Cuando sólo se cumplen 5 meses desde la investidura de Carles Puigdemont, el pacto de estabilidad entre Junts pel Sí (JxS) y la CUP ha saltado por los aires a falta de 24 horas para que empiece la campaña electoral para las generales. El veto de los anticapitalistas a los Presupuestos del Govern ha obtenido una respuesta del president que pocos esperaban: Puigdemont se someterá en septiembre a una cuestión de confianza que podría abocar a Cataluña a las cuartas elecciones en seis años.

Con este órdago, Puigdemont gana tiempo y pone la pelota en el tejado de la CUP. Por un lado, se permite aguardar a los resultados de las elecciones generales y esperar a un gobierno de izquierdas que aborde el proceso soberanista de manera distinta. Por otra, deja en manos de la formación anticapitalista la voladura de la “legislatura de la desconexión” en el caso de que no le apoyen en la votación.

El president ha reunido antes del pleno a todo el grupo parlamentario de JxS. Puigdemont ha hecho un llamamiento a la unidad, ha descartado convocar nuevas elecciones pero ha avisado de que habría consecuencias. En esa reunión a primera hora de la mañana, Puigdemont no ha querido trasladar sus intenciones al resto del grupo para evitar filtraciones. Ya durante la tarde y justo antes de la votación, desde JxS se ha solicitado un receso de media hora y ha sido entonces cuando el president ha comunicado el resto de diputados su decisión.

No es la misma mayoría

“Yo no puedo continuar gobernando como si dispusiera de la misma mayoría que me invistió”, ha asegurado Puigdemont en el Parlament. “Las cosas han cambiado pero no tengo ningún interés en alargar el mandato innecesaria e injustificadamente”. El president ha justificado su decisión en que no se puede gobernar “con unas bases (de la CUP) tan volátiles” que impiden un Ejecutivo estable. “El Gobierno que presido ha perdido la mayoría necesaria para cumplir el plan de Gobierno”. Según Puigdemont, llevar a cabo los planes soberanistas con el actual presupuesto prorrogado es como “cazar elefantes con una escopeta de balines”.

El anuncio de la cuestión de confianza ha sido recibido con sorpresa por parte de la CUP, que pretendía empezar a negociar unos nuevos presupuestos para 2017. “Después de sus palabras, los hechos han cogido una relevancia mucho mayor de la que pensábamos”, ha afirmado el diputado anticapitalista Joan Garriga. “Nos sentimos corresponsables de la situación actual, pero no culpables”, ha añadido antes de afirmar que “los puentes hacia la independencia” no se han roto.

El resto de grupos de la oposición, sin embargo, no se ha sorprendido por el anuncio de Puigdemont. La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha calificado el pacto independentista de “crónica de una muerte anunciada” mientras que el de los socialistas, Miquel Iceta, ha asegurado que tenía previsto en su intervención solicitar esa cuestión de confianza. El líder del PP, Xavier García Albiol, ha emplazado a Puigdemont a convocar la cuestión “la semana que viene” para así acabar con “los debates estériles”.

A pesar de las incertidumbres que se ciernen sobre el proceso soberanista, Puigdemont también ha intentado mantener la ilusión entre su electorado. “Reitero el compromiso de llevar el país a las puertas de la independencia, de hacerlo bien”, ha dicho. “Hoy, sin embargo, todos los compromisos a los que no he renunciado requieren de unas nuevas condiciones”.

El último 'escrache' político

Los presupuestos suponen el último 'escrache' político de la CUP al gobierno de Convergencia y Esquerra. El día después de las elecciones autonómicas se vio que la relación entre los dos partidos independentistas iba a generar muchos desencuentros. La CUP obtuvo un resultado por encima del esperado. JxS, en cambio, no cosechó la mayoría absoluta que en la anterior legislatura atesoraba la suma de CDC y ERC. Ambos partidos se vieron obligados a entenderse para tirar adelante los planes independentistas.

Las dos formaciones empezaron entonces un duro proceso de negociación para pactar la investidura de un president de la Generalitat. La CUP se había presentado prometiendo que no investiría a Artur Mas. JxS se pasó la campaña diciendo que Mas era su candidato a la presidencia a pesar de que no fue a ningún debate electoral. Los cuatro meses de negociación se convirtieron en un espectáculo mediático salpimentado con asambleas de la CUP en las que se escenificó la división que imperaba en la formación anticapitalista.

Tras una asamblea que acabó con empate entre partidarios y detractores de investir a Mas, el Consejo Político acordó a principios de enero que no investiría al candidato de JxS. Finalmente el otrora president hizo un paso al lado y JxS y la CUP consiguieron salvar la investidura al hacer presidente a un entonces desconocido Carles Puigdemont. A cambio de la retirada de Mas, la CUP firmó un pacto de estabilidad por el que se comprometía a no votar nunca en contra de JxS en votaciones relacionadas con el proceso soberanista.

Artur Mas ha explicado en varias ocasiones que siempre lleva consigo una copia de ese acuerdo. El problema residió en que las dos partes firmantes lo entendieron de manera distinta. Desde JxS consideraron que el acuerdo de estabilidad obligaba a la CUP a aprobar los Presupuestos. La formación asamblearia, por contra, consideró que ahí no se decía nada de aprobarle las cuentas en la Generalitat.

El desencuentro ha desembocado en otra tanda de negociaciones que ha recordado a la investidura de Mas. La CUP se ha vuelto a ver con la patata caliente y no ha conseguido tomar una postura respecto a los Presupuestos hasta el martes a las 11 de la noche, pocas horas antes de que empezara el debate en el Parlament. El Consejo Político volvió a tomar una decisión muy ajustada por sólo tres votos de diferencia y su veto a tramitar los Presupuestos ha dinamitado un pacto que generó muchas dudas desde el primer momento.

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