insistía mucho en “que le había prometido que no lo iba a contar, que tenía un gran temor a perjudicar al acusado y su familia”. A juicio de la psicóloga, “se debatía en el conflicto interno de anteponer el vínculo de lealtad a su propia protección”.

La víctima, hoy ya con 21 años de edad, ha mantenido a lo largo de los años su relato, y en el juicio reiteró que solo quiere “que se haga justicia”.

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