El turismo accesible no es solo un deber ético: es también una oportunidad estratégica para España, donde casi un tercio de la población tiene necesidades de accesibilidad.
Garantizar viajes inclusivos, seguros y cómodos no solo mejorará la experiencia de millones de personas, sino que permitirá al sector fidelizar clientes, desestacionalizar la demanda y reforzar su competitividad internacional.
Viajar es mucho más que desplazarse: es descubrir, disfrutar y conectar con otras culturas. Sin embargo, millones de personas en el mundo todavía encuentran barreras para ejercer este derecho en igualdad de condiciones.
Quienes tienen necesidades de accesibilidad —personas con discapacidad, mayores, personas con condiciones médicas temporales o cualquier individuo que requiera apoyos específicos— siguen enfrentando múltiples barreras físicas, sensoriales, digitales y sociales.
El turismo accesible se ha consolidado no solo como una cuestión de derechos humanos, sino también como una oportunidad de negocio estratégica para el sector de viajes y turismo.
El turismo accesible busca que todas las personas puedan viajar de forma segura, cómoda y autónoma, sin importar sus capacidades.
Supone garantizar infraestructuras físicas adaptadas —rampas, transporte o baños accesibles—, recursos sensoriales como braille o sistemas auditivos, materiales y procesos sencillos para quienes requieren apoyo cognitivo, y entornos digitales inclusivos conforme a los estándares de accesibilidad digital europeos (European Accessibility Act).
En definitiva, se trata de romper barreras y anticiparse a las necesidades de los viajeros, convirtiendo la accesibilidad en un factor clave de calidad y competitividad en la oferta turística.
Un mercado en crecimiento
Lejos de ser un nicho, se trata de un mercado transversal y creciente, con capacidad para impulsar la desestacionalización de la demanda —uno de los principales retos del sector— y para generar empleo de calidad en toda la cadena de valor turística.
Los datos así lo confirman. Según la OMS, alrededor de 1.300 millones de personas en el mundo —el 16 % de la población— vive con una discapacidad significativa, y si se incluyen también las personas mayores o con limitaciones temporales, la cifra asciende a casi un tercio de la población mundial.
En España, se estima que 14,4 millones de personas —casi un 30% de la ciudadanía— tienen necesidades de accesibilidad, según la Fundación ONCE y el Observatorio de Accesibilidad.
Mujer asistiendo a un usuario de silla de ruedas con un teléfono inteligente en el aeropuerto.
Además, este perfil de viajero presenta hábitos que refuerzan el atractivo económico del turismo accesible: favorecen la desestacionalización al viajar fuera de las temporadas tradicionales, suelen repetir y recomendar las experiencias inclusivas, y en un 96% de los casos viajan acompañados.
A nivel mundial, la población mayor de 50 años —un segmento clave dentro de este mercado— gasta más de 109.000 millones de euros anuales en turismo, generando un impacto directo en el empleo y en sectores vinculados a la economía del bienestar.
Retos pendientes
Aunque se han logrado avances importantes, el turismo accesible sigue enfrentando desafíos que limitan su pleno desarrollo. El más significativo es que para que un viaje sea realmente accesible, todos los eslabones de la cadena deben serlo: desde la planificación en la web o la agencia, hasta el transporte, el alojamiento, las actividades en destino y el regreso.
Basta con que uno de estos elementos falle para que la experiencia deje de ser inclusiva. Esto implica coordinar a múltiples actores —aerolíneas, hoteles, operadores turísticos, administraciones públicas, plataformas digitales y empresas de transporte— en torno al mismo reto, trabajando las alianzas para dar una respuesta conjunta.
Disponer de información clara y verificada sobre el grado real de accesibilidad de hoteles, transportes o actividades, generará confianza entre los viajeros y será una de las claves para el impulso de los viajes accesibles.
A esta complejidad se suman otros retos estructurales. Por un lado, la desigualdad en infraestructuras entre destinos: mientras algunos cuentan con servicios adaptados y normativas avanzadas, otros siguen muy rezagados. Por otro lado, el coste de las adaptaciones es otro obstáculo, especialmente cuando se requieren reformas profundas, lo que desincentiva a parte del sector.
La clave de la competitividad
El turismo accesible es un requisito para garantizar que todas las personas puedan disfrutar de la experiencia de viajar en igualdad de condiciones. Atender este desafío supone también abrir la puerta a un mercado en crecimiento, fidelizar clientes y mejorar la competitividad del sector.
En un contexto en el que España aspira a consolidarse como referente mundial, la clave estará en lograr que cada eslabón del viaje sea accesible, porque solo así el turismo podrá ser verdaderamente inclusivo, sostenible y generador de valor para toda la sociedad.
*** Ana Ruiz es socia de Transcendent.