Mariana Goya
Publicada

La contaminación por plásticos se ha convertido en una de las mayores amenazas ambientales del siglo XXI. Cada año se producen alrededor de 460 millones de toneladas de este material, y solo una fracción mínima —alrededor del 9%— llega a reciclarse en condiciones eficientes.

El resto se dispersa por vertederos, ecosistemas y mares que ya muestran signos evidentes de saturación. Y precisamente esta ha sido la realidad que ha llevado a Naciones Unidas y a más de 170 Estados a intentar, en los últimos años, forjar un acuerdo global que regule la producción y gestión del plástico. Sin embargo, el proceso avanza más despacio de lo esperado.

Las últimas rondas de negociación no lograron el consenso necesario para cerrar un texto robusto. Las discrepancias entre bloques —especialmente entre los países que abogan por limitar la producción de plástico virgen y aquellos que prefieren centrarse únicamente en la gestión de residuos— detuvieron el avance.

La última noticia al respecto, que llegó en agosto de este año, ha sido un borrador ampliamente criticado por su falta de ambición y la retirada de medidas clave, como las restricciones a aditivos tóxicos o las referencias al impacto del plástico en la salud humana.

Y es que aunque el impasse político es relevante, este no debería paralizar al resto de la sociedad. De hecho, la lentitud institucional no hace más que aumentar la urgencia de actuar desde abajo, pues ciudadanos, comunidades, empresas locales y consumidores tienen capacidad real para reducir la presión ambiental mientras los gobiernos continúan negociando.

En ese sentido, existen múltiples acciones individuales que pueden ponerse en marcha desde hoy, al margen del ritmo de la diplomacia internacional.

Reducir

La reducción del consumo de plástico es la herramienta más poderosa. No porque sea sencilla, pues requiere cambiar hábitos arraigados, sino porque actúa sobre la raíz del problema. Es decir, si se usa menos cantidad, automáticamente se generará menos residuo.

Para ello, evite comprar plásticos de un solo uso, tales como botellas, pajitas, cubiertos, vasos, bolsas o envoltorios. Estos objetos se utilizan tan solo durante unos minutos, pero permanecen en el medioambiente durante siglos. Por eso, sustituirlos por versiones reutilizables evita cientos de piezas al año por persona.

Residuos microplásticos contaminados con la arena del mar. Istock

Trate de comprar a granel siempre que sea posible, priorice los productos sin sobre-empaquetado y elija envases reutilizables o biodegradables cuando exista la alternativa.

Otra opción sería reducir el uso de ropa sintética, que libera microfibras en cada lavado. En ese sentido, opte por elegir prendas de durabilidad comprobada y lavar con menos frecuencia. Y es que pese a que puedan parecer pequeños gestos, si un hogar europeo medio elimina el 50% de los plásticos desechables, se podría disminuir hasta 30 kilos de residuos al año.

Reutilizar

Alargar la vida útil de los productos es una práctica más que eficaz cuando hablamos de reciclaje. Sin embargo, pese a su aparente sencillez, sigue siendo una de las estrategias más infravaloradas.

Para integrarlo en el día a día, puede optar por llevar siempre consigo una botella reutilizable y una bolsa plegable. También puede utilizar táperes para comidas fuera de casa y apostar por la reparación de objetos antes de reemplazarlos, bien sean electrodomésticos, textiles o cualquier otro elemento.

Elija productos que faciliten su propia reparación o desmontaje y, siempre que pueda, explore el mercado de segunda mano. Pregúntese si el objeto puede servir para otro fin, regalarse o donarse.

Reciclar

Aunque esta acción no resolverá el problema por sí solo, continúa siendo fundamental. La clave está en hacerlo bien, pues es precisamente eso lo que marca la diferencia, ya que muchos residuos que deberían reciclarse acaban contaminando la cadena por errores domésticos.

Para no ser el responsable de ese fallo, trate de limpiar y secar los envases antes de depositarios en el contenedor correspondiente, separe correctamente los distintos tipos de plásticos y evite mezclar residuos orgánicos.

Además, conocer las normas locales es fundamental. Y es que no todos los municipios admiten los mismos materiales.

Actuar en comunidad

Las iniciativas comunitarias tienen un efecto doble. Y es que, además de reducir los residuos, ayudan a generar conciencia.

Para incentivarlo, puede organizar limpiezas a playas, riberas o parques, promover el intercambio de objetos o impulsar campañas locales para reducir plásticos en comercios, mercados o centros educativos.

Participar en asociaciones o plataformas que exijan mejores políticas municipales también puede ser una acción clave.

Cambiar hábitos

El sector privado reacciona más rápido que los gobiernos cuando perciben cambios en la demanda. Por ese motivo, elegir productos con envases sostenibles, rechazar embalajes innecesarios o premiar a marcas que optan por la economía circular puede ser vital para lanzar un mensaje claro: el plástico innecesario sale caro.

Además, escribir a empresas, dejar reseñas, preguntar por alternativas o apoyar a negocios locales sostenibles es también una forma eficaz de empujar cambios estructurales.