Mariano Rajoy suele ser hermético en cuanto a sus apreciaciones y sentimientos. Por eso, resultó extraño que tras la reunión con Rivera se volviera transparente y confesara su estado de ánimo: “Ayer no había negociación, hoy ya me voy de aquí pensando que puedo negociar algo”. Los informadores han traducido esta expresión como "optimismo", pero en realidad el tono de voz y la expresión de Rajoy basculó entre la decepción y la esperanza. En otro momento, cuando habló de que toda caminata comienza con un primer paso, se mostró paciente. 

Los “rajoyólogos” especulan estos días con la disposición psicológica del presidente. El problema es que, como dice la leyenda que él mismo ha querido tejer, nadie sabe realmente qué es lo que piensa Rajoy. El asunto es terreno abonado para inducir al error. Por ejemplo, durante la reunión con Rivera un diario publicó que Rajoy iba a anunciarle al rey que desistiría de formar gobierno si el encuentro fracasaba. Como Rajoy no desistió, y al contrario, se mostró esperanzado tras verse con el líder de Ciudadanos, la impresión de que la reunión ha ido mejor de lo que realmente fue acabó reforzándose.  

Un economista que le ha visitado con frecuencia en estos últimos cuatro años y medio dice que Rajoy deja que todo el mundo se marche de Moncloa pensando que va a hacer caso a sus consejos. Así, muchas veces aparecen noticias descabelladas en los medios de comunicación originadas por gente que ha estado con el presidente y que jura que éste había prometido seguir sus consejos. He podido comprobarlo con varios nombramientos que nunca se produjeron.

Al hermetismo de Rajoy se une lo que el prematuramente desaparecido David Taguas llamaba “el efecto Solbes”. Uno de los últimos enfados de Taguas fue a raíz del libro del ex vicepresidente Pedro Solbes, Recuerdos (Ed. Deusto, 2013). En éste, narra las contradicciones que experimentó al continuar en un Gobierno con cuyo presidente (Zapatero) no se entendía. Se le preguntó a Taguas, por qué Solbes no se había marchado antes y éste, indignado, lanzó un tuit que se consideró una declaración de guerra: porque había mucha gente en la Administración que dependía de que Solbes cotinuara.

Lo que Taguas decía es que la gente que se ha arrimado a un árbol con buena sombra pocas veces permite que se vean las grietas que hay en el tronco o si éste se ha cuarteado. El político, como la estrella de la canción, acaba siendo prisionero de la estructura que surge a su alrededor: manager, psicólogo, arreglista, personal shopper, community manager, guardaespaldas… todos dependen de que la estrella siga, así que se genera una voluntad colectiva que se superpone a la del líder.

De hecho no constituye ninguna novedad que desde Moncloa se diga que Rajoy está firme como un roble en su propósito de continuar en el Gobierno y que no piensa en hacerse a un lado aunque esto facilitara una salida a la situación. La verdadera noticia sería que dijeran lo contrario. 

Por eso resulta muy intrigante que, pese a que las concesiones de Rivera son apenas un poco más consistentes que la instalación de un teléfono rojo entre el PP y Ciudadanos, Rajoy se mostrara moderadamente optimista siendo que las razones para ello son muy escasas. Hubo analistas que llegaron a interpretar que el pacto con Ciudadanos es cosa ya hecha. Y todo porque el líder del PP transmitió la impresión de que tiene más fácil conseguir apoyo para gobernar que para ser investido. El problema es que sin lo segundo, lo primero no tiene sentido.