Sevilla

Dicen los expertos que los episodios históricos tienden a repetirse. Las guerras, los intentos de independencias y el auge de pensamientos extremos no son nuevos. Tampoco las epidemias y todas acabaron erradicándose.

El Archivo Histórico Provincial de Sevilla acoge durante el mes de febrero una exposición que quiere mostrar un rayo de luz respecto a la Covid-19. A través de testimonios procedentes de la Fábrica de Tabacos, la Real Audiencia de Sevilla y la Escribanía de Guerra, se detalla cómo se superaron en Sevilla y en la comunidad andaluza las distintas pandemias que castigaron a la sociedad durante el siglo XIX

La Escribanía de Guerra era el tribunal encargado de las causas penales y civiles en las que estuviese implicado el personal militar. Curiosamente estas restricciones son muy parecidas a las que las autoridades han tomado en todo el mundo desde el pasado mes de marzo cuando la palabra Covid-19 lo invadió todo.

A finales de agosto de 1800, por la epidemia de la fiebre amarilla, los andaluces ya estuvieron confinados por mandato de la Junta de Sanidad de Sevilla. Se trataba de una especie de comité de expertos que se encargaba de analizar la situación y tomar las medidas pertinentes.

Además de los confinamientos perimetrales incluso por barrios, la sociedad del siglo XIX, como la del siglo XXI, ya sufrieron restricciones de la movilidad, aislamientos para los enfermos, suspensión de eventos, como teatros, corridas de toros y procesiones, o la habilitación de hospitales específicos. Estos fueron el de la Sangre o de las Cinco Llagas como centro general de pacientes epidemiados. Incluso, llegaron a crearse los citados comités de expertos por provincias.

La fe de sanidad

También se habilitó una especie de documento, un certificado de fe de sanidad, como el código QR que quiere poner en marcha la Junta de Andalucía a las personas ya inmunizadas con las dos dosis. El objetivo era que las personas sanas pudieran demostrar que no padecían la enfermedad como en la actualidad.

Pero además, los afectados debían guardar su debida cuarentena de manera aislada en los llamados lazaretos. Uno de los lugares elegidos fue el convento de Santo Domingo de Portaceli, ubicado en aquel entonces en los extramuros de la ciudad. 

En conversación con EL ESPAÑOL, la directora del Archivo Histórico Provincial, Amparo Alonso, asegura que de la documentación se puede deducir el miedo a morir que tenía la población. "Conservamos protocolos notariales y hemos comprobado que en años de epidemia los testimonios crecían".

La fiebre amarilla

La exposición se centra, principalmente, en dos de los sucesos más mortíferos conocidos en la capital sevillana: las epidemias de 1800 y 1833. La primera de ellas fue causada por la fiebre amarilla, una enfermedad de origen vírico, endémica en áreas tropicales de África, Sudamérica y Centroamérica. Se transmite por la picadura de ciertas especies de mosquito.

En 1800 el contagio alcanzó España a través del puerto de Cádiz, con un importante impacto sobre Sevilla y las comarcas limítrofes desde los meses de julio a noviembre. "En aquella época no había grandes movimientos de la población ante la falta de transportes, pero la mayoría de las enfermedades entraban por los puertos", asegura Alonso.

La consejera de Cultura en Andalucía, Patricia del Pozo, y la directora del Archivo Municipal, Amparo Alonso. EP

Dentro del Fondo documental de la Escribanía de Guerra destacan, entre otros, el Edicto de la Junta de Sanidad de Sevilla mediante el que se publica la Orden del capitán general de Granada, don Tomás de Morla. En él disponía medidas preventivas de salud pública ante la epidemia de fiebre amarilla.

Se estima que en torno a un 18% de la población perdió la vida a causa de aquella fiebre. En la exposición se puede observar también una petición de José León Cobos, cura y colector de la Iglesia Parroquial de Gerena, a petición de un vecino de la localidad, que declaraba que su tío carnal, Pedro Amselmi, falleció a causa de la citada epidemia.

El cólera morbo

La segunda fue la epidemia de cólera morbo. Se trató de una enfermedad diarreica aguda causada por un bacilo presente en las heces de los enfermos. La insalubridad de ciertas zonas de la ciudad favorecían la contaminación de las aguas potables y los alimentos. Tampoco ayudaba el hecho de no tener conciencia de las enfermedades que se podían contraer.

Procedente del delta del Ganges, la epidemia alcanzó la Península Ibérica en 1833 a través de los puertos de Vigo y el Algarve, manteniéndose activa en Andalucía Occidental durante un par de años.

"Por ejemplo, si alguien se moría infectado su ropa no se tiraba, sobre todo si su poder adquisitivo era alto y ésta era de calidad", asegura la directora del Archivo. Otra circunstancia que, también coincide en la actualidad, es que la población en situación de pobreza era la que más sufría. Estos tenían que ir a un hospital, no les podía visitar el médico en sus domicilios, y también eran los principales perjudicados al cerrarse parte de la actividad económica.

Por último, entre los documentos del Fondo de la Real Audiencia de Sevilla, el visitante puede encontrar un detallado informe, emitido por la comisión especial de cólera morbo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. El mismo responde a la solicitud del Obispado de esta ciudad para seguir sepultando cadáveres en el interior de la Catedral.

La exposición se denomina 'Documentos para la esperanza. De cómo Sevilla salió de las epidemias del XIX' y parte de la iniciativa El documento del mes. Inaugurada por la consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, Patricia del Pozo, estará abierta de lunes a viernes en horario de 9,00 a 14,00 horas en la sede del archivo, en la calle almirante Apodaca de la capital hispalense.

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