El informe de 2025 de The Lancet Countdown sobre salud y clima es claro: las amenazas para el bienestar humano derivadas del cambio climático han alcanzado ya "niveles sin precedentes". Y esto sucede en un momento en el que, como apunta el análisis liderado por el University College de Londres, hay una parálisis política e, incluso, un retroceso en la apuesta por medidas de adaptación y mitigación a nivel global.
Aun así, el estudio, elaborado en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), insta a la "participación de todos" para acelerar e intensificar los esfuerzos y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para, simultáneamente, adaptarse al cambio climático.
Y es que, como advierte Marina Romanello, directora ejecutiva de Lancet Countdown en el University College de Londres, "el balance sanitario de este año presenta un panorama sombrío e innegable de los devastadores daños para la salud que llegan a todos los rincones del mundo, con amenazas nunca vistas provocadas por el calor, los fenómenos meteorológicos extremos y el humo de los incendios forestales que están matando a millones de personas".
En concreto, el calor habría acabado con la vida de 546.000 personas en 2024; la polución relacionada con el fuego, a 154.000; y la contaminación atmosférica provocada por la quema de combustibles fósiles, a 2,5 millones de personas.
Así, esta última mataría anualmente a más que enfermedades como el sida, con alrededor de 630.000 personas, según USAID; la malaria, con 597.000, según la OMS; o la neumonía, 2,18 millones, según el Institute For Health Metrics and Evaluation (IHME).
Romanello afirma que esta "destrucción de vidas y medios de subsistencia" se prolongará hasta que pongamos fin a "nuestra adicción" a las energías fósiles y "mejoremos drásticamente nuestros esfuerzos para adaptarnos" a la nueva realidad climática del planeta.
Un informe clave
Esta novena edición de The Lancet Countdown llega apenas dos semanas antes de la celebración de la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) de la ONU, cuya sede este año será en Belém (Brasil). Y lo hace, además, para apuntalar la sucesión de récords que vivió el planeta en 2024.
Un hombre en plena ola de calor en el valle de la muerte (Estados Unidos).
El año pasado fue, como ya anunció el servicio europeo de monitoreo del cambio climático Copernicus, el más caluroso que se recuerda. Esto, indica el informe de The Lancent, conlleva "consecuencias catastróficas para la salud, la vida y los medios de subsistencia de las personas en todo el mundo".
A nivel global, el ciudadano medio estuvo expuesto a un récord de 16 días de temperaturas extremas adicionales que, según el análisis, se pueden achacar directamente al cambio climático.
Los menores de un año y los mayores de 65, más vulnerables a las subidas de los termómetros, experimentaron, en promedio, "un máximo histórico de 20 días de ola de calor, un aumento del 389% y 304%, respectivamente, en comparación con el promedio anual de 1986-2005".
Asimismo, un nuevo indicador en el informe de este año revela que la mortalidad relacionada con el calor por cada 100.000 habitantes aumentó un 23% desde los años 90 del siglo pasado. De media, entre 2012 y 2021, se produjeron un total de muertes anuales de 546.000 relacionadas directamente con la temperatura.
Cifras de récord
Las condiciones más cálidas y secas generalizadas a nivel mundial también han propiciado incendios forestales más voraces. El humo favorece la contaminación por partículas finas (PM 2,5) provocó una cifra de récord: las 154.000 muertes en 2024 relacionadas con el fuego suponen un aumento del 36% con respecto al promedio anual de 2003-2012.
Por su parte, las sequías y las olas de calor aumentaron el número de personas que experimentan inseguridad alimentaria moderada o grave en 123 millones, en comparación con el promedio anual entre 1981 y 2010.
A esto, indica el informe, hay que sumar "los retrasos en la adopción de energías limpias y respetuosas con el clima", pues más de dos mil millones de personas siguen utilizando combustibles contaminantes en todo el planeta.
En 65 países con poco acceso a energías limpias, la contaminación atmosférica derivada del uso doméstico de energías fósiles resultó en 2,3 millones de muertes evitables —cifra que incluye parte de los 2,52 millones de muertes que aún se atribuyen a la contaminación del aire exterior causada por la quema de estos combustibles—.
El coste de la contaminación
The Lancet Countdown también alerta de que "los sistemas alimentarios insostenibles también están alimentando el cambio climático, y las dietas poco saludables y con alto contenido de carbono contribuyeron a 11,8 millones de muertes relacionadas con la alimentación". Esto, dicen los autores, podría evitarse "en gran medida" transicionando a modelos de alimentación más saludables y respetuosos con el clima.
El informe también destaca que el cambio climático está destruyendo cada vez más los medios de subsistencia, tensionando la economía y lastrando los presupuestos sanitarios. La exposición al calor se vincula a la pérdida récord de 639.000 millones de horas potenciales de productividad laboral el pasado año.
Esto supuso unas pérdidas de ingresos equivalentes a 1,09 billones de dólares (casi el 1% del PIB mundial). Además, los costes de las muertes relacionadas con el calor en mayores de 65 años alcanzaron un máximo histórico de 261.000 millones de dólares.
Asimismo, el análisis asegura que "en respuesta al aumento vertiginoso de los precios de los combustibles fósiles, y con redes energéticas obsoletas que dependen excesivamente de ellos, los gobiernos de todo el mundo invirtieron 956.000 millones de dólares en subsidios netos a los combustibles fósiles para mantener la energía asequible a nivel local".
Esto, indica, aumentó las presiones fiscales y "eclipsó" los 300.000 millones de dólares anuales comprometidos en la COP29 para apoyar a los países más vulnerables al cambio climático.
Así, explican los autores, 15 de los 87 países responsables del 93% de las emisiones globales de CO₂ gastaron más en subsidios a energías sucias que en sus presupuestos sanitarios nacionales.
