Los símiles son inagotables, pero esta semana Moncloa tiró de pacifismo para resumir el resultado de la primera reunión formal entre el Gobierno y la Generalitat en siete años. "Esto es como la frase de Gandhi. No hay caminos para la paz. La paz es el camino. Pues eso", explicaron fuentes cercanas al presidente tras el cónclave liderado por la ministra Meritxell Batet y el conseller Ernest Maragall.

El Ejecutivo cree que, sobre Cataluña, se hace camino al andar y, al mismo tiempo, se pavimenta la senda hacia unas elecciones en las que definir qué es España y cómo se integra en ella Cataluña serán dos preguntas fundamentales. El que sepa responderlas, tiene mucho ganado. 

Un destacado asesor de Pedro Sánchez acostumbra a decir que la vida en política hay que evaluarla por semanas. O se gana o se pierde, pero siempre de semana en semana. Nada de misteriosas jugadas maestras, de efectos mariposa o de lo vital que es controlar los tiempos. Y esta semana, creen el Ejecutivo, el Gobierno ha ganado. 

En Moncloa respiraron aliviados el miércoles, tras escuchar a Batet y Maragall, constatar que los dos tuvieron claro que no habrá ningún referéndum de autodeterminación en Cataluña, que el Gobierno no hará nada para interferir en la situación judicial de los políticos catalanes en prisión preventiva y que ambos mensajes se proyectaban con nitidez en los medios. Pero, además, la reunión con el líder del PP, Pablo Casado, transcurrió en un ambiente de guante blanco, los taxistas desconvocaron su huelga tras una reunión con Fomento (aunque la solución sea temporal) y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dibujaba una España teñida de rojo con el PSOE a nueve puntos del PP. Tras tanto tiempo. 

Semana a semana

En el PSOE creen que la semana ha ido bien y así esperan tener más, aunque ahora el presidente se vaya de vacaciones a Doñana, donde hay una residencia presidencial estival. No irá en "autostop", como el presidente comenta que le gustaría a la oposición para así reirse de la polémica por su viaje en Falcon a Castellón y su visita al Festival Internacional de Benicassim (FIB). 

El Gobierno aspira a que las elecciones le pillen trabajando, no con el trabajo hecho. Y en esa lógica se enmarca la constatación de Moncloa de que, en esta legislatura, no habrá un acuerdo de calado y definitivo sobre Cataluña y con la Generalitat. Asumir que no se producirá, por más que se trabaje hacia él, puede disgustar a los partidos independentistas catalanes, donde ya suenan campanas electorales con un Carles Puigdemont y los elementos más radicales desaprobando toda negociación con el Gobierno central. También puede dejar a PP y Ciudadanos descolocados, porque sin vender España, Sánchez tampoco habrá logrado darle una solución. La clave es cómo perciban los ciudadanos ese camino que Sánchez recorre. 

"Nos conformamos con que se normalice la relación"

"Nos conformamos con que se normalice la relación", explican las fuentes cercanas a Sánchez, que constatan que "esto es el inicio de un diálogo que no será de unos meses o unos años. Es a largo plazo", según ellos. "Arreglar el problema político en Cataluña tardará años", explican.

La constatación pone en perspectiva muchas cosas. Explica por qué el Gobierno no tiene respuesta cuando se le pregunta a qué se refiere con que los catalanes tendrán que votar un acuerdo, y no un desacuerdo, en referencia a una consulta de autodeterminación. Este viernes, en conversación informal con los periodistas, Sánchez explicaba que lo que se votase podría ser una muy poco probable reforma de la Constitución, una poco probable reforma del Estatuto de autonomía de Cataluña u otro acuerdo, específico, al que lleguen el Gobierno y la Generalitat. Ese pacto debe reunir al "80% de los catalanes", según Sánchez. 

Se trata de una cuestión de mayorías. Reformar la Constitución es imposible políticamente porque el PP no quiere y Unidos Podemos pediría un referéndum que se convertiría en un sí o no a la propia Constitución. Reformar el Estatuto de autonomía de Cataluña requiere dos tercios de la cámara, que no tienen ni los independentistas ni los no independentistas. Pero votar en una consulta un texto o acuerdo entre la Generalitat y el Gobierno, en virtud del artículo 92 de la Constitución y de la ley orgánica que regula los referéndums, es posible y sólo depende del interés de los dos Gobiernos. 

Una de cal y una de arena 

Sin embargo, el Gobierno no tiene ningún interés en someterlo a votación, como se desprende del horizonte a largo plazo en el que enmarcan las negociaciones. "Nuestro éxito será que en Cataluña todos hablemos con todos", resumía esta semana en una entrevista con EL ESPAÑOL la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera. Si no hay acuerdo, tampoco es un drama. 

Sánchez sólo necesita que los contactos duren para poder presentarse a las elecciones con la prueba de que su estrategia sobre Cataluña funciona, a diferencia de los augurios de Pablo Casado y Albert Rivera. La paz puede durar lo que le interese a los partidos independentistas, cuya forma institucionalmente compacta en torno a la Generalitat se revela como un magma líquido, de discurrir incierto y muy caliente.

Este viernes, Sánchez siguió caminando sobre el alambre. Por una parte anunció la presencia del rey Felipe VI el 17 de agosto en Barcelona, en los actos de homenaje a las víctimas de los atentados de hace un año. La apuesta por la monarquía de Sánchez es absoluta, hasta el punto de decir que no sólo el reinado de Felipe VI es "ejemplar" sino que también lo fue el de Juan Carlos I. A algunos en el PSOE, incluso a algunos monárquicos, el nuevo Gobierno le suena demasiado cortesano. Esas voces piensan que, para salvar a la monarquía, lo más inteligente es poner tierra de por medio con el monarca emérito, algo que podría salir de Felipe VI, pero que es más fácil que surja de Pedro Sánchez, que no es, ni él ni el PSOE, hijo del anterior jefe del Estado. 

La "vía judicial" que Sánchez no quiere abrir

Al mismo tiempo, Sánchez aseguró que no quiere "abrir ninguna vía judicial más" en referencia al anterior Gobierno y a la "judicialización" de la política en Cataluña que el PSOE ha venido denunciando sistemáticamente en los últimos años. Se trata de una frase celebrada en Cataluña y del agrado de los partidos independentistas. Pero la afirmación es en sí mismo problemática. Si la Justicia es independiente, ¿cómo pudo el anterior Gobierno abrir o cerrar vías? Y, si la Justicia es independiente, ¿no se abrirán o cerrarán las vías que sean necesarias al margen del poder Ejecutivo?

Entre un mensaje y otro, para desmovilizar a los independentistas sin desatender al electorado de centroizquierda español que le puede dar la victoria en las urnas, Pedro Sánchez sigue caminando confiando en que la paz de Gandhi le dure una semana más. 

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