Manuela Carmena se opuso a la operación Chamartín, Joan Ribó se rebela contra la ampliación del puerto de Valencia, y Ada Colau abandera la lucha contra la ampliación del aeropuerto del Prat.

Desde que el Gobierno anunció que inyectará 1.700 millones de euros para remodelar el aeropuerto de Barcelona, su alcaldesa ha estado haciendo oposición al proyecto. 

En el caso de Valencia, su alcalde pretende paralizar las obras que incrementarán la capacidad del puerto de Valencia, pasando de mover cinco millones de contenedores al año a doce millones, con el correspondiente impacto económico para la ciudad, estimado en 600 millones de euros. 

Por otro lado, según estimaciones de Aena y el Gobierno de España, la ampliación del aeropuerto del Prat generará 83.000 puestos de trabajo directos, 365.000 indirectos y hará crecer el PIB de Cataluña más de un 2%.

Pese a ello, En Comú Podem, está en contra. Alega tanto su dudosa viabilidad medioambiental como el efecto llamada que produciría, disparando un turismo que el partido de Colau considera ya desbordado. 

"Se prevé que la remodelación del aeropuerto aumente el tráfico en 20 millones de personas al año, una cifra inasumible para Cataluña y para Barcelona", asegura la alcaldesa. "Nosotros buscamos un turismo sostenible y equilibrado, y esta reforma tendrá un impacto medioambiental terrible, es un contrasentido", añade. 

Política partidista 

Nacho Martín es portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña, y según dice, la izquierda se opone a las grandes inversiones en sus ciudades por dogmatismo ideológico y miedo a perder su caladero de votantes. 

Piensa que las posturas políticas como la oposición de la alcaldesa de Barcelona a la ampliación del aeropuerto de la ciudad son fruto del relato victimista que han desarrollado a lo largo de los años: "Cuando tú construyes tu estrategia demonizando a los empresarios, vendiéndole a la gente que nos dominan poderes ocultos y que todo progreso es malo, cuando llega una oportunidad como la del Prat, tienes que negarte por coherencia."

Pepe Egea, expresidente de la Asociación Valenciana de Politología, también coincide en este punto con Martín: "Podemos hacer todas las teorías que queramos, pero al final en política lo que se mira siempre son los votos, y cada partido se debe a sus votantes y la ideología que tengan". 

Progreso para la izquierda

Según dice Nacho Martín, "la izquierda populista que encarnan personas como Ada Colau, que se vende como progresista, representa la cúspide del antiprogreso. No les interesa el bien común ni la prosperidad porque están cegados por la ideología".

Egea, por su parte, defiende que "no existe la idea de progreso infinito", y empeñarse en supeditarlo todo a las grandes obras es "cortoplacismo, partidismo y electoralismo". 

Opina que tanto Ada Colau como Joan Ribó pertenecen a partidos que promueven el ecologismo por encima de la economía como seña de identidad de su ideología, y que son fieles a ella. 

"Uno tiene que hacer una elección por un modelo de ciudad y venderlo, y por eso te votarán los ciudadanos. Ribó y Colau quieren una ciudad ecológica, verde, amable con los peatones... Es igual de legítimo que otros modelos más comerciales, más industriales. O haces una elección por una cosa o por la otra", afirma. 

Egea defiende el término "progreso ecológico" en contraposición al "progreso económico de la derecha", es decir, valorar la ecología y el cambio climático como las luchas de cara al futuro, temas en los que la izquierda quiere destacarse frente a la derecha. 

Desde Ciudadanos en Cataluña creen que puede conjugarse el cuidado del medio ambiente y el progreso económico con estos grandes proyectos. Han anunciado su apoyo a la ampliación del Prat, "siempre y cuando la Unión Europea emita un informe favorable sobre la viabilidad medioambiental de la construcción".

Carlos Navarro, consultor político, explica por su parte que los gobiernos de izquierdas están en contra de proyectos en los que atisben un cariz consumista, turístico, de atracción de capital... y prefieren las políticas de gestos, como hacer carriles bici, levantar carreteras para hacerlas peatonales o subvencionar actos culturales de movimientos afines y con alta carga ideológica.

"Las grandes inversiones de capital y modernización son propias de la derecha y el liberalismo", asegura Navarro, para quien otros son "limitadores del progreso". 

"Justamente la idea de progreso es ir hacia delante, no quedarse en el pasado. Una ciudad del siglo XXI como Madrid y Barcelona debe ponerse objetivos ambiciosos si quiere resultar atractiva y competitiva dentro del mundo en el que vivimos", concluye.

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