Fueron apenas unos segundos. Ramón estaba a las puertas de su tienda de muebles en el municipio guipuzcoano de Elgoibar cuando algo llamó su atención: un camión de gran tonelaje iba a gran velocidad y una madre, con un niño en brazos, se precipitó a la carretera para salvar a su otro hijo. Un balón perdido desató la tragedia aquel 21 de septiembre de 1962. Ramón, en un gesto heroico, mitigó las consecuencias del desastre. Le había arrebatado a la mujer -ahora muerta en el asfalto junto al niño- al pequeño de los dos infantes, ofreciéndole la oportunidad de seguir viviendo.

Aquel niño, Cándido de nombre, aprovechó la oportunidad para arrojarse al abismo del radicalismo. Entró en ETA, se armó con una pistola y el 12 de mayo de 1980 -este domingo fue el aniversario- mató en Elgoibar a un vecino de su Azkoitia natal. Era Ramón Baglietto, el hombre que le había salvado la vida.

Pedro Mari, hermano de Ramón, detalló así los hechos en el documental Trece entre mil, dirigido por Iñaki Arteta:

“Era el año 1962, estaba mi hermano precisamente aquí, en la puerta de la tienda que tenía, cuando se dio cuenta [de] que venía una señora con un niño en brazos y otro niño agarrado de la mano. Entonces, el niño llevaba una pelota, el que iba agarrado de la mano. Y en un momento dado se le escurrió la pelota y el niño salió corriendo. Justo en ese momento venía un camión pesado y la madre, instintivamente, fue a proteger al chaval. Mi hermano, perplejo, no tuvo tiempo nada más que de quitarle el niño que llevaba en brazos en ese momento y de observar con horror cómo se morían aplastados por el camión la madre y el niño. Lo patético de esta historia es que el niño que quedó en sus brazos aquel día, el niño al que salvó la vida, fue precisamente quien 18 años después atentó contra su vida pegándole un tiro en la sien”.

El crimen

Fue un asesinato en dos escenas consecutivas. La primera se dibuja a bordo de dos coches. Cándido Azpiazu y su compinche José Ignacio Zuazolazigorraga, en un Seat 131, se pusieron a la altura de su objetivo, que viajaba en su Seat 127. Sacaron una ametralladora y una pistola y le vaciaron varios disparos. Ramón perdió el rumbo de su coche y se estrelló contra un árbol. Es aquí donde se esboza la segunda escena: Cándido, aquel niño arrebatado de los brazos de su madre, remató a su salvador de un disparo en la cabeza.

¿Los motivos del crimen? En el delirio terrorista barruntaron una serie de razones que remitían al cargo público de la víctima. Ramón Baglietto, al igual que su hermana Nieves, había sido concejal de UCD en el Ayuntamiento de Azkoitia. Cándido Azpiazu y José Ignacio Zuazolazigorraga fueron detenidos a los pocos días y condenados a largas penas de cárcel.

Otro asesinato

En la historia de este crimen hay otras coincidencias -no casualidades-. Eran días de sensaciones agridulces: por un lado Ramón se alegraban de que los terroristas no hubieran conseguido asesinar a disparos, sí herir, a su gran amigo José Larrañaga, ex alcalde de Azkoitia. Aquello le llenaba de dicha, e incluso celebró aquellos hechos con sus hijos de corta edad y con su mujer, Pilar, en un asador cercano.

Pero había una sombra que crecía. Porque Ramón sentía que le seguían de cerca. Los terroristas no se conformaron con el asesinato de Ramón Baglietto. Cuatro años más tarde, el día de Nochevieja de 1984, mataron también a su amigo José Larrañaga.

Aquel era un ambiente reconcentrado y doloroso. El terrorismo de ETA había rasgado la sociedad española, pero la convivencia era asfixiante en los municipios más pequeños, en los que todos conocían quiénes eran sus vecinos y cuáles eran sus ideologías. Fernando Aramburu, autor de Patria, bien se podría haber inspirado en Azkoitia y en la historia de Baglietto para escribir su novela.

El regreso del asesino

Pilar Elías, la mujer de Ramón, tomó el testigo de su marido y entró como concejal en el Ayuntamiento del municipio guipuzcoano, integrada en las filas del Partido Popular. En más de una ocasión ha detallado algunas de sus angustias en el cargo, aguantando reproches de aquellos que jaleaban a los asesinos de su esposo.

Cándido Azpiazu quedó en libertad en 1995, quince años después del asesinato de Ramón. Regresó a Azkoitia. Abrió una cristalería. La tienda estaba en los bajos del edificio en el que vivía Pilar Elías. Asesino y mujer del asesinado se cruzaban por la calle todos los días.

En el mismo documental de Trece entre mil, Pilar Elías relataba a Iñaki Arteta cómo era su día a día: “Si queremos caminar, tenemos que ir protegidas”.

El historiador Gaizka Fernández Soldevilla, en un artículo publicado en 2016 en El Correo, apunta a la necesidad de escuchar los testimonios de las víctimas del terrorismo: “El último Deustobarómetro, recién publicado, indica que el 66,3% de la población cree que es “normal y saludable” pasar “la página del pasado de violencia y conflicto político”. ¿Sin haberla leído? ¿Sin haber aprendido nada? Tal vez no sean los estudiantes los únicos que necesitan escuchar la voz de Pedro Mari Baglietto”.

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