Cada verano recibimos con impotencia las mismas imágenes: columnas de humo en el horizonte, pueblos evacuados, bosques arrasados y familias que pierden en minutos lo que tardaron años en levantar.

Los incendios forestales no son una anécdota, forman parte del riesgo y el caos permanentes. Muchos son provocados, otros nacen de descuidos en el cuidado del campo, pero todos ponen en evidencia la necesidad de construir viviendas más seguras y resistentes. En este escenario, la arquitectura pasiva ofrece soluciones.

El estándar Passivhaus surgió en Alemania en los años noventa como un modelo de eficiencia energética. El objetivo era claro: reducir el consumo hasta en un 90% sin renunciar al confort. Con el tiempo, se ha comprobado que esas mismas estrategias aportan a las construcciones un mejor comportamiento frente al fuego.

No es una hipótesis: en los grandes incendios de California y Australia se documentaron casas pasivas que permanecieron en pie cuando las viviendas convencionales a su alrededor habían quedado destruidas. Es un hecho probado que su diseño ofrece una protección añadida.

Una vivienda pasiva cuenta con una envolvente continua y bien aislada, materiales de baja combustibilidad o no combustibles, fachadas y cubiertas preparadas para frenar la propagación de las llamas y carpinterías de altas prestaciones. El triple acristalamiento y el sellado hermético reducen la entrada de chispas y humo, y la continuidad del aislamiento evita puntos débiles por donde un incendio pueda penetrar.

A esta capa de protección se suma la ventilación mecánica con recuperación de calor, que en caso de humo exterior puede funcionar con filtros adecuados y un aporte controlado de aire. Esto es más importante de lo que parece: en un incendio, muchas casas se vuelven inhabitables, no tanto por el fuego directo como por la entrada de humo.

Una construcción bien sellada, con pasos de instalaciones correctamente ejecutados y un sistema de ventilación controlado, ofrece un margen de seguridad decisivo.

La prevención empieza también fuera de la vivienda. Un proyecto pasivo contempla el entorno inmediato como parte de la estrategia: evitar vegetación inflamable junto a la fachada, optar por pavimentos resistentes en el perímetro, proteger canalones y aleros, y diseñar cierres y lamas en materiales que no alimenten las llamas. Son decisiones de proyecto y de mantenimiento que, sumadas, convierten la parcela en un lugar más seguro.

Conviene subrayar que no hablamos de casas de lujo, sino de casas bien construidas. El estándar Passivhaus nació orientado a la vivienda social y demuestra que sostenibilidad y accesibilidad son compatibles. Una vivienda pasiva no tiene por qué ser más cara; lo que requiere es conocimiento técnico y un seguimiento constante de la obra.

Las pruebas de hermeticidad —como el conocido Blower Door— y la revisión detallada de aislamientos y carpinterías son imprescindibles. De nada sirve invertir en unas ventanas excelentes si luego la instalación es deficiente. La diferencia está en el cuidado del detalle y en la ejecución correcta.

En países mediterráneos como España, donde la interfaz urbano-forestal se amplía cada año y los veranos son más secos y largos, la prevención no puede limitarse a cortafuegos o a equipos de extinción. Debe integrarse desde el propio diseño y construcción.

Escoger materiales adecuados en fachadas y cubiertas, sellar bien las penetraciones, evitar que porches y voladizos acumulen combustible vegetal y mantener limpio el entorno inmediato de la vivienda son medidas sencillas y eficaces. Combinadas con la lógica pasiva, logran edificios que consumen menos en el día a día y que, además, presentan una resistencia adicional en caso de incendio.

La arquitectura pasiva aporta beneficios en varios niveles. Reduce la factura energética y las emisiones, mejora la calidad del aire interior y el confort, y suma seguridad frente a situaciones extremas. No es una cuestión de moda, ni de etiquetas, sino de aplicar un método probado que ofrece resultados medibles.

Por eso cada vez más profesionales apuestan por este estándar. No promete milagros, sino un modo de proyectar y construir con rigor. En un país que convive cada verano con el riesgo de incendios, elegir una vivienda bien diseñada y bien ejecutada es elegir tranquilidad para el presente y protección para el futuro.

*** Lourdes Treviño es arquitecta y directora de Freehand arquitectura, el estudio certificado y especializado en Passivehaus.