A Clara Campoamor le han cortado el cuello y se la han llevado. Hasta la madrugada del jueves, el rostro del icono del feminismo descansaba en bronce y miraba la plaza Guardia de Corps de Malasaña, en Madrid. Pero con la oscuridad llegó la guillotina. El pedestal en su honor está vacío y el perímetro acordonado. La Policía ya investiga la desaparición y los vecinos que pasean por allí se detienen a contemplar la ausencia. “¿Qué habrán hecho con ella?”.

A media tarde, la plaza está casi vacía. Cuatro parejas toman algo en la terraza situada justo enfrente de donde vivía Campoamor. Sobre el pedestal todavía puede percibirse la arenilla que deja un corte de radial. La Policía sospecha que los ladrones hayan utilizado esta herramienta para decapitar a la feminista.

Lo que vieron las cámaras

A unos metros de la plaza se encuentra el Palacio de Conde Duque, ahora centro municipal. Varias cámaras franquean la entrada y los agentes tienen la esperanza de que las imágenes delaten a los cacos. “Han estado aquí esta mañana revisando lo grabado. No sé si han visto algo. Sé que uno de los lados del busto lo alcanza una de las cámaras, pero desde lejos. Será difícil distinguirlos”, explica el responsable de Seguridad de este edificio a EL ESPAÑOL.

Pero Clara Campoamor ya podría haberse convertido en un fajo de billetes. La Policía baraja como hipótesis principal que los ladrones hayan fundido el busto para vender el bronce.

"Un asesinato político sería más poético"

En la terraza, dos Javieres toman una coca-cola. Ambos escriben poesía y teatro. “Qué pena”, dicen cuando se enteran de que el fundido haya podido ser el objetivo de los 'asesinos' de Campoamor. “Sería mucho más novelesco que un opositor a su figura la hubiera secuestrado”, dice uno. “Bueno, pero quien usa de ese modo una radial no creo que haya leído a Campoamor”, bromea el otro. ¿Os duele el robo? “Es un icono importante, pero me parece más poética la ausencia que la presencia. Ahora hay historia, antes nadie se fijaba”, coinciden.

Luis Teausía descubrió el hurto. Jorge Barreno

Luis Teausía sale del portal más cercano a donde estaba Campoamor. Viste vaqueros rotos, deportivas y camiseta sin mangas. Se va de viaje. Es el descubridor del hurto. La noche del jueves al viernes bajó a pasear a su perro. “¡Y el busto no estaba! Llamé corriendo a un amigo que tiene un blog local y así se empezó a mover el tema”.

- Fue con una radial. ¿No escuchaste nada?

- Eso me han dicho. Me sorprende porque esos cacharros tienen que hacer ruido. Yo no escuché nada, aunque también debo decir que mi habitación da al patio interior y no a la calle.

A Campoamor se la llevó un fantasma. Los vecinos responden por el telefonillo casi con las mismas palabras: “No escuché nada aquella noche”.

"Por las noches, nadie pasa por aquí"

El camarero del bar más frecuentado de la plaza ha estado hablando con un policía por la mañana. El agente tomaba fotos. “Yo no me he dado cuenta de que faltaba hasta que he visto el cordón. De momento, no saben nada, pero sí piensan que se la han podido llevar para fundirla”, relata.

El dueño de la tienda más cercana al homenaje a Campoamor describe cómo es una noche en esta plaza mientras atiende a dos francesas. Está envolviendo un par de camisetas y lo hace casi como si fuera un maestro budista, con una tranquilidad pasmosa. “De noche, por aquí no pasa ni el tato. Es una plaza desierta. No es el primer robo y lo digo con conocimiento de causa… Qué raro, la verdad”.

El propietario del comercio de al lado pone la nota más histriónica, la que convierte el secuestro de Campoamor en una película de Berlanga: “No sé quién era ella. Es curioso… Vivo en Las Rozas, en la calle Clara Campoamor, pero nunca me lo había preguntado”.

Así se inauguró el busto de Campoamor en Malasaña. Ayuntamiento de Madrid

Así llegó Campoamor a Malasaña

El busto en bronce de Clara Campoamor llegó a Malasaña en 2006 de la mano del entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón. El Ayuntamiento lo inauguró el Día de la Mujer, en homenaje al papel de la feminista, que logró que las mujeres votaran por primera vez en 1933. La escultura es -o era- obra del escultor vasco, Lucas Alcalde.

El equipo de Gobierno de Manuela Carmena se muestra cauto. “Todavía es pronto para entrar en detalles”, dice un portavoz a este periódico tras anunciar que la investigación está en marcha. “Por supuesto que lo repondremos”, termina.

Se hace tarde el miércoles y el pedestal está vacío. Sólo queda el polvo de la decapitación y el misterio de la plaza de Corps.

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