Jorge Sáinz Patricia López

Hay personas que escriben un tuit antes de celebrar un gol. Otros suben un selfie a Facebook o Instagram en un evento importante. La recompensa pública de un 'me gusta' o un retuit es a veces más grande que un abrazo en la intimidad. Muchos padres dan el móvil a sus hijos para que 'nos deje un rato en paz'. ¿Es normal enviar un whatsapp a tu pareja para que vaya a cenar cuando está en otra habitación de la misma casa? Son hábitos generados por la implantación masiva de las tecnologías de la comunicación.

El estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre el impacto de las nuevas herramientas de la comunicación en la familia publicado esta semana es demoledor. Siete de cada diez españoles creen que su uso daña la comunicación entre padres e hijos. Más de la mitad de los encuestados dicen que nos hacen más vagos, nos aíslan y entierran las conversaciones entre personas que conviven. Si se analiza la serie histórica del CIS sobre estos dispositivos, la percepción negativa sobre las consecuencias de su uso se ha multiplicado a la misma velocidad con la que estas nuevas tecnologías se han extendido.

“Hay un punto paradójico en todo esto. Hablamos de tecnologías de la comunicación, pero a ciertos niveles son tecnologías de la incomunicación”, dice Ramón Salaverría, profesor de periodismo en la Universidad de Navarra y uno de los mayores expertos del país en el entorno digital. “Las nuevas tecnologías amplían el abanico de las personas que se conocen, facilita el contacto con personas lejanas, la creación de redes. Pero al mismo tiempo, en los círculos familiares más cercanos, puede producirse una situación de aislamiento. Las personas tienden a encerrarse en ese tipo de dispositivos”.

De la nevera electrónica a Snapchat

En 1964, el CIS publicó la primera encuesta sobre medios de comunicación de masas. Los resultados se elaboraron sobre poco más de 1.400 entrevistas realizadas sólo en Madrid. “¿Cuáles de las siguientes cosas considera necesarias para su familia?”, decía una de las preguntas. Las opciones de respuesta eran “nevera electrónica, nevera de hielo, baño o ducha, aspirador, radio, televisión, teléfono, máquina de coser, automóvil, moto, agua caliente, tocadiscos y lavadora”.

Más de medio siglo después, ni uno solo de esos elementos sobrevive en la encuesta. A lo largo de la historia han ido entrando y saliendo aparatos, como el fax, el vídeo, el teléfono móvil, internet, el DVD… En 2012, el CIS introdujo preguntas relativas a redes sociales o mensajería instantánea.

La evolución de los resultados demuestra que la sociedad tiene una percepción negativa de las nuevas tecnologías. Mientras, paradójicamente, se admite un uso cada vez más extendido en todos los grupos de edad. Los españoles aseguran de una forma abrumadora que estos dispositivos influyen más en la educación que los padres. “Esta tecnología ha aumentado nuestras capacidades de comunicación”, explica Salaverría. “Pero es evidente que tiene componentes perjudiciales de tipo personal”.

Estos son los cinco hitos, según el CIS, de cómo el uso de las nuevas tecnologías en el ámbito familiar ha cambiado nuestras vidas:

1. Más conflictos familiares, menos comunicación y menos intimidad

En 2012, el 20,1% de los españoles dijo que internet y las nuevas tecnologías aumentaban la comunicación entre padres hijos. Un 56,2% contestó que la disminuía. Cuatro años después, sólo un 9,9% piensa que estas herramientas favorecen esa comunicación. Un 68,3% da por hecho que la disminuye.

Al mismo tiempo, el 52,4% considera estos elementos una fuente de conflicto familiar frente al 39,1% del 2012. El principal problema para los españoles es la intimidad. El 81,4% ve disminuida su protección a la intimidad.

“Estas tecnologías consumen mucho tiempo. Al tenerlas a nuestra disposición fácilmente ocupan espacios muertos que antes se utilizaban, por ejemplo, para conversar”, dice Salaverría. “Hay además un componente adictivo. Hay un elemento psicológico de recompensa cada vez que uno ve contestado un mensaje, o cuando se recibe un 'me gusta' o un nuevo seguidor. Son elementos de microcompensación psicológica que generan una cierta adicción”, añade.

2. El sedentarismo: dormimos menos, leemos menos, salimos menos

El 45,8% de los españoles cree que el uso generalizado de internet ha aumentado el tiempo que pasa sin hacer nada. Hace cuatro años, ese porcentaje era casi la mitad. La encuesta dice que la implantación masiva de internet nos quita horas de sueño, tiempo para actividades de ocio como pasear o hacer deporte. La encuesta refleja que trabajamos y estudiamos menos.

Según el CIS, vemos menos la televisión y escuchamos menos la radio. Pero, sobre todo, el 62,1% admite que lee menos desde la llegada de las nuevas tecnologías. El libro electrónico no ha ayudado demasiado. Este porcentaje se ha multiplicado casi por seis en cuatro años. En 2012, sólo el 14,6% dijo que leía menos por culpa de internet.

3. El móvil es el rey, menos correo electrónico

La correlación en el uso de las herramientas de la comunicación también está cambiando. Sólo el 33,9% de los españoles considera el correo electrónico como indispensable para su vida cotidiana. En 2012, el 53,2% lo veía necesario. La caída del correo ha beneficiado sobre todo a los servicios de mensajería instantánea.

El 57,6% cree que aplicaciones como Whatsapp o Telegram son muy necesarias para su vida diaria. Es más del doble que los que consideran (el 24,5%) a la redes sociales como indispensables, según el CIS.

En cuanto a los dispositivos de conexión, el teléfono móvil sigue siendo el indiscutible rey, muy por delante de las tabletas. Más de un 90% admite haber usado un dispositivo móvil en los últimos seis mes. Casi a la misma altura en importancia está el tener una conexión a internet. A corto plazo, no parece que vaya a cambiar.

“Por mucho que hablemos de ordenadores portátiles, el único objeto que nos acompaña y que nos da acceso a los datos es el móvil”, señala Salaverría. “Queda la incógnita de si dispositivos futuros, como las gafas o el reloj van a poder suplantar a medio plazo a los móviles”.

“En este momento, no lo creo y en los próximos años los móviles seguirán siendo la plataforma de uso principal”, añade.

4. Grupo de Whatsapp, sí; Facebook, no

La implantación de estos servicios también ha favorecido la comunicación vía Whatsapp en detrimento de redes sociales como Facebook. El 68% de los encuestados admite tener al menos un grupo de mensajería para comunicarse con sus familiares y seres queridos. Sólo el 47,2% dice tener un grupo similar en redes sociales como Facebook o Twitter.

“La gente entiende las plataformas tipo Telegram o Whatsapp como herramientas de comunicación privada, mientras que las redes sociales se entienden como un entorno más visible, más permeable”, dice Salaverría.

5. Un problema educativo: segunda alfabetización digital

Es probablemente el dato más demoledor del estudio. El 69,4%, según el CIS, entiende que las nuevas tecnologías de la información tienen más influencia en la educación de los hijos que los padres. Y el 86,5% considera que la dependencia de los jóvenes de estos dispositivos genera un problema de educación.

Los padres, más de un 84%, cree que deben ponerse las pilas para ayudar a sus hijos. En las escuelas hay asignaturas especificas. La Policía ofrece charlas a los adolescentes para informarles de los riesgos que esconden las redes sociales y otras herramientas.

“En los años 90, se acuñó el término alfabetización digital para referirse a cómo aprender a usar las tecnologías”, dice Salaverría. “Necesitamos una segunda generación de alfabetización digital. No referida al manejo de herramientas, sino a cómo usarlas, cómo aprovecharlas”.

“Debemos aprender y enseñar cuáles son las oportunidades y las amenazas que puede haber y desarrollar. Este tipo de conocimientos se desarrollan y las familias deben jugar un papel importante”, añade.

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