Barcelona

El vuelo intelectual de Bernard-Henry Lévy anidó este lunes en Barcelona con un monólogo que es a la vez ensayo y una herida sobre la vieja, a veces oxidada y, hoy de nuevo, esperanzadora Europa. Y lo hizo en compañía de Albert Boadella, en lo que supuso el regreso del cómico a la escena de Cataluña tras catorce años de diáspora.

Looking for Europe, la pieza que este martes presentarán en Madrid BHL y el propio Boadella, rozó el lleno en el Teatro Coliseum, con un público que, en su mayoría, ya contaba los cincuenta, y entre el que se encontraban personalidades de la cultura y la economía catalana. También políticos: entre otros, Manuel Valls –recurrentemente mencionado en una obra que, dijo, refleja “la lucha por la verdad” que representa la carrera municipal por la alcaldía de Barcelona–, el alcaldable del PP Josep Bou y la también popular y candidata a las generales por Barcelona Cayetana Álvarez de Toledo.

Ante esa audiencia, Levy recorrió Europa de norte a sur, del mito a la realidad, del origen de la historia al futuro inminente. Y azotó, vaya si azotó, a los populismos y separatismos: de Órban a Salvini, de Marine Le Pen a Putin y –textualmente- “Baby Trump”, haciendo parada en el “trío satánico” que, afirma, forman Pablo Iglesias, Santiago Abascal y Carles Puigdemont. Un trío que, reflexionó, representa dos tipos de populismos que “no son como el colesterol: no hay uno bueno y uno malo”.

Lévy se duele de Europa 

La obra –narrada en francés, español y, brevemente, en catalán– simula la preparación de una conferencia para EL ESPAÑOL en un hotel de Sarajevo, presentada por Salman Rushdie y encargada por el director de este diario, Pedro J. Ramírez, a quien BHL recuerda y agradece un reportaje de hace 40 años, a vueltas de la participación del escritor en el programa La Clave de TVE –“BHL, el que puso KO a Santiago Carrillo”, clama el autor sobre el escenario-. Y es en ese contexto, el de Sarajevo 25 años después de su asedio dentro de la Guerra de Bosnia, y más de un siglo después del asesinato de Francisco Fernando que dio origen a la Primera Guerra Mundial, en el que Levy saca su látigo y se duele de Europa.

Se duele y hace que el público se duela, tanto por el extenuante esfuerzo que es la obra en sí (“Una hora y media hablando seguido… Yo hablo quince minutos seguidos y me muero”, comentaban un grupo de espectadores a la salida del teatro), como por el recorrido por todas las llagas de Europa: desde las cuchillas de la valla de Ceuta a la impiedad con los inmigrantes en Lampedusa, del Holocausto al Brexit, de la Unión burocrática y sin rostro a la amenaza de Putin.

Los latigazos de Lévy se dejaron sentir en el público, quedo y expectante, y que se reservó la sonrisa para las intervenciones de Albert Boadella, la primera de ellas interrumpida por un minuto de ovación nada más pisar el escenario. El cómico (tal vez haciendo caso a su propio mandamiento, escrito en sus Memorias de un bufón: “Traicionar periódicamente a la patria”), interpreta al propietario del hotel en el que se aloja el escritor, un catalán separatista que interrumpe la reflexión de Levy con una fusta inane, de corto alcance y miras, pero definitivamente cómica.

El regreso de Albert Boadella a un escenario catalán tiene algo de mofa joglariana. Catorce años después de actuar en Cataluña por última vez, el cómico pisa las tablas en un Teatro Coliseum que fue el escenario de la salida, bajo protección, de la secretaria judicial que el 20 de septiembre de 2017 quedó sitiada en la Consellería de Vicepresidencia, Economía y Hacienda, uno de los hechos centrales del juicio al Procés. La Consellería comparte manzana con el teatro, y ambos edificios distan entre sí apenas unos pasos.

El lienzo de la extinción de Europa

No falta el “Cataluña no es España”, el “nos roban” o la “evidente visibilidad” de las diferencias entre catalanes y españoles, que la audiencia, propicia a ese tonalidad del humor, recibió con risas y más de un aplauso. Sobre todo cuando Lévy, al fin, se decide a definir con un casticismo -que también aplicó al Presidente de la Generalitat Quim Torra- la pequeñez del discurso del personaje en el contexto de una Europa sangrante ante otra de sus horas decisivas.

Quizá por ello al terminar la representación, que se acercó más a las dos horas que a la hora y media, el ambiente era muy distinto al de los minutos previos. La catarsis a través de la comedia es apenas un alivio dentro del tour de force –imposible enumerar todas las grandes mentes europeas que menciona– de Lévy. Y por eso el aplauso final fue más solemne que febril. Seguramente porque es difícil sonreír ante el claro lienzo –“La otra tentación”- que traza el escritor: la extinción de la idea de Europa.



Este lunes, por cierto, se cumplían 62 años de la firma de los Tratados de Roma, germinales para el nacimiento de la Unión Europea. Lévy no lo mencionó. Pero más allá de localismos, el contexto era ese, y no otro.