Noviembre ha llegado, pero, un año más, no ha venido solo. La entrada del penúltimo mes de 2025 se ha presentado acompañada de una bajada de temperaturas generalizada en la península y alguna que otra jornada de lluvia.
Y aunque parece que esta primera semana habrá unos días de tregua antes de la aproximación de una borrasca que dejará fuertes precipitaciones, viento y oleaje en el noroeste, tal y como informaba la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), es imposible obviar que el otoño ya se encuentra entre nosotros.
De ahí que muchos españoles estuvieran ansiosos por la llegada del Día de Todos los Santos como pistoletazo de salida para la puesta en marcha de la calefacción central en los edificios de viviendas. Y es que, pese a que no hay una jornada determinada como norma, el 1 de noviembre parece haberse establecido como la fecha tradicional y de consenso para prepararse de cara al frío del invierno.
Sin embargo, aunque este día se haya convertido en el encendido general, la realidad es que no existe una disposición estatal que obligue a las comunidades de vecinos a activar la calefacción en una fecha concreta.
Cada edificio con sistema centralizado decide de manera autónoma cuándo ponerla en marcha, una decisión que suele adoptarse por mayoría en junta de propietarios.
Es decir, ni el administrador ni un vecino pueden decidirlo por su cuenta, sino que la comunidad elige el momento que considera más adecuado según la climatología o el consumo de años anteriores.
Tampoco hay una regulación que determine cuántas horas puede estar encendida la calefacción al día. Aunque lo habitual es mantenerla activa durante las horas centrales y apagarla por la noche para optimizar el gasto energético.
Una persona ajustando la temperatura de un radiador con termostato.
Y aquí es donde entra en juego el debate de las válvulas termostáticas en los radiadores, una novedad que muchos celebran como el inicio de una nueva era de eficiencia y ahorro… pero, como casi todo, tiene truco.
Porque disponer de un termostato propio no garantiza automáticamente pagar por lo necesario. Para que el ahorro sea real, es imprescindible contar también con un contador térmico individual que mida el gasto de cada radiador.
Contador individual
En el caso de los edificios que cuentan con calefacción central, cuando hablamos de un termostato individual nos referimos a aquel componente que permite regular el calor del espacio donde está ubicado.
De este modo, explica Joana Ortiz, jefa adjunta del departamento REACT del Instituto de Investigación en Energía de Catalunya (IREC), "si el aparato mide una temperatura inferior a la definida por el usuario, conocida como consigna, pide más calor al sistema de calefacción. Si, por el contrario, es igual o superior, deja de aportarlo".
Por otro lado, están las válvulas termostáticas, que tienen un funcionamiento similar, aunque con ciertas diferencias. Mientras el termostato se regula a partir de la temperatura de la habitación y suele haber uno por vivienda, las válvulas se instalan en cada uno de los radiadores del hogar, y dejan pasar más o menos agua en función del grado térmico seleccionado, permitiendo ajustar mucho mejor el clima de cada una de las estancias.
Y aunque de por sí este es un componente de lo más útil, si lo que se busca es pagar exactamente por lo que consumes, es necesario que vaya acompañado de un contador térmico individual.
Así, explica Ortiz, se podrá "medir el calor que consume cada vivienda" de acuerdo a la temperatura marcada por el usuario. Al mismo tiempo, al aplicar este método se pagará únicamente por la calefacción consumida. Pero para ello, matiza la portavoz del IREC, será preciso que haya contadores térmicos individuales "para cada uno de los hogares".
A tener en cuenta
La experta subraya, además, que no importa si un piso es muy cálido por orientación o posición solar, haciendo que el termostato marque una temperatura. Porque, insiste, "solo se cobrará la energía que se ha consumido". Por lo tanto, si la vivienda es más caliente, no demandará tanta energía y el termostato no pedirá calor al sistema.
Y pese a que el ahorro está asegurado, Ortiz no se atreve a dar una cifra exacta. Pues, lo define como algo especialmente "difícil de valorar" y apunta a que "depende de cómo esté configurado el sistema". "Lo que es seguro es que el usuario podrá gastar exactamente la energía que necesita, evitando el derroche", señala.
Aunque, si el objetivo principal es ahorrar, hay que tener en cuenta que "la cantidad de calor empleada depende directamente de la temperatura de consigna marcada en el termostato". Motivo por el que Ortiz recomienda mantener un clima adecuado que no supere los 21-22 °C, para evitar gastar "más de lo necesario".
Al mismo tiempo, aconseja apagar la calefacción cuando el hogar queda vacío y reducir la temperatura a los 16-18 °C por la noche. Y, además, propone ventilar el hogar en las horas de más calor, como a mediodía y durante un máximo de 10-15 minutos, con el objetivo de "evitar enfriar la casa de forma excesiva".
Sin embargo, estos no son los únicos factores a valorar, porque si se trata de ahorrar —tanto energética como económicamente—, el aislamiento del edificio es fundamental. Y es que, de contar con un buen aislante, el bloque de pisos "estaría más protegido frente a las condiciones climáticas exteriores".
Por lo tanto, concluye Ortiz, "si el termostato va acompañado de contadores térmicos, sí es una inversión rentable, ya que permite regular la temperatura de la vivienda de forma individual, evitando el derroche de energía y, a su vez, hace que los usuarios paguen exactamente por la energía que consumen".
