"La inteligencia artificial es cada vez más omnipresente e influye en todos los aspectos de nuestra vida, desde la forma en que nos comunicamos hasta cómo desarrollamos nuevos medicamentos. Desde la educación hasta cómo nos desplazamos a nuestro destino".
Así describe Behzad Mehrbakhsh, técnico superior de investigación de la Universitat Politècnica de València, una tecnología que en 2025 ha dejado de ser una promesa para convertirse en una presencia constante, aunque casi invisible, en la vida cotidiana.
La IA ya no irrumpe de forma abrupta ni se presenta como una revolución lejana. Se integra. Acompaña. Opera en segundo plano mientras sostiene decisiones críticas en sistemas cada vez más complejos y frágiles. Sin embargo, el relato público sigue dominado por la desconfianza.
Para una parte de la sociedad, la inteligencia artificial continúa siendo un monstruo: una tecnología asociada a la pérdida de empleos, a la automatización sin control o a algoritmos que deciden sin rendir cuentas. Ese miedo convive, paradójicamente, con una adopción acelerada en sectores donde el margen de error es mínimo.
La clave está en el uso. Tal y como señalaba la ingeniera industrial y experta en la materia Mónica Villas en una entrevista para este vertical, la pregunta relevante no es si la IA es fiable o no, sino en qué puede ayudar y quién asume la responsabilidad de lo que produce.
Este sistema, recuerda, aprende de datos generados por personas y debe mantenerse bajo supervisión humana. Y precisamente ahí, en ese equilibrio entre automatización y criterio, se juega buena parte de su impacto social.
Desde su origen en los años 50, cuando el término fue acuñado durante la Conferencia de Dartmouth, ha atravesado ciclos de entusiasmo y decepción.
Hoy, el aumento de la capacidad computacional, la mejora de los algoritmos y la disponibilidad masiva de información han permitido que sus aplicaciones se trasladen al terreno práctico. Y es ahí donde comienza a mostrarse su cara más amable; la de una herramienta que no sustituye al ser humano, sino que amplía su capacidad de análisis y anticipación.
Una segunda mirada
En el ámbito sanitario, la inteligencia artificial se ha convertido en un apoyo silencioso para profesionales que trabajan bajo una presión constante, pues el volumen de datos clínicos crece sin descanso y la complejidad de los diagnósticos exige cada vez más precisión.
En ese sentido, actúa como una segunda mirada capaz de identificar patrones que pueden pasar desapercibidos. "Viene a ayudar, no a sustituir", afirma Pepe Zamorano, catedrático de Medicina en la Universidad de Alcalá y jefe de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal.
"El médico puede no haber dormido, estar atravesando problemas personales... y el paciente confía. ¿Por qué no hacerlo también en una IA que ayuda a esa vulnerabilidad humana?", planteaba Zamorano durante su intervención en el Samsung Innovation Campus Summit: 'AI for a Better World'.
Pepe Zamorano, catedrático de Medicina en la UAH y jefe de cardiología del Hospital Ramón y Cajal.
Las herramientas actuales permiten analizar grandes volúmenes de información para detectar enfermedades de forma temprana, especialmente en patologías como el cáncer, donde el diagnóstico precoz es determinante.
También facilitan el seguimiento de parámetros vitales y la identificación de riesgos antes de que se traduzcan en síntomas graves. Porque, como recuerda Zamorano, durante la pandemia de la covid-19 ya se utilizaban sistemas de inteligencia artificial para clasificar pacientes a partir de análisis de tos.
El siguiente gran paso apunta hacia los gemelos digitales. Es decir, crear modelos virtuales de órganos o pacientes que permitirán simular intervenciones antes de realizarlas.
Y es que si algo tiene claro el catedrático es que "la sanidad que tenemos hoy no va a tener nada que ver con la que tendremos mañana. La IA nos va a ayudar a ser mejores médicos y mejores pacientes".
Personalizar el aprendizaje
En las aulas, la inteligencia artificial ha abierto un debate profundo sobre cómo enseñar y evaluar en un entorno digitalizado. La cuestión es que este avance se enfrenta al temor a que sustituya al profesorado o fomente un aprendizaje automático, aunque cada vez más expertos coinciden en que el verdadero riesgo es no liderar el cambio.
"La amenaza no es la IA; es una educación sin criterio, sin liderazgo pedagógico y sin proyecto humano", advertía Sonia Díez, presidenta de la Fundación Ítaca y miembro del Instituto de Formación e Investigación de Naciones Unidas (UNITAR), durante una entrevista con ENCLAVE ODS.
Bien utilizada, sostiene, puede liberar al docente de tareas administrativas, detectar dificultades de adquisición de conocimientos de forma temprana y facilitar una enseñanza más personalizada.
Paloma Julia Velasco, decana de la Facultad de Educación de la Universidad Europea, defiende la incorporación de estas herramientas para preparar a los jóvenes para un futuro profesional en el que la IA ya es transversal. Sin embargo, subraya la necesidad de una integración reflexiva.
"Hay que usarla para que aprendan mejor, pero no todo vale", añadía Silvia Leal, asesora en inteligencia artificial para la OCDE y la Unión Europea, durante su intervención en el IV Observatorio ODS.
Desde la Universidad Europea de Madrid, su rectora Elena Gazapo, insistía en la IV edición de Wake Up, Spain! en formar a los estudiantes en un uso responsable, ético y crítico de la tecnología.
"No se trata de prohibir, sino de evaluar las competencias", explicaba, apostando por modelos que certifiquen lo que el alumno va a hacer.
Además, la IA se perfila como una herramienta para reducir desigualdades, personalizar el aprendizaje y apoyar a estudiantes con necesidades especiales o barreras idiomáticas.
Ganar tiempo
El aumento de fenómenos climáticos ha convertido la gestión de emergencias en un reto estructural. Inundaciones, incendios forestales y olas de calor exigen sistemas capaces de anticiparse más que de reaccionar. En este escenario, la inteligencia artificial se ha convertido en una aliada estratégica.
"Nos ayuda a tomar mejores decisiones en menos tiempo y en el lugar adecuado", afirmaba Pedro Torres, director de marketing de Esri España, durante su intervención en el Samsung Innovation Campus Summit: 'AI for a Better World'.
De hecho, durante la dana que afectó a la Comunidad Valenciana, el uso de imágenes de drones combinadas con análisis automatizados hizo posible un mapeo rápido de las zonas más afectadas. "La IA permitió saber dónde había que emplear los recursos con mayor urgencia", explica.
Esri se utilizó en la fase de post emergencia y comunicación del volcán de La Palma.
Por su parte, Pablo Herreros, account manager de la misma compañía para el sector de seguridad y emergencia, detallaba en una entrevista para este vertical que estos sistemas permiten actuar en todo el ciclo de gestión: previsión, prevención, respuesta y recuperación.
Y es que los mapas de riesgo, las simulaciones de incendios o los gemelos digitales del territorio facilitan planes de evacuación más eficaces y una gestión optimizada de los recursos. "Las emergencias se manejan cuando no hay una", subrayaba.
Así, sector a sector, la inteligencia artificial está dejando de ser una amenaza abstracta para convertirse en una herramienta de resiliencia. Una tecnología que, lejos de alimentar el retrato del monstruo, empieza a demostrar que su mayor valor está en proteger vidas, reducir incertidumbre y reforzar la capacidad colectiva de respuesta.
