Todas las miradas puestas están otra vez en la corrupción. La plana mayor de Partido Popular cruza los dedos para que el juez del juzgado de instrucción número 31 de Madrid no meta en prisión a Rodrigo Rato, el todopoderoso vicepresidente con José María Aznar, antes del 20 de diciembre. El aparato nacional sigue diseñando su estrategia electoral y, a ochenta días de la cita con las urnas, creen que sólo les perjudica otro caso de corrupción.

“Enterraría aún más nuestras malas expectativas”. Un barón autónomico coincide con el ambiente que se respira en la planta noble de Génova: si Rodrigo Rato, quien fuera compañero de Mariano Rajoy en el Consejo de Gobierno durante la época de Aznar, entra en prisión de aquí a diciembre, esa imagen empeoraría sobremanera los ya de por sí endebles resultados electorales.

El PP en bloque recuerda con amargura la foto de Rodrigo Rato saliendo de su casa acompañado de un policía que le pone la mano en la nuca para que agache la cabeza antes de entrar arrestado en el coche. Una instantánea tomada el 17 de abril, cinco semanas antes de que se celebrasen las elecciones del 24-M, el día en el que el PP perdió muchas de las plazas municipales y autonómicas en las que mantenía el poder.

De forma de cortafuegos, la dirección nacional del PP ha dado una instrucción a sus dirigentes: nadie mencionará el nombre de Rodrigo Rato ni a ningún otro imputado en algún caso de corrupción hasta que no se celebren las elecciones generales. De hecho, este viernes en el Consejo de Ministros evitó pronunciarse sobre la investigación a la que se está viendo sometido el exvicepresidente del Gobierno por presuntos delitos de blanqueo de capitales. Guindos se ha limitado a destacar la “gestión” profesional de los actuales dirigentes de Bankia, y ha evitado en todo momento mencionar las cuatro letras del apellido de su excompañero.

El juez Antonio Serrano-Arnal ha detenido esta semana a dos de las personas más cercanas a Rato, su secretaria Teresa Arellano y su presunto testaferro, Miguel Ángel Montero, y las alarmas se han encendido sobre el hipotético arresto del exvicepresidente del Gobierno. Las mismas fuentes se muestran algo más tranquilas con Luis Bárcenas, el tesorero que también dinamitó al partido con sus acusaciones sobre la contabilidad B. De momento, las mismas fuentes confían en que el asunto se mantenga al margen de las elecciones.

A la espera de la tercer fase de Púnica

En el PP se mira de reojo a otro asunto que también les saca de sus casillas: la Operación Púnica. Durante el pasado mes de septiembre, el juez Eloy Velasco citó a declarar a cuarenta nuevos implicados a fin de corroborar las confesiones que realizó el constructor David Marjaliza, presunto cerebro de la red y amigo de la infancia de Francisco Granados, exsecretario general del PP en Madrid.

El otro gran dolor de cabeza de la dirección nacional es el auge de Ciudadanos tras las elecciones catalanas. Pese a que el partido de Albert Rivera consiguió el mismo número de votos que PP y PSOE el 27-S, Rajoy tiene claro que su rival más fuerte es el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que podría pactar con el propio Rivera su asalto a La Moncloa. De hecho, la insignia marcada desde la planta noble de Génova es no atacar directamente la figura del líder de Ciudadanos, 25 años más joven que Rajoy, y desgastar al máximo al líder socialista, “asociando cada vez que se pueda a sus pactos con Podemos en ciudades como Madrid y Barcelona”.