¿Te imaginas una camiseta realizada con naranjas? Eso es, ni más ni menos, lo que ha hecho Loewe. Pero no se trata de una excentricidad de una marca de lujo, sino de una apuesta por la innovación y la sostenibilidad.
Y es que esta camiseta está confeccionada con un tejido derivado de cáscaras de naranja desechadas en la industria del zumo, con el doble objetivo de minimizar el impacto ambiental de la prenda, a la vez que, muy probablemente, mostrar que hacer moda, e incluso lujo, con un residuo es posible.
Para confeccionar esta camiseta, Loewe ha trabajado en colaboración con Orange Fiber, un proveedor italiano que se encarga de la gestión de este residuo agroalimentario que, en Italia, supone alrededor de 700.000 toneladas al año; y con Pyratex, una startup española especializada en fibras textiles de nueva generación, las llamadas next gen.
Se trata principalmente de hilos y tejidos que se obtienen a partir de residuos de otras industrias, como la agroalimentaria, y que están permitiendo que el negocio de la moda, tan duramente criticado por trabajar con materias primas procedentes de fuentes no renovables, vire hacia un modelo más responsable, resiliente y circular.
De hecho, la camiseta de Loewe no es un caso aislado. El sector lleva años explorando soluciones que aprovechan subproductos agroalimentarios como fuente textil. Porque, al fin y al cabo, crear con un residuo siempre será más sostenible que hacerlo con una materia virgen.
Una de las primeras grandes firmas en apostar por esta vía fue Salvatore Ferragamo, que en 2017 lanzó una colección de pañuelos realizada también con el residuo de las naranjas.
Poco después, Hugo Boss presentó una colección de calzado realizada con Piñatex, un material vegetal que imita la piel y se elabora con los residuos de la piña. Este mismo material también ha sido utilizado por empresas como Zara, Chanel o Paul Smith.
Los materiales que imitan la piel son los que en realidad mejor están funcionando dentro del universo de la recuperación del residuo agroalimentario para el negocio de la moda.
Hemos visto zapatillas de manzana firmadas por Tommy Hilfiger y bolsos de setas con el logotipo de Stella McCartney. También la uva se ha colado en las colecciones de H&M o Pangaia y el plátano en los armarios de las fans de Balenciaga, Ganni o de Cos.
Una de las últimas frutas en incorporarse en esta macedonia de la moda ha sido el caqui, y lo ha hecho de la mano de una empresa española, Persiskin.
Sus fundadores, que proceden del negocio agroalimentario, supieron ver en la gran cantidad de sobreoferta que generaba este producto y que acababa desechado, una oportunidad de negocio en el sector textil, aprovechando el alto nivel de celulosa con el que cuenta esta fruta.
El proyecto ha despertado el interés de empresas como Mango, que en 2023 le otorgó el premio Fashion StartUp Contest.
Más allá de la fruta, el negocio de la moda está incorporando en sus colecciones tejidos realizados con residuos y excedentes de productos tan dispares como los cactus, las algas, el café, la proteína de la leche o incluso residuos textiles postconsumo.
Esta última es, probablemente, la fuente más lógica y sostenible de todas, aunque requiere fuertes inversiones para alcanzar una verdadera escalabilidad.
La transición hacia la llamada "moda circular" será tanto más rápida cuanto más crezca la demanda ciudadana por este tipo de productos.
Así que ya sabes, la próxima vez que vayas de compras, échale un vistazo a la composición de la prenda. Quizás hay alguna fruta escondida que te ayuda a elegir mejor.
*** Sònia Flotats es directora de Move! Moda en Movimiento.