Publicada

Buscaba trabajo por todas partes. Como limpiadora, en almacenes... pero todo eran empleos temporales. Estuvo en el limbo laboral durante cuatro años, lo que le llevó a pensar que "no era como los demás". Carecía de estabilidad y vivía en "una angustia constante, imaginando que nunca encontraría un salario estable".

Sin embargo, para su suerte, hace nueve meses la vida de Laura Hernández Huertas dio un giro de 360 grados. "Recuerdo todavía la llamada de trabajo", confiesa a ENCLAVE ODS.

A través de la Asociación Natania y a la asistencia social del CAST de Valencia conoció el proyecto de Flores Solidarias y le acompañaron en el proceso de selección. Desde entonces, no han dejado de brindarle apoyo psicosocial en su día a día.

Nunca antes se le había ocurrido trabajar como florista. Pero, ahora, asegura que es "una profesión supergratificante y diferente al resto".

El primer día fue una mezcla de emociones. "Estaba nerviosa, porque todo era nuevo para mí, pero también sentía mucha ilusión. Lo que hoy es mi rutina, en ese momento era un mundo desconocido, pero desde el principio sentí que estaba en un buen lugar", declara.

Ahora, aunque dice que ha tenido que enfrentarse a cosas que nunca imaginó —como hablar en entrevistas o salir en vídeos y en la televisión—, está encantada con su nueva oportunidad laboral: "Me siento como en casa y disfruto cada día aprendiendo del sector".

Laura Hernández, junto a sus compañeros, en su puesto de trabajo en Flores Solidarias. Cedida

Por fin, tras cuatro tormentosos años, vuelve a sentir "tranquilidad, estabilidad e ilusión". Y, ahora, señala, puede ver un destino mejor, lo que antes le parecía imposible: "He aprendido que se abre un nuevo futuro, que nos renovamos y que puedo pensar que conseguiré otro aspecto laboral más adelante".

Y es que precisamente este hecho, el de ofrecer una salida real y sostenible a las personas en situación de sinhogarismo, fue la clave que incentivó a que Mateo Blay y Arturo Grau emprendiesen el camino de lo que hoy es Flores Solidarias.

Plantar la semilla

"Su origen se remonta a más de una década atrás, cuando Blay, profundamente conmovido por la muerte de dos jóvenes sin hogar durante una noche de invierno en Valencia, inició una iniciativa espontánea de reparto de sacos de dormir", narran los fundadores.

Sin embargo, rápido se dieron cuenta de que la ayuda puntual no solucionaba el problema de fondo. Pues, indican, "lo que realmente cambia la vida de estas personas no es un saco, sino una oportunidad laboral estable y digna". Y fue dicho y hecho.

Nació la idea de "crear un proyecto que no solo ofreciera empleo, sino también acompañamiento y dignidad". Y así, dicen, arrancaba lo que hoy es Flores Solidarias, una floristería online pionera que emplea a personas sin hogar para confeccionar ramos, demostrando que la belleza también puede ser un motor de inclusión.

Trabajan exclusivamente con flores de proximidad, adquiridas a pequeños agricultores valencianos, y dividen su modelo de negocio en dos aspectos. Porque, indican, "Flores Solidarias no solo genera empleo digno para personas en situación de exclusión social, sino que también apuesta por prácticas respetuosas con el entorno".

Por un lado, cuentan con la venta puntual, donde ofrecen flores para ocasiones especiales, como San Valentín, el Día de la Madre, bodas o eventos. Por otro, ofrecen un modelo de suscripción, lo que, explican, les permite "garantizar una estabilidad económica esencial" para cumplir con su misión social.

Mateo Blay y Arturo Grau, fundadores de Flores Solidarias. Cedida

De este modo, afirman, mientras las ventas puntuales les ayudan a crecer y a conectar con nuevos públicos, las suscripciones les dan la base para construir un modelo eficiente y con impacto a largo plazo.

Y es que, según sus cálculos, por cada 100 suscripciones activas al año pueden financiar un puesto de trabajo para una persona sin hogar. Lo que, afirman, hace de esta iniciativa un proyecto que "podría ser sostenible en el tiempo combinando rentabilidad con impacto real".

Camino de espinas

Sin embargo, desde que germinó esta idea en sus corazones no han realizado un recorrido de rosas. Blay y Grau aseguran que han tenido que enfrentar varios desafíos, que han puesto a prueba tanto su visión como su capacidad de adaptación.

El primero, explican, fue el cambio de percepción social sobre la reinserción laboral de personas en situación de sinhogarismo. Pues, explican, "existía una barrera invisible, alimentada por prejuicios y estigmas, que hacía que muchas empresas y clientes dudaran de la capacidad de estas personas para desempeñar un trabajo de calidad".

Motivo por el que estos emprendedores tomaron la iniciativa de apostar por "una formación especializada en arte floral", donde no solo brindan habilidades técnicas, sino también confianza y autoestima. "Decidimos dar visibilidad a las historias con éxito de nuestros trabajadores, mostrando su talento, compromiso y evolución dentro del proyecto", declaran.

Otro reto fue conseguir sostenibilidad financiera. Porque, al no contar con grandes inversores, tuvieron que construir un modelo económico sólido desde cero y, aunque parece que ahora funciona, aseguran que dependen en gran medida del apoyo de clientes, empresas colaboradoras y personas comprometidas con su causa.

Pese a las trabas, están convencidos de que tomaron la decisión correcta, especialmente con la elección de las flores como modelo de negocio: "Tienen algo especial. Necesitan un hogar para ser apreciadas, para decorar, para dar vida. Y precisamente trabajamos con personas que han perdido el suyo".

Y es que, añaden, "el contacto con algo natural, el trabajo manual y en equipo tiene un efecto muy rehabilitador. Las flores nos permiten crear un entorno laboral que es terapéutico, donde cada persona puede reconectar consigo misma, desarrollar habilidades y sentirse parte de algo bello".

Selección de 'rosas'

Desde Flores Solidarias, Blay y Grau trabajan mano a mano con la Asociación Natania y el Centro de Atención a Personas Sin Hogar (CAST) del Ayuntamiento de Valencia. Son estas organizaciones las que les derivan los perfiles adecuados para involucrarse en el proyecto, además de participar en las entrevistas y el acompañamiento psicosocial.

La labor de las entidades colaboradoras, indican, les "permiten conocer mejor a cada persona, entender sus necesidades y acompañarles desde el respeto y la compasión".

Proceso de la recogida de flores para los ramos de Flores Solidarias. Cedida

Una vez seleccionados los perfiles, arranca el proceso de formación. Primero, cuentan los fundadores, aprenden las tareas básicas del oficio: cómo recepcionar las flores, limpiarlas, cuidar los tallos y mantener la cámara frigorífica.

Lo siguiente es coger práctica en la confección de ramos con la técnica de la espiral, que es la base del arte floral. Y, finalmente, mencionan, alcanzan autonomía para crear ramos por sí mismos, siempre con la supervisión de la maestra florista.

Al mismo tiempo, reciben acompañamiento psicosocial y emocional para, dicen, "fortalecer su autoestima y autonomía personal, lo que les ayuda a evolucionar también a nivel humano".

Un nuevo florecer

El proyecto está pensado como proceso de transición. Durante dos años trabajan como floristas mientras ganan experiencia y estabilidad y, después, a través de su colaboración con el programa 'Incorpora' de Fundación 'la Caixa', les ayudan encontrar un empleo acorde a sus intereses, con formación adicional y facilidades de empleabilidad.

Porque, insisten los fundadores, "no se trata de que se marchen, sino de que den un paso adelante hacia su futuro, con nuevas oportunidades". Pues, de mantener de forma constante a las mismas personas sin ofrecerles evolución ni nuevos espacios, no contarían con la posibilidad de ayudar a otras personas que también lo necesitan.

Su objetivo es, como le ocurrió a Laura Hernández, seguir cambiando muchas vidas. Y es que esta mujer ha pasado de pensar que no saldría adelante a contar con una vivienda y apoyo diario.

Por eso, el objetivo de Flores Solidarias es expandirse por otras ciudades de España y construir una red de distribución más amplia, que permita que más personas puedan contribuir a la causa a través de la compra de flores.

Buscan, dicen los creadores, que se convierta en "un referente de cómo el emprendimiento puede transformar vidas y generar un impacto positivo y sostenible en la sociedad".

Por su parte, Hernández sueña con tener "una vivienda completa" para ella y poder seguir construyendo una vida con estabilidad y autonomía. Tiene en mente continuar algún día con un negocio que empezó en el pasado, pero, después de esta oportunidad, no descarta seguir formándose como florista. "Es un oficio que me encanta y en el que me siento valorada", concluye.