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España está enfrentando una crisis de salud mental sin precedentes que afecta a cerca del 34% de la población. O, por lo menos, así lo alertan los datos oficiales de 2025 en el último Informe Anual del Sistema Nacional de Salud. 

De acuerdo a su investigación, la hospitalización de jóvenes por problemas de esta índole se ha triplicado en los últimos 20 años.

En concreto, según el Barómetro de Opinión de la Infancia y la Adolescencia 2023-2024 de UNICEF, el 41% de los adolescentes manifiesta haber tenido o creer haber tenido un desorden psicológico en los últimos 12 meses. 

Por su parte, los datos recogidos en el Observatorio de Salud Mental Infanto-Juvenil de la Fundación Atalaya determinan que uno de cada cinco jóvenes siente dificultades graves relacionadas con la ansiedad.

Al mismo tiempo, un 54% admite que padece dificultades relacionadas con el bajo estado de ánimo, de los cuales, casi un tercio presenta niveles preocupantes vinculados a la depresión.

Aunque, pese a ello, UNICEF declara que más de uno de cada tres jóvenes asegura no haber hablado con nadie sobre esta cuestión y más de la mitad no ha pedido ayuda. 

El Consejo General de Psicología de España indica, además, que el 70% de los trastornos mentales comienza en la infancia y la adolescencia. Si no se tratan de forma temprana, puede tener un impacto negativo mucho mayor en el desarrollo de los y las menores, el éxito escolar y la transición a la edad adulta. 

Los trastornos durante la infancia y la adolescencia impactan en el comportamiento futuro. SeventyFour Istock

Es en este contexto donde surge Guía urgente para criar con calma, el ABC de la crianza consciente (Editorial Toromítico, 2025) de la mano de la psicopedagoga Gabriela Leonardt. A partir de esta publicación, la autora busca proporcionar la comprensión necesaria para empatizar con la situación de los hijos, mientras ofrece herramientas prácticas para ayudarlos. 

Lo hace a través de un manual, organizado de la A a la Z. Todo ello, con la premisa de evitar que las preocupaciones de los menores se hagan mayores o que estas supongan un problema o una dificultad en el futuro. 

Apego

Leonardt define el apego como "la base de un desarrollo infantil sano en todos los aspectos de su personalidad". Este, dice, es responsable de conferir "seguridad, protección y confort". Porque, de acuerdo a la teoría del psicoanalista inglés John Bowlby, existe una correspondencia entre "la relación temprana que mantienen los padres con sus hijos y la personalidad y comportamiento posterior de estos". 

Al mismo tiempo, la psicóloga e investigadora Mary Ainsworth identifica tres tipos de apego. Lo que se vincula con la actitud posterior de los menores y, por ende, con la teoría de Bowlby.

Por un lado, el apego seguro, explica Leonardt, se presenta cuando "la sensibilidad de un cuidador estable, afectuoso, disponible emocionalmente y empático llega a responder positivamente a las necesidades del pequeño". 

Es decir, cuando este le ofrece la calma y ayuda necesaria para que el niño pueda "explorar el ambiente con curiosidad y se sienta seguro para tolerar separaciones cada vez más prolongadas de su figura de apego, generando confianza, autonomía y desarrollo en cada etapa evolutiva". 

Al otro lado del espectro se encuentra el apego inseguro o desorganizado. Este, expone la publicación, hace referencia a una figura "incapaz de brindar un vínculo cercano de contención y entendimiento, rechazando el contacto con el niño y sus necesidades básicas y emocionales". 

Pero la psicóloga identifica, además, el apego evitativo, caracterizado por el ocultamiento y/o control de las emociones tanto positivas como negativas de los pequeños. Lo que, en el caso de los educadores, se traduce en falta de implicación emocional, rechazo del contacto corporal y disposición irritable. 

Ansiedad infantil

Para Leonardt, la ansiedad es "una respuesta normal adaptativa ante una situación percibida como una amenaza".

Por lo tanto, indica, "cumple una función de protección", pero hay que tener cuidado porque "se vuelve disfuncional cuando su duración e intensidad son excesivas o aparece ante un estímulo inofensivo". 

Puede presentarse en forma de miedo, preocupación desmedida o malestar emocional y sus síntomas se traducen en problemas de sueño, alimenticios, de comportamiento o efectos negativos sobre el estado de ánimo. 

Las señales

De acuerdo a la Asociación Española de Pediatría (AEP), la sintomatología de los trastornos de ansiedad en niños, niñas y adolescentes se puede mostrar de la siguiente manera: 

Emocional: miedo, angustia, intranquilidad interna, pensamientos repetitivos, bloqueos o indecisión, entre otros, que perduran en el tiempo y no responden a estímulos amenazantes reales. 

Física: dolor de cabeza o abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, sensación de ahogo, mareo, palpitaciones, sudoración excesiva…

Descontrol de esfínteres: enuresis o encopresis en niños que antes controlaban.

Motores: agitación, inquietud, tics nerviosos, morderse las uñas, etc. 

Afectivos: cambios de humor, irritabilidad, desobediencia, miedos…

Alteraciones del sueño: insomnio, pesadillas o despertares nocturnos.

Rituales o compulsiones: conductas repetitivas que buscan aliviar la ansiedad, así como manías o escrúpulos excesivos.

Ante estos sentimientos, los niños suelen sentirse "confusos", de ahí la importancia de "ayudarlos a identificar y entender sus sensaciones físicas y emocionales" aportándoles las herramientas necesarias para recuperar la calma y el control. 

Los motivos que provocan esta sintomatología son variados, bien sea por separación, fobias o la preocupación por diversas situaciones. En cualquiera de los casos, las pautas de actuación son claras. 

Leonardt menciona que es fundamental mantener la calma, quedarnos junto al niño y ofrecerle toda seguridad posible. Al mismo tiempo, recomienda "buscar un lugar tranquilo para utilizar una técnica de relajación, ser predecibles y ofrecer un abrazo de contención". 

Emociones sin gestionar

Junto a la ansiedad, existen otros sentimientos difíciles de gestionar, tales como el miedo, la tristeza, la ira o la frustración. Y, pese a que la psicopedagoga tacha de común que los adultos se vean afectados por la intensidad de los niños como un "contagio emocional", hace hincapié en la importancia de mantener la calma para responder de una manera asertiva. 

"Estas emociones nos brindan información valiosa sobre lo que están sintiendo y pensando. Si las ignoramos o reprimimos, no les permitimos procesarlas y aprender de ellas", menciona Leonardt. 

Por ese motivo, considera "fundamental" validar sus sentimientos y acompañarles a que aprendan a resolver estas situaciones de manera saludable.

"Esto implica escucharles activamente, validar sus sentimientos y enseñarles estrategias para calmarse y expresar sus emociones de forma constructiva", apunta la autora de la publicación. 

Paso a paso

A través de la 'regla de las 4 R', Leonardt enumera el paso a paso de actuación para saber cómo reaccionar ante este tipo de situaciones:

1. Reconocer la emoción. Debemos aceptar y validar los sentimientos del niño, ayudándole a identificarlas, verbalizarlas y comprenderlas. 

2. Reducir la intensidad. Si el pequeño presenta una crisis o rabieta, es necesario buscar un lugar tranquilo y apartado de la situación o del estímulo desencadenante, para que se calme.

3. Reconocer distorsiones cognitivas y modificarlas. En los casos en los que la crisis vaya ligada a pensamientos irracionales y erróneos, producto de una mala interpretación de los hechos, es preciso ayudarle a identificar y cambiar estos pensamientos disfuncionales para obtener mayor claridad y lucidez emocional. 

4. Resolución del problema/conflicto. Consiste en ofrecer ayuda al menor y evaluar las posibles consecuencias de la alternativa de resolución elegida. 

Recomienda, además, aplicar diferentes técnicas con el objetivo de que los menores puedan identificar tempranamente las señales de pérdida de control y se autorregulen. 

De esta forma, Leonardt trata hasta 49 puntos, como el aburrimiento, la asertividad, los celos infantiles, la frustración, las mentiras o la timidez.

Y así, con el objetivo de brindar "crecimiento y desarrollo a las habilidades emocionales de toda la familia", surge esta guía que te permite consultar los capítulos de forma independiente, como si fuera una referencia inmediata.