El día después del discurso de Nochebuena ha sido como siempre, salvo alguna cosa. Del lado monárquico, PP y PSOE han alabado las palabras del rey. A ellos se ha unido este año Ciudadanos, que aspira a ser una extensión de ese bipartidismo que desde la muerte de Franco ha apuntalado a la Corona. 

Del otro lado, la izquierda y los nacionalistas han criticado la intervención del monarca, como siempre. Este año, sin embargo, los grandes protagonistas de esa facción contraria han sido Podemos, que han puesto un potente altavoz a una manera de pensar hasta ahora considerada marginal.

Artur Mas, que aún pelea por hacerse con la presidencia de la Generalitat, ha respondido al rey con clara intencionalidad institucional: se ha colocado frente a la tumba de Macià, que murió el 25 de diciembre de 1933, y desde allí ha afeado al monarca que acusara a los catalanes (el 16% de la población española) de ser “los unos” que tratan de imponerse sobre “los demás”.

Tampoco se han salido del guión al uso los medios de comunicación tradicionales, que han alabado casi al 100% el discurso del rey. Hemos visto desde agradecimientos personales a Felipe VI por hablar como habló hasta aplausos a su “patriotismo”, su “serenidad” y su “lealtad constitucional”. De los tradicionales, sólo El País ha roto con la grisura de la alabanza completa al constatar que el monarca pasó de puntillas por encima de la incertidumbre política y la corrupción. 

Este déja vu político y mediático lo han roto claramente una parte de los ciudadanos en las redes sociales, que han reaccionado adversamente a la elección del Palacio Real como escenario para la grabación de la alocución real. Ha sido una Navidad pasada por Twitter. El mismo 24 por la noche, poco tiempo después de apagarse el sonido del himno nacional, se había convertido en tendencia el hashtag #adiosFelipeVI. En el día de Navidad ha triunfado la tendencia, claramente despectiva, Felipe de Borbón. 

La Casa del Rey está cerrada por vacaciones hasta el próximo gran evento, la Pascua Militar que se celebra el 6 de enero. El destino de descanso de los reyes se desconoce, algo habitual también. EL ESPAÑOL ha intentado reconstruir, con la ayuda de algunos altos funcionarios del Estado, los seis pro y los contra de haber cambiado La Zarzuela por el antiguo alcázar madrileño. También ofrece seis ideas para mejorar el futuro de estos discursos. 

Seis argumentos a favor 

1. La grandeza de España.

Lo explicó él mismo, y a Felipe VI se refieren los portavoces autorizados de Zarzuela: “Esta noche me dirijo a vosotros desde el Palacio Real, donde la Corona celebra actos de Estado en los que queremos expresar, con la mayor dignidad y solemnidad, la grandeza de España”. 

El rey añadió un segundo párrafo para ahondar en la razón del cambio de escenario: “Este palacio es de todos los españoles y es un símbolo de nuestra historia que está abierto a los ciudadanos que desean conocer y comprender mejor nuestro pasado. En sus techos, en sus paredes, cuadros y tapices, en definitiva, en todo su patrimonio, se recogen siglos y siglos de historia común”. 

2. Sin complejos.

El monarca, de 47 años, se convirtió en adulto en democracia. Los funcionarios consultados destacan que no siente “complejo alguno” por el el oropel del Palacio Real: de la misma manera que las repúblicas francesas e italiana o la monarquía británica están orgullosas de sus tesoros, la Corona española ha de destacar las joyas acumuladas por una de las naciones más antiguas del mundo. 

Este año se inaugura el museo de las Colecciones Reales, pegado a la catedral de La Almudena y al otro lado del Palacio Real por el patio de la Armería: otra manera de mostrar “con orgullo” lo atesorado por la monarquía hispánica. La presencia del rey en el Palacio Real es una manera de hacer marca España, de atraer turistas a Madrid. 

3. Coherencia política.

España, España, España. La unidad del país, razón de ser de la monarquía e hilo conductor del mensaje del rey, queda más patente entre grandes espejos, destellos dorados y terciopelo rojo. Felipe VI quiso recordar con este escenario que la unidad de España no es algo inventado por el franquismo, sino que se remonta a 1492: “Esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo”. 

4. Empaque institucional.

Los funcionarios destacan la decisión de sustituir su casa, ese antiguo pabellón de caza franquista acondicionado en 1962 para sus padres, por el empaque institucional e histórico del Palacio Real, sede de la dinastía borbónica desde el siglo XVIII. 

Felipe VI, que es el monarca más joven de Europa, tiene que dotarse de instrumentos que destaquen la pompa y la circunstancia de una monarquía que arrastra una mancha histórica: fue reinstituida en la figura de su padre, Juan Carlos I, y no de se abuelo, don Juan de Borbón, porque así lo decidió un dictador. 

5. Su propio relato.

Precisamente al elegir el Palacio Real en vez de La Zarzuela, Felipe VI marca distancias con su padre. Juan Carlos I dejó impresa en la retina de los españoles la madera clara de su despacho o del salón de audiencias, que se comunica con él a través de una puerta. El año pasado, en su primer discurso, Felipe VI quiso destacar la idea de unión familiar -fotos con doña Letizia y con sus dos hijas pequeñas- porque la abdicación del rey Juan Carlos se debió, entre otros factores, a la disfuncionalidad crónica de una institución basada en la familia. 

Hablar desde el Palacio Real sin fotos familiares es una manera de afirmar que, superado los problemas, la monarquía de concentra en lo importante: ejercer su trabajo institucional. 

6. Un punto laico.

Oficialmente, en España hay separación entre Iglesia y Estado. Pero hasta ahora, el nacimiento había formado parte esencial del discurso de Nochebuena del rey. Hasta 2015. El enorme belén napolitano que Carlos III mandó construir para su hijo Carlos IV ha estado presente en el salón de Alabarderos. El árbol de Navidad, símbolo de la navidad occidental, en el salón de Columnas. Pero el rey ha hablado solo, sentado sobre una silla, en el Salón del Trono. Como única compañía: la bandera de España y al for de Pascua. Sobrio e institucional. Un trabajo político y no religioso.

El rey durante su discurso del jueves. Casa Real

Seis en contra

1. Un cambio arriesgado.

En Zarzuela sabían que el traslado de escenario, como todo cambio, entraña riesgos. Sin embargo, decidieron correrlo. El mayor riesgo era el de la utilización de los críticos de la monarquía: así ha sucedido. El Palacio Real potencia el símbolo de la Corona en un país que nunca se declaró monárquico aunque sí juancarlista. En Zarzuela confían en los índices de popularidad de Felipe VI (la última encuesta de Metroscopia, en junio de 2015, le daba más del 70% de aprobación de su gestión). Su deseo es conseguir transformar a los españoles en monárquicos constitucionales, no en felipistas, y para ello tiene que arriesgarse. 

2. Opulencia.

La principal crítica vertida fue la imagen de opulencia que ofreció Felipe VI entre espejos dorados y pesadas cortinas de terciopelo encarnado. El Palacio Real abarca una superficie de 14 hectáreas, mientras que el edificio principal tiene 40.000 metros cuadrados y seis alturas desde la calle Bailén. 

La decoración de las tres enormes estancias utilizadas en el vídeo real -Alabarderos, Columnas y Trono- provocó un enorme rechazo entre un sector de españoles. Sus bronces, sus tapices y sus frescos fueron vistos como ejemplos de ostentación en un país líder en pobreza infantil y con el 30% de la población definida como pobre.

La idea prendió como el fuego por las redes sociales, que acabaron criticando los gastos en ropa de doña Letizia. Así, volvió a hacer furor esta Nochebuena un tuit sobre el bolso que usó la reina en un acto hace un mes: una cartera de mano negra con una pluma de oro bañada en oro que cuesta 4.200 euros. 

3. Perdido en los salones.

Felipe VI es un hombre grande, mide casi dos metros. No obstante, la enormidad de los salones del Palacio Real ejerció un efecto empequeñecedor sobre el rey, que apareció por momentos perdido entre las alfombras con apenas una silla en la que sentarse. Nada más. 

Esa reducción del tamaño físico del rey sirvió a algunos como metáfora de un discurso sin atisbo de épica en el que don Felipe utilizó el escudo protector de las Cortes Generales para minimizar el papel de árbitro y mediador que le otorga la Constitución española y ponerse de perfil en el actual escenario político. 

4. Demasiado centralismo.

Para un sector de los españoles el discurso fue aplastantemente “centralista” o “rojigualdo”. Esa idea de Madrid como centro político de un territorio que es de facto plurinacional fue resaltada por el escenario: más español y real imposible. 

En la memoria de los españoles de más edad aún persiste la imagen de Franco con su mano temblorosa dirigiéndose a sus seguidores desde el balcón principal del Palacio Real, el que da a la Plaza de Oriente. A su lado, en blanco y negro, también recuerdan al entonces joven príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, su sucesor. 

5. Una dinastía borbónica.

Franquista para algunos, el Palacio Real también trae el recuerdo a otros de las sombras de una dinastía borbónica: uno de los peores ejemplos, el rey Fernando VII, cuyas caenas cayeron pesadas sobre las ansias de libertad del pueblo español. 

El alcázar madrileño ardió en Nochebuena de 1734, y fueron Felipe V y su mujer, Isabel de Farnesio, los encargados de reconstruirlo desde cero. El primer Borbón, un francés casado con una italiana, dejó su impronta en el mini-Versalles de los jardines de la plaza de Oriente (frente al café) y en los que están detrás, en el campo del Moro (junto a la Príncipe Pío). 

6. ¿Dónde está Cristina? 

La ausencia absoluta de fotografías familiares hizo creer a algunos que hubo un deseo premeditado de borrar de un plumazo a la problemática familia de Felipe VI. Sobre todo a la infanta Cristina, antigua duquesa de Palma hasta el pasado junio. El 11 de enero se sienta en el banquillo junto a su marido, Iñaki Urdangarín, y sin embargo el rey no hizo mención alguna al hecho a uno de los mayores escándalos familiares. Tampoco a la corrupción, o a la avaricia que cayeron algunos miembros de su familia y más de un político. 

Seis ideas para el futuro

1. Una cena solidaria.

Felipe VI afirmó que el Palacio Real es “el palacio de todos los españoles”. Una buena manera de demostrarlo habría sido organizar una cena solidaria con personas desfavorecidas emulando a la realizada por Manuela Carmena en el Palacio de Cibeles (el Ayuntamiento de Madrid) junto al padre Angel. Una decisión así, con la reina Letizia (mejor sin bolso clutch) presente en la cena, habría neutralizado las acusaciones de opulencia.

2. Puertas abiertas.

Del mismo modo, qué mejor manera de mostrar que es el palacio de todos organizando un única jornada de puertas abiertas combinada con una reducción del precio de la entrada por lo menos hasta el 6 de enero. La entrada general, de 11 euros, sólo se reduce a los menores de 5 años. Esos precios no alientan a los jóvenes a visitar el palacio. Y los días festivos, como el 24 y el 25 de diciembre, está cerrado.

3. El rey como guía.

Según expertos en comunicación, en su alocución Felipe VI necesitó claramente de un marco en el que focalizar su persona. Quizá una mesa cerca de él o un gran cuadro sobre su cabeza. La solución podría haber sido hacerlo caminar por las tres estancias, a modo de guía, parándose en lugares señalados, como el impresionante belén del Príncipe. 

4. Alusiones a la historia.

En ese itinerario por el Palacio Real a modo de guía, el rey podía haber hecho alusiones históricas, llamando a las cosas por su nombre: por ejemplo, hablar de Cataluña al enfocar el fresco de Giovanni Battista Tiépolo en la bóveda (La grandeza y el poder de la monarquía española). 

5. Por toda España.

Si el año que viene la Casa del Rey decide arriesgar de nuevo, ¿a dónde irá? Los discursos de Nochebuena podrían grabarse cada año en una ciudad diferente, en un castillo señalado o en un lugar histórico de especial relevancia. A España le sobra historia. 

6. ¡Urgente! Se busca speechwriter.

La Casa del Rey necesita, con urgencia, un buen escritor de discursos. El clásico speechwriter que sepa conectar con el punto medio emocional de los españoles. En España los hay, pero La Zarzuela ha sufrido pocos cambios en los últimos 40 años: hay otro rey, pero la inmensa mayoría de los empleados son militares, policías, diplomáticos y altos funcionarios. España no es eso. 

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