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Especialista en la grabación del sonido de la naturaleza desde hace ya 40 años, Carlos de Hita (Madrid, 1959) está acostumbrado a trabajar la sonoridad sobre todo tipo de soportes. Y, ahora, alerta a través de su última obra, Parques Nacionales de España (Anaya Touring, 2025), de las amenazas que enfrentan los 16 parques nacionales del país. 

En 1992 empezó a grabar los paisajes sonoros de los parques nacionales. Arrancó con la montaña de Covadonga (Asturias), le siguió Añisclo y Ordesa y el Monte Perdido (ambos en Huesca). Y así, dice, comenzó la publicación de una colección de discos titulada El sonido de los parques nacionales

Por aquel entonces trabajaba en el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), en el valle de Valsaín, en la cara norte de lo que llegaría a ser el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Y, unos años después, logró hacerse con el Premio Imagen de la Sociedad Geográfica de España y el Premio de la Fundación BBVA a la Difusión del Conocimiento y Sensibilización de la Biodiversidad. 

Desde entonces, cuenta en su última publicación, ha navegado por las noches del Mediterráneo tras los gritos de las aves marinas, ha pisado la nieve helada en las cumbres pirenaicas tras el lagópodo nival o dormido bajo las llamadas de los búhos reales en los riscos del valle del Tajo. 

Presume, además, de haber podido deambular "libremente" por las marismas del Guadalquivir, haber grabado "el silencio" de los volcanes apagados de Canarias e incluso haber recorrido a pie los capos "resecos", que no muchos antes había navegados en barca de fondo plano de las lagunas de la Mancha Húmeda. 

Durante todo ese tiempo, asegura haber "evitado el ruido", pese a que este ha estado presente "asiduamente". Sin embargo, si algo tiene claro De Hita, es que "los parques nacionales nacen para la conservación de la belleza". Y así lo defiende. 

Otoño en el lago de Sant Maurici, Pirineos, Cataluña, España. xavierarnau Istock

Considera Parques Nacionales de España "el cierre de un círculo". Y lo explica: "Quería completar aquel recorrido por lo mejor de nuestra naturaleza, ampliarlo y ponerlo al día con las mejores técnicas de los últimos en las grabaciones y el montaje". 

Reconoce que las experiencias vividas en los últimos años han sido un verdadero "privilegio", pero también es consciente de que "es muy difícil que alguien pueda volver a vivirlo". Pues, las dos crisis que asolan el planeta, la climática y la de los ecosistemas, dice, "se están llevando demasiadas cosas". 

"Estos son mis recuerdos", declara dando paso a la obra. Se trata, menciona, de "un resumen de las mejores experiencias de mi vida en el campo, de algunas de las historias que la naturaleza me ha contado a través de sus propias voces. Estos son, pues, mis parques nacionales". 

Futuro incierto

A través de Parques Nacionales de España, De Hita hace un recorrido por las 16 áreas protegidas para preservar su biodiversidad, flora y fauna

En total, son dos archipiélagos (las Islas Atlánticas y Cabrera), dos humedales (las Tablas de Damiel y Doñana), dos serranías (Monfragüe y Cabañeros), dos montañas altas (Sierra Nevada y Ordesa), tres volcanes (Timanfaya, Caldera y el Teide) y cinco bosques (Picos de Europa, Sierra de Guadarrama, Sierra de las Nieves, Garajonay y Aigüestortes y Lago de San Mauricio). 

Sin embargo, pese a que estas regiones están clasificadas como parques nacionales, De Hita asegura que "las amenazas no desaparecen". Pues, dice, "la crisis climática no respeta ni límites ni prestigios", haciendo que todas estas áreas, sin excepción, arrastren una serie de problemas, "algunos tan graves que condicionan su futuro". 

Y lo explica con un ejemplo: "El síndrome que está acabando con las gaviotas patiamarillas y sombrías de las Illas Atlánticas es grave, pero no más que la historia del declive de las aves marinas en las costas de Galicia".

Por eso, indica De Hita, "la declaración de un territorio como parque nacional no es un punto de llegada". Y es que esta denominación no es la resolución definitiva a los obstáculos. Incluso, afirma el autor, "los problemas que llevaron a su constitución continúan presionando". 

Grabarlo para contarlo

En los Picos de Europa, por ejemplo, el madrileño destaca que "hace ya tiempo que enmudecieron los urogallos". E indica que "los osos apenas asoman por las praderías" y "los lobos siguen siendo los proscritos en un territorio que les pertenece desde siempre". 

Aunque, si hablamos de montaña, De Hita asegura que "todas las cordilleras, en general, comparten un mismo diagnóstico". En Ordesa y Aigüestortes, los glaciares y neveros se están fundiendo, quedando un paraje protagonizado por las nevadas "imprevisibles" y las escasas lluvias. 

Pantano en el Parque Nacional de Doñana. Pablo Escuder Cano Istock

Este escenario, además, está afectando a la fauna y flora del lugar. Y es que, menciona el especialista, los animales y las plantas "buscan el frescor cada año un poco más arriba". La cuestión aquí es que, de seguir ascendiendo, "pronto no tendrán cimas más altas". 

Y esto, precisamente, es lo que está ocurriendo en la Sierra de Guadarrama, donde "los bosques se secan por las laderas más bajas, el verde oscuro de los pinos se aclara y grandes matas de arbolado viran hacia el marrón". 

Hemos llegado al punto en el que la crisis climática está rozando el límite para la supervivencia de los parques nacionales. De hecho, De Hita afirma que "los bosques de pinsapos de la Sierra de las Nieves son tan pequeños que están solo a unos pocos incendios de la desaparición".

El contexto de Cabañeros y Monfragüe no es mucho más alentador. La escasez de conejos azota con fuerza, a lo que hemos de sumar la seca —sequías recurrentes, estrés hídrico, suelos endurecidos por sobrecarga y pisoteo de las pezuñas de una población desmesurada de ciervos—.

Esto, dice el madrileño, está provocando "el debilitamiento y el agotamiento de los árboles, la desaparición de la dehesa y la matorralización de los bosques". 

Crisis de supervivencia

Declaradas parque nacional para salvar un humedal que, asegura De Hita, "nunca ha tenido ninguna opción de salvarse", las Tablas de Damiel forman una categoría por sí solas en lo que a supervivencia se refiere. 

Similar es el caso de Doñana, donde, indica el autor, "inciden las dos grandes crisis que castigan a la naturaleza: la del clima, los cambios hacia la escasez y la irregularidad del régimen de lluvias, y la de los ecosistemas, que se basa en la sobreexplotación de las aguas subterráneas". 

Y lo explica: "De los grandes acuíferos sobre los que se asientan las marismas del Guadalquivir ya no manan las fuentes que alimentaban las lagunas permanentes en tiempos de sequías. Las pocas aguas que llegan lo hacen, además, contaminadas por los residuos químicos de la agricultura intensiva del arroz y los frutos rojos". 

Parque nacional de las Tablas de Damiel en España. janskoda Istock

Por otro lado, en los cuatro parques de Canarias, De Hita hace hincapié en el impacto de "la masificación de las visitas" como uno de los principales problemas de la región. 

Aunque, si una cuestión es común a todos los parajes, dice el especialista, es el ruido. De hecho, se aventura a sentenciar que "el silencio es lo primero que se pierde en una crisis ambiental. Llega antes que la causa que lo produce, es el anuncio de que las cosas van a empeorar". 

Sin embargo, el madrileño defiende que "toda esta relación de ruidos y problemas no debe resultar, ni mucho menos, en el pesimismo y el abandono". Y es que, pese a que es consciente de que "poco se puede hacer contra los imponderables del clima, el deshielo y las sequías", tiene claro que los parques nacionales no deben "encerrarse en sus fronteras".

Para él, concluye, estos lugares "deben servir de campo de pruebas para desarrollar modelos de gestión que preparen a todos los ecosistemas naturales para aclimatarse a los malos tiempos por venir".