Fernando es un español en Colombo. Uno de los pocos, muy pocos. Y es católico practicante, lo que este domingo de resurrección ha sido un riesgo para la vida en la capital de Sri Lanka. "Anoche estuve en la vigilia pascual, y quien sea que haya hecho esto ha querido hacer daño a los cristianos en un día de enorme afluencia a las iglesias", explica al otro lado del teléfono.

Iglesias humildes y bulliciosas han sido arrasadas por bombas, también hoteles de cinco estrellas para turistas, causando al menos 209 muertos y 450 heridos. "Es una sensación terrible, durísima... hoy un buen amigo ha escapado por poco de la bomba en Negombo. Al acabar la misa salió rápido y se ha salvado por 50 metros".

Sentado en su casa, lleva pegado horas a la televisión. Y dice que se ve a sí mismo como hace 15 años, "el 11 de marzo de 2004, en Madrid". Fernando lleva trabajando y residiendo ocho años en Colombo, "y muy contento, no quiero volver", pero hoy, en este domingo de muerte para más de dos centenares de personas que celebraban la Resurrección de Cristo, siente lo mismo que aquel 11-M. "Es igual, la misma impotencia, y el mismo miedo a que hay por ahí gente suelta matando... acaba de haber una explosión más", explica pasada una hora de la octava bomba.

Saint Anthony's, el Santuario de San Antonio, tras el ataque, en Colombo (Sri Lanka). Reuters

El Gobierno ha cortado las redes sociales y ha intervenido el WhatsApp y otras aplicaciones de mensajería, explica este profesor madrileño en Colombo. "Es más difícil contactar con los tuyos, los amigos, pero así evitan la propagación de rumores que sólo hacen daño".

La guerra, no tan lejos

Y es que Sri Lanka salió de una guerra civil hace sólo 10 años, y las facciones más radicales de un grupúsculo budista sigue agitando los odios sectarios. "Suelen atacar a los musulmanes, porque los cristianos, sobre todo los católicos, están muy integrados socialmente", explica. "Hay tensión, porque este ataque es raro y es difícil de atribuir: han ido contra iglesias católicas y hoteles de lujo". Le preguntamos si eso no tiene sentido, si no es un atentado contra lo que representa Occidente. "No lo sé.. aquí la comunidad católica es muy humilde. ¡Han matado a los humildes que celebraban a su Dios! No tiene sentido".

Es un país, explica este madrileño, poco habituado a la violencia contra los cristianos, aunque sí hay ataques de radicales budistas contra la minoría musulmana, y viceversa. Por eso esta oleada de sangre y pólvora contra los cristianos -católicos y metodistas- sorprende.

Unos monjes budistas ante el Santuario de San Antonio tras la oleada de atentados en Colombo (Sri Lanka). Reuters

Una de las iglesias atacadas es el Santuario de San Antonio, el tempo más popular de la capital de Sri Lanka. "Es como poner un bombazo en el Cristo de Medinaceli en Madrid, una imagen con mucha devoción, y que hoy estaba repleta de fieles por ser Pascua". Cuenta Fernando que él tiene amigos en ese barrio, muy católico, pero que no visitaba esa iglesia desde hace un par de meses. "Esto hace mucho daño a la convivencia, es muy duro para los católicos. Y hay miedo a que las masas se levanten y pase algo descontrolado en represalia".

Ése es el mayor temor que se traduce de la conversación mantenida a casi 9.000 kilómetros de distancia y tres horas y media de huso horario. "Aquel 11-M teníamos el mismo miedo, no saber quién, no saber si estaba empezando algo... por suerte, aunque haya habido más atentados, no fue una cadena, no hubo un enfrentamiento. Aquí ha habido mucha paz desde 2009, pero esta ola de atentados es tan distinta...".

Domingo de Resurrección trágico en Sri Lanka, con al menos 187 muertos

Fernando recuerda para EL ESPAÑOL cómo conoció la noticia en la mañana de este domingo. "No escuché nada, no oí las explosiones, porque no vivo tan cerca. Me avisó un amigo por el whatsApp". Y, más o menos como cuando el despertar trágico de Atocha, "me planté delante de la tele, muy triste". Y lo que vino después "fue lo mismo que aquella vez: televisión, mensajes, muertos en pantalla, estoy bien, sabes algo de éste o la otra, más tele, los muertos..."

Igual que "ante los trenes reventados en televisión" de hace 15 años en Madrid, Fernando no deja de cambiar de canal. "Miro los canales locales y las cadenas extranjeras, a ver cómo os lo están contando y si lo que llega es correcto", explica. Pero no logra poner palabras a que el dolor desgarrado que se vive al otro lado de su ventana no termina de ser retransmitido por los corresponsales de agencia. "Es que es muy duro, creo que no estáis pudiéndolo saber desde allí".

"Temo el apellido religioso que pongan al terrorismo"

Después de ocho años en Colombo, Fernando cree conocer bien el país desde el que habla. "Yo llegué después del fin de la guerra, pero he visto cómo se convive aquí, en paz", cuenta con algo de sonrisa transmitida por el móvil. En Sri Lanka la población cristiana representa el 7%, mientras que los budistas son alrederdor del 67%, los hinduistas son el 15% y los musulmanes el 11%. "El miedo es que alguien le cuelgue un apellido religioso al grupo terrorista que haya hecho esto", y las consecuencias de eso. "Hay temor de que esto repercuta en la convivencia, porque una salvajada así no estaba pasando".

Una imagen de la Virgen María destrozada tras la explosión en el Santuario de San Antonio de Colombo (Sri Lanka). Reuters

La duda no es lo que pase mañana, sino intentar averiguar qué ha pasado. Fernando se pregunta el significado de esta masacre. Sri Lanka es destino en calma -o lo era- para el turismo de lujo en el sudeste asiático por su exhuberante naturaleza y su rico patrimonio histórico. Nunca habían sido atacados sus hoteles de alto nivel.

Ahora, pasadas las 18.00 horas en Colombo, hay toque de queda hasta las 6.00 horas del lunes. Y el movimiento en las calles se para, sólo policías, ejército, ambulancias y quién sabe si los primeros detenidos servirán para esclarecer lo que ha ocurrido. "Ojalá el Gobierno sepa hacer la investigación bien, lo resuelva y los mande a la cárcel", expresa casi como un rezo Fernando.

Hace una semana, Sri Lanka celebraba otra fiesta, el año nuevo local. Y por eso Fernando tiene vacaciones en su trabajo. "Hoy no he salido ya de casa, nos han conminado a no ocupar las calles, para facilitar el trabajo a las ambulancias. Pero mañana tampoco saldré, ¿para qué?". Fuera hay silencio en vez de bullicio. "Y tristeza, hay tristeza".