Pamplona

Llevaba un par de años de concejal del Partido Popular en Alsasua. Suficientes para ser actor de primera y arder. Francesc París calzaba veintitrés cuando los organizadores del Ospa Eguna –“movimiento contra la represión de las fuerzas policiales”– le hicieron hueco entre los muñecos que iban a quemar a modo de protesta. Fueron los mismos que prendieron en llamas un tricornio gigante.

“Al final no la quemaron porque la encontró la Guardia Civil. Imagínate: tan joven, sólo un par de años en política, un rostro desconocido, y ya me habían dedicado una de sus marionetas. Existe gente capaz de fabricar una figura tuya y quemarla por defender sus ideas. Es así”, recuerda en Madrid alejado de la política.

“Es triste decirlo, pero no me sorprende”

La agresión a los dos guardias civiles en la calle que tantas veces atravesó para entrar al Ayuntamiento no le sorprende: “Es triste decirlo, me impacta, pero no me sorprende. Allí varios colectivos trabajan por transmitir odio a la Guardia Civil con la connivencia y el apoyo de la izquierda abertzale. La política también es responsable de situaciones como esta porque se deja prosperar en la sociedad un sentimiento peligroso, tan peligroso como para mover a alguien a hacer algo así”.

París no sufrió agresiones a lo largo de la legislatura, pero sí miradas, palabras y gestos que le mostraron que aquel no era sitio para un jovencito del PP acostumbrado a los náuticos y la camisa. “Nunca me pegaron ni me empujaron. Yo no viví algo así, pero sí que presencié los insultos y ese continuo intento de pintar a las fuerzas de seguridad del Estado como agentes opresores”.

El encargo

Septiembre de 2007. París ha terminado el colegio. Viaja a Pamplona con una maleta, un par de raquetas y un carné de Nuevas Generaciones del PP. Cuatro años más tarde, su partido rompe con UPN y decide presentarse por separado a las elecciones municipales. Huecos, listas vacías. Necesitan completar la plantilla en decenas de pueblos. Pocos se ofrecen para viajar al norte, donde gobierna la izquierda abertzale y el PP queda desarraigado.

“Las municipales se preparan con mucha antelación. Estuve ayudando en campaña y, de repente, un día me propusieron encabezar al partido en Alsasua”, relata.

¿Y qué respondió en un primer momento?

- Si formas parte de nuevas generaciones, tiene que haber algo de vocación política. Fue como un impulso, dije sí. Luego, en frío, te das cuenta de la entidad del cometido.

Cuando Francesc París acepta su encargo, ETA todavía no ha anunciado el fin de la violencia. Lo hará seis meses más tarde. Al final, 270 votos y un acta de concejal: la suya. La alcaldía, para Bildu. Entonces llega la escolta: “Me acompañaban a clase, con mis amigos, a hacer deporte… Así lo aconsejaron las fuerzas de seguridad y no te queda más remedio que aceptar. Fue incómodo, intenté guardar distancia para que muchos de mis compañeros de universidad no se enteraran de que llevaba guardaespaldas”.

París compagina una carrera de seis años con sus funciones de concejal. Coge el coche para ir a Alsasua cuando puede. No falta a los plenos, visita a los empresarios que lo requieren y trata de acercarse a los vecinos. “La relación entre los ediles era cordial, a pesar de nuestras concepciones antagónicas. Eso sí, cada vez que salía un tema relacionado con ETA, saltaban chispas. Bildu nunca condenó los asesinatos estando yo allí. Una vez salió adelante una moción, pero no por su voto afirmativo, sino por su abstención”.

“Condenaban hasta los controles de la Guardia Civil”

Estudiante de Farmacia, se topa con una política municipal enmarañada en causas nacionales e internacionales: “Es una pena porque en vez de dedicarnos a gobernar, sacaban a relucir temas como la guerra en Siria o la corrupción del PP, que son muy importantes, pero que nada tienen que ver con el quehacer de un Ayuntamiento”. Francesc recuerda incluso mociones consistoriales aprobadas para “condenar” controles de la Guardia Civil: “Tachaban esas acciones de represoras sin ningún criterio técnico o racional”.

París, a la derecha, durante un pleno del ayuntamiento de Alsasua.

Agosto de 2012. La coalición independentista que gobierna Alsasua aprueba una moción “antirrepresión”. El texto pide que las fuerzas de seguridad abandonen el municipio y sus cuarteles se conviertan en viviendas de protección oficial. “Se creó incluso una comisión que tenía como objetivo trasladar este mensaje. Me negué a asistir. Fue un exponente importante de esa realidad paralela en la que viven”, recuerda.

ETA ya no mata, pero París debe caminar con GPS. Su escolta traza un itinerario para evitar encontronazos: “Siempre anduve en libertad, pero hubo determinados sitios que no pisé”.

¿Estuvo alguna vez en el bar donde se produjo la agresión?

-No, pero por casualidad. Esa calle no es precisamente conflictiva. De hecho, allí está el Ayuntamiento. El sitio donde ha ocurrido sí que me ha sorprendido.

Fiestas y presos de ETA

Como cualquier otro concejal, Francesc se asoma a la plaza del pueblo para festejar el inicio de las fiestas. “Me encontraba banderas de presos de ETA, incluso niños que llevaban camisetas con sus caras. Salía al balcón y la gente me pitaba. Lo pasaba mal, me sabía en un sitio donde la gente había alimentado el odio hacia quienes pensaban como yo o de forma similar”.

En uno de aquellos chupinazos, el joven concejal se topa con Pernando Barrena, histórico dirigente de Batasuna encarcelado entre 2008 y 2010. “Lo había invitado la alcaldesa de Bildu, me lo encontré dentro del Ayuntamiento”.

El Ospa Eguna es otra de las fiestas, la que más brilla. Por el humo y el fuego. “Estuvo lo del tricornio, también mi figura… Es que no me sorprende. El Ayuntamiento lo permite e incluso les cede locales”, lamenta.

“Volvería a hacerlo”

Han pasado cinco años desde aquellos 270 votos; los que le abrieron las puertas del Consistorio de Alsasua. “Fue una buena experiencia, volvería a repetirlo”.

¿Qué sintió cuando vio las noticias?

- Hombre, te resignas. Tanto tiempo y tanta gente remando en una dirección para que, al cabo de unos años, demos un paso de gigante hacia atrás. Frustración, sentí frustración.

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