En Níger, Hassana, de 16 años, tiene miedo de que sus padres la casen si suspende un examen. En Bolivia, Alejandra, de 14, está preocupada por si la subida de los precios la acaba obligando a abandonar la escuela.
En Sierra Leona, Salamatu Jalloh, de 13 años, murió desangrada, junto a Adamsay Sesay, de 12, y a Kadiatu Bangura, de 17. A las tres les practicaron la mutilación genital femenina, y las tres perdieron la vida como consecuencia.
Sus historias son solo algunas de las que comparten World Vision o UNICEF de los 375 millones de niñas de todo el planeta que sufren estos tipos de violencia por el simple hecho de ser mujeres.
Las cifras son escalofriantes: según la agencia por la infancia de Naciones Unidas, 133 millones de niñas han sido expulsadas del sistema educativo. Además, las adolescentes que viven en contextos de crisis tienen un 90% más de probabilidades de no acceder a educación secundaria.
Esta falta de oportunidades, recuerdan desde UNICEF, se traduce en "riesgos graves": "una de cada cinco mujeres jóvenes se casó siendo niña, y casi 4 millones de niñas sufren mutilación genital femenina todos los años".
En total, según Plan Internacional, 12 millones de niñas se casan cada año antes de cumplir los 18. Y eso, matizan desde la oenegé, que "la práctica es ilegal en la mayoría de los países".
Lo mismo sucede con la mutilación genital femenina: UNICEF estima que, a finales de 2024, había en todo el planeta 230 millones de mujeres a las que habían mutilado siendo niñas.
Secuelas físicas y psicológicas
Desde la agencia de la ONU recuerdan que "estas violencias dejan marcas profundas en la salud mental de las niñas". Y apuntan como ejemplo precisamente al aumento de las autolesiones que, en las últimas dos décadas, se ha convertido en "una de las principales causas de muerte" entre adolescentes.
Esto, insisten desde UNICEF, no es más que un "reflejo" de la "desesperanza" a la que se enfrentan, pero también del trauma y de la ansiedad que sufren.
"En contextos de emergencias como Haití, Sudán o Gaza, las niñas y adolescentes viven situaciones extremas de violencia sexual, matrimonios forzados, embarazos tempranos, explotación o acoso, a lo que se suma la falta de acceso a productos de higiene o espacios seguros para gestionar su menstruación con dignidad", lamentan.
Estas condiciones exponen a las menores a un constante estrés que se apuntala con su exclusión de la sociedad y el "impacto emocional profundo" que acompaña.
Por eso, la agencia de Naciones Unidas que se encarga de la protección de la infancia propone que la salud mental ocupe el mismo nivel de prioridad que la alimentación o el refugio en cualquier respuesta humanitaria.
Varias niñas en Tanzania que temen tener que abandonar los estudios.
Tal y como explica Blanca Carazo, responsable de programas internacionales en UNICEF España, "cada vez que una niña puede ir a la escuela, acceder a atención médica o sentirse segura en su comunidad, estamos construyendo un futuro más justo y sostenible para todas".
Matrimonio forzado
El matrimonio infantil, como recuerda el Informe sobre el Estado Mundial de las Niñas 2025 de Plan Internacional, se conjuga como la unión de todas las vulnerabilidades a las que se enfrentan las menores en todo el planeta.
La pobreza deriva en la expulsión de las niñas del sistema educativo y esto, a su vez, aumenta el riesgo de que sus familias las casen siendo aún menores.
"Las niñas que fueron obligadas a casarse no quieren que sus hijas vivan lo mismo. Su esperanza en un futuro diferente es la base del cambio. Dejémoslas ser niñas, no esposas", asegura Concha López, directora general de Plan Internacional en España.
Una madre adolescente.
Pues, recuerda, "el matrimonio infantil persiste debido a la pobreza, la discriminación y la falta de oportunidades formativas y esta situación se amplía en situaciones de conflicto".
Además de los 12 millones de bodas de menores que se registran anualmente, López apunta a los 21 millones de embarazos adolescentes que se producen. "Cada tres segundos, una niña es obligada a casarse; en una hora, 1.200 niñas se habrán convertido en esposas y perderán los derechos de su infancia".
Y esto a pesar de que la tasa de prevalencia global ha descendido del 22% al 19% en la última década. Eso sí, denuncian desde las oenegés, el progreso se ha ralentizado y en muchos contextos los avances se han visto amenazados por la pobreza, los conflictos, las crisis humanitarias y la desigualdad de género.
