Septiembre está ya aquí y con él el retorno a la rutina, a la ciudad, a los colegios. La rentrée es, como cada año, inevitable. Pero hay algo que aún podría variar: la incidencia de la segunda oleada de la pandemia del coronavirus. Porque ya hay datos para hacer saltar todas las alarmas.

El Sistema de Monitorización de la Mortalidad, MoMo, del Instituto de la Salud Carlos III (ISCIII), ya ha dibujado, con los datos actualizados a 24 de agosto, que España se encuentra en un segundo periodo de exceso de mortalidad. Esto es: que se vuelven a producir más muertes -por cualquier causa- de las que deberían en circunstancias normales. 

En total, del 27 de julio al 15 de agosto -y que podría continuar si los próximos datos siguen esta tendencia-, fallecieron en nuestro país un 12’6% más de ciudadanos. 2.540 personas cuya muerte no estaba prevista, dentro de la predicción que se hace de la mortalidad en nuestro país.

Han sido, en su mayoría, mujeres -1.747 féminas-. También existe un gradiente de edad: entre esos muertos de más hay, principalmente, mayores de 75 años -2.160 personas, un 15% superior a las que se esperaban-. Le sigue el tramo de 65 a 74 años -159, un 5’6%- y el de menores de 65 -130 muertos más, el 4’2%-.

La segunda ola está aquí

El primer periodo que señala MoMo fue, claro, el pico de la pandemia provocada por la Covid-19. Hablamos de decesos entre el 10 de marzo y el 9 de mayo. Las cifras, entonces, también rompieron todas las predicciones.

¿Es esto la temida segunda ola?  “Es lógico atribuir este exceso a la Covid”, explica en conversación con EL ESPAÑOL el portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología Joan Caylà. Ya sea, claro, por muertes directas o indirectas: aquellas -como infartos, cánceres…- que no se han atendido correctamente por la saturación del sistema y que no tendrían por qué haber fenecido ahora.

“Aquí miramos las muertes y la mortalidad, según MoMo, aumenta discretamente. Esto es un proceso. La gente se infecta, enferma, alguno se complica, pero esto lleva su tiempo, sus días. Al cabo de dos, tres semanas o más es cuando un enfermo puede fallecer”, detalla el experto.

Podría haber, claro, cierto margen de maniobra. En estos meses conocemos más al virus y la enfermedad. También su transmisión. Pero todo depende de lo que esté sucediendo en estos momentos: cómo nos estemos comportando.

Porque el sistema MoMo utiliza la información de mortalidad por todas las causas que se obtiene diariamente de 3929 registros civiles informatizados del Ministerio de Justicia, correspondientes al 92% de la población española y que incluye todas las provincias. Las estimaciones de mortalidad esperada se realizan mediante modelos restrictivos de medias históricas basados en la mortalidad observada del 1 de enero 2008 hasta un año previo a la fecha actual. Es decir: va con cierto retraso. No es una fotografía de ahora, sino de hace un par de días.

También sigue un recuento distinto al que hace el Ministerio. El dato de muertes por Covid-19 que ofrece Sanidad se refiere a los decesos de personas que han sido sometidas a una prueba de diagnóstico. Por eso, la radiografía que ofrece es parcial: sólo muestra una parte del total.

En la actualidad, en España se están llevando a cabo dos procesos paralelos: el recuento que hace el Ministerio de Sanidad -a través de los datos de las comunidades autónomas- y el conteo de los fallecimientos globales, por cualquier causa, que registra el Instituto Carlos III a través de MoMo -que bebe de los registros civiles-.

Los primeros efectos

“Esto pasa porque el Ministerio no sigue la definición de muerte de la OMS, que decía que si tenía el fallecido una clínica compatible por covid, se interpretaba así aunque no hubiera PCR”, ahonda Caylà. Así, y a sus ojos, la cifra real es muy superior a las que se admite.

Para el catedrático de Salud Pública en la Universidad Miguel Hernández, ex director de Salud Pública durante la pandemia de la gripe A y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), Ildefonso Hernández, tampoco cabe duda, con estos datos, que el exceso es por Covid-19: “Es suficiente para poder interpretar un exceso atribuible, aunque lo sabemos con exactitud con los registros de mortalidad”, apunta.

¿Es esto, entonces, un toque de corneta, un último aviso ante lo que está por venir? “El aviso no hace falta: aunque, obviamente, el impacto que está teniendo la segunda ola en hospitalizaciones y UCI es baja de momento, el aumento sostenido de la incidencia indica que la edad media ha bajado”, comenta Hernández. “Las hospitalizaciones y muertes van a ser menores [que de marzo a mayo, durante el otro periodo de excesos], sí, pero que va a tener un efecto no hay duda”.

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