París huele distinto cuando uno viaja para hablar de futuro. No de uno abstracto, sino del que se toca con las manos: fórmulas cosméticas desarrolladas con biotecnología de última generación, ingredientes de perfumes obtenidos sin dañar el planeta, prácticas que permiten ahorrar el bien más preciado del ser humano (sí, el agua)…
Es el mundo al que abre las puertas Le Visionnaire, sede y escaparate del legado de uno de los titanes de la industria beauty —nacido en Francia hace ya más de un siglo—, L’Oréal. Allí, periodistas de distintos países se reúnen para conocer un cambio profundo en el modo de crear belleza que ellos capitanean desde hace años.
El encuentro forma parte del programa L’Oréal for the Future, que busca reinventar la cosmética desde la sostenibilidad, con un objetivo claro: que esta no sea un añadido, sino la esencia de cada producto, del ingrediente al envase. Y reivindicar que hoy la estética, necesariamente, también pasa por ser ética.
La era de las green sciences
Hace apenas dos décadas, la innovación en el sector consistía en mejorar fórmulas conocidas, encontrar un nuevo activo exótico o perfeccionar un envase más ergonómico. Hoy, sin embargo, la pregunta ha cambiado: ¿cómo producir belleza sin extraer de la Tierra más de lo necesario?
La respuesta llega de la mano de un concepto que mezcla biotecnología, química verde, ecoextracción y agricultura regenerativa. No se trata de una promesa lejana: ya hay fragancias que usan aromas nacidos de la captura de aire y principios activos que surgen de plantas cultivadas en jardines verticales controlados por IA.
Retrato de Ana Kljuic.
El término green sciences resume un cambio radical en la investigación cosmética: implica reemplazar o complementar los procesos químicos tradicionales con soluciones inspiradas en la naturaleza, con bajo impacto ambiental y alta eficiencia.
Ana Kljuic, vicepresidenta de I+D de L’Oréal For The Future y Green Sciences, lo explica con claridad: “Las ciencias verdes son las disciplinas que se ocupan de cómo obtenemos los ingredientes y cómo los transformamos”.
Junto a la especialista, más de 4.000 investigadores repartidos por todo el mundo trabaja para contribuir no solo a que el grupo —poseedor de algunas de las marcas más icónicas que conforman nuestros tocadores— alcance los compromisos establecidos para 2030, sino también para impulsar un cambio real en el sector.
Uno de los avances presentados en París fue el uso de jardines verticales controlados por inteligencia artificial. Estas estructuras, bautizadas como BioPods por la startup Interstellar Lab, permiten cultivar una variedad de ingredientes cosméticos haciendo un uso eficiente del agua y la energía.
Gracias a distintos sensores y algoritmos se ajustan luz, nutrientes y humedad de forma precisa, replicando las condiciones ideales de cada especie y maximizando la producción de principios activos sin renunciar a la calidad. Estos sistemas son independientes del clima, lo que, dada la emergencia actual, resulta una ventaja.
Inspirados en las investigaciones sobre la agricultura espacial, permiten producir ingredientes durante todo el año, con trazabilidad total y mínima huella de carbono. Para la cosmética, significa tener acceso estable a activos botánicos sin amenazar los ecosistemas naturales.
Otro gran hito es Osmobloom, una tecnología innovadora de captura de aire para desarrollar fragancias únicas. Resultado de unir fuerzas con el laboratorio Cosmo International Fragrances, permite la hazaña de capturar las moléculas fragantes de una flor, dejándolas intactas.
“Gracias a esto, ahora podemos acceder a nuevas estructuras moleculares de los ingredientes de perfumería y llegar hasta los más volátiles, aquellos que antes se perdían”, comenta Ana Kljuic, sobre una tecnología puntera que minimiza por completo el impacto del proceso.
Presentación del proyecto Osmobloom en París.
El resultado, desarrolla la experta en conversación con ENCLAVE ODS, es un extracto que reproduce con precisión quirúrgica el olor natural de las flores, sin alterar sus notas olfativas, incluso en aquellas cuya fragancia antes era imposible de extraer de forma natural.
Esto abre la puerta a una nueva era de la perfumería más auténtica y ética, con fragancias que huelen exactamente como un jardín vivo. Osmobloom está presente, por ejemplo, en el corazón del aroma Private Talk de Valentino Beauty, de la colección de fragancias Anatomy of Dreams.
Estas tecnologías apuntan hacia un horizonte ambicioso para L’Oréal, que en 2020 se propuso llevar a cabo su transformación más aguda en materia de sostenibilidad. Ana Kljuic recuerda que la colaboración externa es clave para lograrlo.
De ahí parten acuerdos con startups como Microfit, que usa microalgas para desarrollar aceites y otros nuevos ingredientes; o Gjosa, creadora de un cabezal de ducha que reduce en un 60% el consumo de agua y que ya se usa en miles de peluquerías.
El camino al neto cero
En cualquier caso, este compromiso con la optimización de recursos no puede quedarse solo en la materia prima: abarca todo el ciclo de vida del producto. En la visita a Le Visionnaire, el grupo mostró cómo han rediseñado sus envases —en 2030 no usarán más plástico virgen—y cómo han multiplicado las opciones de recarga de perfumes, cremas y champús.
Este enfoque circular responde a un cambio cultural: el consumidor ya no quiere solamente eficacia, sino también responsabilidad. Según datos internos del sector, el 78% de los usuarios declara interés en productos más sostenibles, pero muchos no saben cómo integrarlos en su rutina.
Un ejemplo concreto de esa transformación es el lanzamiento de la campaña #JoinTheRefillMovement. La iniciativa agrupa marcas de lujo como Lancôme, Armani Beauty o Yves Saint Laurent Beauty, junto con firmas profesionales y dermocosméticas como Kérastase, L’Oréal Professionnel y La Roche-Posay.
Su objetivo es convertir el refill en un hábito cotidiano, tan común y placentero como aplicar el perfume o la crema que se usa en el día a día.
Al margen de ingredientes y envases, la sostenibilidad pasa por reducir la huella de carbono en toda la cadena de valor. En su hoja de ruta hacia el neto cero, L’Oréal tiene una estrategia integral de descarbonización alineada con la Science Based Targets initiative (SBTi), con el objetivo de limitar el calentamiento global por debajo de 1,5 °C.
A finales de 2024, los 73 centros europeos del grupo ya funcionaban con energía 100% renovable, y el objetivo es extender ese estándar a todos sus puntos de venta. Para 2030, se prevé reducir un 57 % las emisiones directas y un 28% las indirectas, tomando 2019 como año base. Paralelamente, su fondo Solstice ayuda a proveedores estratégicos a adoptar procesos bajos en carbono.
Científicas en la exposición de las innovaciones del titán del 'beauty'.
Pero la descarbonización no se detiene en la logística o la producción. Uno de los nuevos focos es la huella digital. “Con la llegada de la IA y el volumen de contenido que generamos como uno de los mayores anunciantes del mundo, reducir ese impacto es un reto mayúsculo”, reconocen desde la compañía
Por eso, aseguran, han desarrollado herramientas para medir y reducir las emisiones generadas por campañas publicitarias. El objetivo no es solo hacer más verde el producto, sino también el mensaje. Y hacerlo sin perder eficacia. “Nos estamos quedando sin tiempo. Necesitamos acelerar”, insisten desde París.
La belleza del futuro
Todos estos compromisos no son aislados, sino parte de un marco estratégico: L’Oréal for the Future, un programa que combina objetivos medioambientales y sociales. “Nace de la idea de que no puedes hacer a la gente bella sin que el planeta también lo sea”, resume Nicolas Hieronimus, CEO del grupo. El plan se estructura en cuatro ejes:
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Gestionar la transición climática
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Proteger la naturaleza
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Impulsar la circularidad
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Apoyar a las comunidades
¿Cuál es la fórmula del éxito en la transformación verde de una compañía con más de 100 años de historia y presencia en todo el mundo? Ezgi Barcenas, Chief Corporate Responsibility Officer, apela a la “excelencia dual”, un concepto que marca el savoir-faire de L’Oréal.
Ezgi Barcenas, retratada en la sede de Le Visionnaire.
“En L'Oréal creemos en el rendimiento financiero, pero también en la responsabilidad social y medioambiental, y en el desempeño integral de la empresa. Nuestra estrategia consiste en ver cómo crear resiliencia en ambos sentidos, continuando siempre al servicio de los consumidores y las comunidades”, destaca.
Por su parte, Ana Kljuic destaca: “Vivimos un periodo emocionante de intersección entre naturaleza, ciencia y tecnología. Tenemos acceso a los ingredientes del futuro utilizando el mundo vivo: las bacterias, las microalgas, los virus, las plantas y sus raíces… Todo esto reinventará la belleza y aportará nuevas experiencias”.
Para garantizar la consecución de sus objetivos y resolver las principales carencias en soluciones de sostenibilidad que aún se observan en el sector, L’Oréal Groupe ha lanzado una Aceleradora de Innovación Sostenible, dotada con 100 millones de euros durante cinco años.
El consumidor, en el centro
Además, a fin de mejorar su comunicación con el consumidor y aportar claridad en un mercado saturado de información, el titán del beauty francés se unió a otras 35 compañías de cosmética y cuidado personal líderes, así como a asociaciones profesionales, para crear el Consorcio EcoBeauty Score.
Interior de Le Visionnaire, el laboratorio de creatividad de L'Oréal Groupe en París.
Es un sistema común de evaluación y puntuación del impacto ambiental de los productos de la industria. En palabras de Kljuic, “una forma de hablar todos el mismo idioma, con rigor científico, para ayudar a que la sociedad entienda los verdaderos efectos de lo que compra y pueda tomar decisiones conscientes”.
Con todo, la gran pregunta sigue sobre la mesa: ¿logrará esta transformación —impulsada por gigantes como L’Oréal— permear más allá de las grandes marcas y marcar un verdadero punto de inflexión en la industria cosmética global?
El objetivo está fijado en 2030. Y, si el sector logra alinearse con los compromisos climáticos y de biodiversidad del Pacto Verde Europeo, esa nueva belleza —regenerativa, circular y consciente— podría dejar de ser promesa para convertirse en estándar.
