Más agresividad, mismo resultado. O peor. A pesar de la escalada dialéctica del separatismo fraguada durante las semanas anteriores a la Diada, la Guardia Urbana cifró en un millón los asistentes a su manifestación. Los mismos que el año pasado. El Ejecutivo de Quim Torra y sus socios independentistas han fracasado en su intento de exhibir músculo como prueba del deseo de ruptura que, a sus ojos, domina Cataluña.

Los separatistas se aferran a las antorchas y a los lazos para fingir unidad en la Diada

Durante todo el día hubo muchos gritos, con una fallida "ola sonora" como gran innovación de este año, muchas pancartas esteladas y muchos, muchísimos lazos amarillos por los políticos encarcelados que los separatistas consideran "presos políticos". Muchas palabras altisonantes y desafíos al Estado. Incluso, con un maestro de ceremonias en el acto central que parece inconcebible: Toni Albá, el cómico que llamó "mala puta" a Inés Arrimadas y mostró su homofobia contra Miquel Iceta. Pero, más allá de esta agresividad acentuada, se notaba en el ambiente la división del independentismo

El Govern llegaba roto a su gran día. Esquerra Republicana acababa de anunciar su intención de "pinchar el globo del independentismo mágico" para virar hacia lo pragmático. Un mensaje que escoció al fugado Carles Puigdemont y los suyos. La entrada en la cárcel de Junqueras y el "exilio" del expresident ilustra las grietas que perjudican el sendero común del separatismo.

Rivera advierte a Pedro Sánchez: "Torra no es un aliado, es un adversario político"

Esta vez, la Generalitat ni siquiera ha podido inflar la cifra para superar la de 2017. En abstracto, la consellera de presidencia y portavoz del Govern, Elsa Artadi, pidió que se tomara nota de que cada vez son "más voces" las que defienden el soberanismo y la libertad de los "presos políticos". Para enarbolar esta última premisa se valió de unas declaraciones del ministro de Exteriores, Josep Borrell, que opinó en esta línea desde Estrasburgo.

Junqueras vs. Torra

Las declaraciones de Junqueras y Torra fueron la mejor prueba para detallar la división interna que castigó al separatismo el día de su gran fiesta. El líder encarcelado de ERC reconoció que una parte de Cataluña "no puede dar la espalda a la otra". El actual president, en cambio, apostó por "sortear amenazas" y combatir al Estado dictatorial que él percibe en España.

El cálculo de Sociedad Civil Catalana, siempre muy alejado del de la Guardia Urbana, habló de 200.000 frente a los 250.000 de 2017. La entidad constitucionalista explica haber aplicado el método "densidad por superficie" para efectuar su cálculo. SCC dividió la Diagonal en cinco tramos y estimó la densidad de personas en cada uno de ellos.

Cs denuncia la exclusión de la mitad de los catalanes

Esta vez, Ciudadanos se propuso robar parte de la atención mediática al independentismo. Convocó a sus simpatizantes en el centro de Barcelona y los reunió bajo un mural en forma de corazón, pintado por tres banderas: la catalana, la española y la europea. Rivera y Arrimadas a la cabeza, los naranjas insistieron: "El señor Torra no debe olvidar que más de la mitad de los catalanes se quedará hoy en su casa".

El presidente y la candidata de Cs ironizaron: "¿Se imaginan que el presidente de la Comunidad de Madrid excluya a la mitad de los madrileños en el día de su fiesta? ¿Se imaginan que ese mismo presidente se refiriera a España como una dictadura?".

Sin incidentes graves

Otra novedad de la Diada de este año es que no se registraron incidentes de gravedad. El separatismo tomó la calle. Y hasta algunos amagaron con bloquear las calles y las plazas. Finalmente, como en general durante el día, no fue para tanto. 

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