Cuando los partidos independentistas tienen claro su "no" al Estado, suele escucharse con nitidez. Y, sin embargo, en el día de la aprobación del proyecto de Presupuestos en el Consejo de Ministros, el único "no" fue el de la CUP. La diputada en el Parlament María Sirvent se confesó atónita por que PDeCAT y ERC "no den un 'no' radical" a las nuevas cuentas públicas haciéndolas depender de "un diálogo que es absolutamente inexistente", según ella. 

Las señales surgidas del independentismo este viernes son halagüeñas para Pedro Sánchez. Al menos en el primer asalto de los Presupuestos, que es la votación en el pleno del Congreso sobre su tramitación en detalle, algo que se se conoce como las enmiendas a la totalidad que, de prosperar, devuelven al Ejecutivo sus cuentas. 

El Gobierno tiene ahora un mes para acabar de convencer a los partidos independentistas de que permitan la tramitación presupuestaria hasta el 11 y 12 de febrero, cuando se producirá el debate y votación en el pleno. Después vendría la fase de enmiendas y el voto definitivo. 

Si sobre la decisión última PDeCAT y ERC se reservan sus cartas, sobre la tramitación han dado ya numerosas señales de que quieren permitirla. La dirección del PDeCAT encabezada por David Bonvehí, considerado como un moderado, se inclina claramente por permitir que se puedan negociar las cuentas. Al menos la mitad de los 8 diputados que tiene el partido en el Congreso quieren no sólo que se debatan sino que se inclinan por además aprobarlos. 

Entre los diputados de ERC en el Congreso también son mayoría los que no quieren dar un portazo al Gobierno, en consonancia con las señales que emite Oriol Junqueras desde la prisión de Lledoners, desde donde sigue controlando el partido. 

ERC, más compacto

ERC se comporta como un partido muchísimo más compacto que el PDeCAT, sometido a numerosos vaivenes. A los elementos más dialogantes y proclives de no romper con Sánchez, que tienen sus máximos exponentes en Bonvehí y en el portavoz en el Congreso, Carles Campuzano, hay que sumar la influencia de Carles Puigdemont, mucho más duro, y en menor medida Quim Torra, el president de la Generalitat, flanqueados por diputados de Junts per Catalunya en el Parlament afines al ex jefe del Ejecutivo autonómico, huido en Waterloo (Bélgica). 

Pero hasta Puigdemont y Torra abrieron la puerta este viernes a permitir la tramitación de las cuentas públicas. "La tramitación o no dependerá de la voluntad de los parlamentarios de Madrid", dijo Puigdemont, como si se quisiese quitar de enmedio ."Ni el Gobierno ni los grupos parlamentarios del Parlament (de Cataluña) tienen ninguna decisión en la tramitación o aprobación", según él. 

El vicepresident de la Generalitat, Pere Aragonés, pidió "más gestos a Pedro Sánchez". A día de hoy, "a ERC le faltan motivos para dar apoyo a los presupuestos del Estado". No así para permitir la tramitación. 

A pesar de que el Gobierno parte, a priori, con un escenario prometedor en lo que respecta al posible apoyo de los partidos independentistas, el camino hacia la luz verde a su tramitación y, aún más, hasta la aprobación definitiva de los Presupuestos, no está exento de riesgos. 

Los grandes riesgos para el Gobierno

El primero de ellos es que ERC y PDeCAT vincularán su voto en una estrategia conjunta. La autonomía de los partidos es sólo formal, ya que basta con que uno decida una cosa para que en el otro traten de imponerse las voces que piden lo contrario. Torra ha amenazado incluso con una crisis de gobierno en la Generalitat si los dos partidos votan cosas diferentes, aunque este viernes Puigdemont dijese lo contrario. 

En ese sentido, ambos partidos siguen mirándose de reojo y eso da pie al segundo gran riesgo: que los elementos más frentistas y las posiciones más radicales puedan imponerse para mantener una coherencia con algunas de las decisiones pasadas y no disgustar a las bases independentistas más movilizadas. 

Frente a eso, el Gobierno confía en sus grandes anuncios: cumplir con la inversión comprometida en la disposición adicional tercera del Estatut, que vincula la inversión del Estado en Cataluña a su peso en el PIB, en torno al 18%, algo que constituiría una lluvia de millones en toda regla. Ese será uno de los grandes reclamos de Sánchez este sábado en un gran mitin que abre la precampaña y el año político en Barcelona.

El Gobierno cree que gana sí o sí

Pero el Gobierno confía en poner al independentismo frente al espejo con una campaña de información muy contundente sobre los Presupuestos y, sobre todo, alertando de los riesgos de que sucumban: fortalecer a la derecha y a Vox, que podrían alcanzar el Gobierno de España si en unas elecciones se repite el escenario ya experimentado en Andalucía. 

El Gobierno cuenta con un argumento extra: tiene una salida tanto si los independentistas aprueban los Presupuestos como si no. Si salen adelante, porque será un gran aldabonazo y le permitirá llevar a cabo sus políticas hasta el final de la legislatura. Si sucumben, porque permitirá a Sánchez endurecer el tono ante los independentistas, algo deseado en parte de su partido, y victimizarse antes de reclamar en las urnas un mayor apoyo para no depender de nadie. 

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