Estados Unidos y Ghana fueron el origen de todo. Fundada en 2011, y tras más de una década de trabajo, The Or Foundation, lanzaba la campaña Speak Volumes. Lo hacía con la intención de exigir que las marcas publiquen sus volúmenes de producción para evaluar el impacto, diseñar políticas efectivas y garantizar la transparencia en toda la cadena de valor.
Ahora, más de una década después, la iniciativa llega a España de la mano de AMES (Asociación de Moda Ética Sostenible) bajo el lema Contar está de moda. Porque, si algo está impactando de lleno en el medioambiente, es la cadena productiva del sector textil.
Ghana, junto con el desierto de Atacama (Chile) y Dandora (Kenia), se ha convertido en un daño colateral de la industria de la moda. Y es que al mercado de segunda mano de Kantamanto llegan cada semana 15 millones de prendas, que más adelante 30.000 personas recomercializan mediante la reparación, la reventa y la remanufactura.
Por eso, Gema Gómez, fundadora de Slow Fashion Next, organización que divulga y promueve proyectos sostenibles en el textil desde 2011, y vicepresidenta de AMES, dice que nada más conocer la campaña sintió "un flechazo".
"Empecé a hablar de estos temas cuando vi ríos contaminados. De pronto un compañero te dice que no vayas a tal fábrica si puedes evitarlo porque hay niños trabajando… Como diseñadora no me ocupaba de estos temas, pero fue cuando comencé a dar formaciones y analicé el mercado de los materiales textiles que me di cuenta de la progresión", explica Gómez a ENCLAVE ODS.
Para ella, los volúmenes de producción son "el elefante en la habitación". Pues, de acuerdo al último informe de materiales preferidos de Textil Exchange, se han producido 124 millones de toneladas de diferentes materias. Sin embargo, los componentes sostenibles tan solo ocupan "un tanto por ciento mínimo".
Y esto, dice, está en plena evolución: "Ya no es solamente que lo que producimos genera impactos, que lo hace, sino que es un desarrollo exponencial".
'Contar está de moda'
"Esto no es algo que pasa y es inocuo, sino que tiene consecuencias tan visibles como lo que pasa en Ghana, pero también en nuestros vertederos", sentencia Gómez. Y es precisamente de ahí de donde surge esta campaña, porque "es la manera de empezar a decir y pedir a las marcas que cuenten sus volúmenes".
Consiste, indica la vicepresidenta de AMES, en un proceso muy sencillo: "Tener las facturas de producción y presentar esa información". Aunque hace un matiz importante, porque no se trata de decir que son 15 toneladas, sino de mostrar el número de prendas. "Es una medida mucho más tangible".
'Speak Volumes' busca visibilizar el excuso de producción textil y sus impactos.
Pero, en este proceso, las marcas no son las únicas responsables, también lo son los consumidores. El problema, menciona Gómez, es que vivimos en "tiempos convulsos en los que estamos atrapados por las pantallas y, de pronto, muchas veces hacemos las cosas en piloto automático". Y eso, dice, nos hace no tener "esa conciencia" sobre esta cuestión.
"Una imagen que podría ser muy bonita de tres amigas de compras resulta que está generando unos impactos enormes. Y ese escenario se repite todos los fines de semana, en físico y en el e-commerce, porque llegamos a casa del trabajo y nos ponemos a hacer scroll y, como todo es tan barato, compramos sin cuestionar nada", explica.
Y aunque Gómez no culpa al consumidor, sí considera que "es su responsabilidad". Y pone un ejemplo: "No puedes cambiar el hecho de ir al mercado a por queso y que venga envuelto en plástico, pero sí puedes evitar comprar 20 prendas low cost".
"Un informe pone un volumen aproximado de producción en Shein de 5.000 millones de prendas anuales. Somos 8.000 millones de personas en este planeta. Yo creo que eso hay que cuestionarlo", subraya la portavoz de AMES.
Colonialismo textil
El resultado de este sobreconsumo se ejemplifica en lugares como Kantamanto, Atacama o Dandora. Allí, pese a estar prohibido exportar residuos, se acumulan miles de toneladas de prendas. Y el 40% de ellas lo hacen, tal y como explica Gómez, manchadas, sin botones o sin cremalleras, es decir, que están inutilizadas.
A este hecho, se suma que estos países no cuentan con un sistema de gestión de residuos y, por tanto, contaminan. "Hay un vertedero enorme y muchas veces los monzones arrasan con las prendas que están en el mercado y llegan a las playas. Allí están enrolladas como si fueran tentáculos", explica Gómez.
El 40% de los fardos termina como residuos debido a la baja calidad de las prendas y a la falta de infraestructura de gestión.
Y es precisamente esto, dice, lo que se denomina colonialismo textil, un concepto en el que la campaña ha querido poner el foco. Porque, indica la portavoz de AMES, "no lo estamos gestionando nosotros, lo enviamos allí, a lugares que no tienen esa capacidad de gestión".
Pese a esta realidad, hay marcas que encuentran barreras para unirse a este tipo de compromisos, lo que Gómez achaca a una posible "falta de concienciación o de interés". Aunque también incide en que quienes intentan apostar en positivo "están pasándolo muy mal". "El mercado es completamente injusto", sentencia.
A estos motivos, sostiene, le acompaña "una prudencia malentendida". Y subraya que "hay que cuestionar enormemente un modelo que se produce con fibras sintéticas que contaminan por microplásticos y todas las sustancias químicas asociadas, que no genera empleo de calidad ni paga salarios dignos, además de generar una huella de carbono enorme".
Próximos pasos
Hay quienes ya se han comprometido a la transparencia en los volúmenes (o que, por lo menos, están en ello), como es el caso de María Lafuente, SKFK o Twothirds, que ya se han sumado a esta campaña. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer.
El siguiente paso, explica Gómez, será "hacer ruido y generar conciencia" con el objetivo de empezar a reducir. Es decir, conseguir "un sector realmente circular", para lo que, dice, es fundamental "hablar de ecodiseño".
A partir de ahí se tomará "una visión proactiva de todos los impactos que se generan a lo largo de la cadena de producción de la moda" y llegará el momento de poner distintas cuestiones sobre la mesa.
La primera será el sobreconsumo, donde se deberá debatir cómo alargar la vida de los productos, preparándolos y arreglándolos para poder reutilizarlos en la industria de segunda mano.
Lo siguiente, la industria del reciclaje, porque, indica Gómez, ahora lo que se hace es "infrareciclar". "De fibra se reutiliza menos del 1%. No existe la infraestructura y tampoco va a hacerlo si no se pone precio a lo que se está contaminando. Es el principio jurídico de quien contamina paga, porque a día de hoy las prendas llegan muy baratas", concluye Gema Gómez.
