"Lo que estamos viendo hoy en Gaza es una catástrofe evitable, totalmente provocada por el hombre, que está dejando a más de un millón de niños y niñas palestinos —y a 2,2 millones de personas en total— luchando por sobrevivir", sentenciaba el director humanitario global de la oenegé Plan Internacional, Unni Krishnan.
Lo hacía tras la publicación del nuevo informe de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC) respaldado por la ONU, donde se declara oficialmente la hambruna en Gaza.
La situación está al límite. Los expertos apuntan a que este escenario se extenderá a Deir al-Balah y Jan Yunis si no se toman medidas urgentes. Y, una vez más, la infancia es el colectivo más perjudicado.
"Los niños y niñas no solo están pasando hambre. Están siendo mutilados y quedando discapacitados de forma permanente en cantidades alarmantes debido al uso desproporcionado de la fuerza por parte del ejército israelí y a la reciente intensificación de la campaña militar", continuaba Krishnan.
Y no lo dice solo él, los datos avalan sus afirmaciones. Según un reporte del comité de la ONU, desde la escalada del conflicto en Gaza, las incapacidades han aumentado en un 60%. Esto lo convierte en el lugar con mayor número de menores amputados del mundo.
Así, el hambre, las lesiones y el desplazamiento forzoso se erigen como los acontecimientos más traumáticos en las zonas militarizadas. Además de ser eventos que, como apuntaba Krishnan, "tendrán un profundo impacto en toda una generación de niños".
Noor perdió la pierna derecha después de que una explosión alcanzase se casa en Gaza.
Pero, desgraciadamente, la infancia gazatí no es la única en el punto de mira. En Ucrania, por ejemplo, más de siete millones de personas necesitan asistencia humanitaria, incluyendo dos millones de niños y niñas que luchan por sobrevivir.
De hecho, hace escasos días, en la noche del 28 de agosto, UNICEF denunciaba el asesinato de cuatro menores, entre ellos un bebé, tras una oleada de ataques en la ciudad de Kiev.
Y es que, como declaraba la directora general de UNICEF para Europa y Asia central, Regina De Dominicis, una vez más se truncan las vidas infantiles, las familias se enfrentan al dolor y los niños se ven expuestos a tales horrores que "deben emprender un largo camino hacia la recuperación".
Motivo por el que De Dominicis exigía el cese de los ataques con armas explosivas contra zonas pobladas a fin de proteger "la vida de la infancia".
Aunque, lamentablemente, el escenario, comentaba el director de respuesta humanitaria de Plan Internacional en Ucrania, Sven Coppers, no es mucho más esperanzador para quienes sobreviven, porque "la pesadilla continúa".
"Noches interminables en refugios antiaéreos, el trauma de las explosiones, la pérdida de hogares y escuelas, la ausencia de la estabilidad y la seguridad que todo niño o niña necesita para crecer y desarrollarse", señalaba Coppers, se convierten en la rutina de estos pequeños.
Porque, aun si se lograse el cese del conflicto, el daño psicológico permanece perenne. "Las cicatrices que quedarán en esta generación serán invisibles, pero profundas, grabadas en su memoria, en su educación y en su propia seguridad", asestaba el portavoz de Plan Internacional.
La violencia rohinyá
La comunidad rohinyá es otra de las más afectadas de los últimos tiempos. Medio millón de niños y niñas se enfrentan a la falta de ayuda y a la violencia ocho años después del inicio de la crisis.
La malnutrición ha aumentado un 27%, sobreviviendo familias completas con menos de 1.000 calorías al día. Al mismo tiempo, una generación al completo crece sin educación, sin trabajo y sin esperanza. Un hecho que les ha llevado a tomar decisiones desesperadas, tales como el matrimonio precoz y la migración insegura.
La situación se torna cada vez más inestable. Y es que, tal y como indica la oenegé World Vision, la combinación de conflictos, fenómenos climáticos extremos y crisis económicas ha llevado a que más de 1,1 millones de personas, entre ellas unos 500.000 menores, vivan en condiciones desesperadas en asentamientos. Se enfrentan, además, a una grave escasez de alimentos, agua potable y refugio.
Un adolescente lleva a su hermano menor a través del campamento de Ukhiya en Cox's Bazar.
Un escenario al que, señalan desde la organización, se suma el incremento de enfermedades y la explotación. Y así, sentencia el director de World Vision Bangladés, Suresh Bartlett, "una peligrosa convergencia de violencia creciente, recortes críticos de ayuda y hambre cada vez más grave amenaza con extinguir las últimas chispas de esperanza de más de medio millón de niños y niñas".
La cuestión es que, como añade el líder regional de la oenegé para Asia Meridional y el Pacífico, "la drástica escasez de fondos limita la capacidad para proporcionar a la infancia y a las comunidades los servicios más básicos y vitales".
El asedio de Sudán
La situación en el continente africano no es mucho más esperanzadora. O, por lo menos, así lo ha mostrado UNICEF al denunciar que, tras 500 días bajo asedio, El Fasher hace frente a la inanición, los desplazamientos masivos y una violencia mortal.
La organización de la ONU estima que alrededor de 130.000 niños y niñas están en condiciones desesperadas. La desnutrición, las enfermedades y la violencia se cobran vidas a diario, llegando a incentivar la huida de la región de más de 300.000 menores.
De nuevo, la falta de financiación y el bloqueo del acceso humanitario impide la actuación. Y así lo ha mostrado la directora ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell: "La vida de muchos menores está en peligro y, para poder llegar a todos aquellos que nos necesitan, reclamamos un acceso total e inmediato".
Porque, como explica Russell, la infancia "debe estar protegida en todo momento y ha de tener acceso a una ayuda fundamental para su supervivencia". Pero esta afirmación está lejos de hacerse realidad en Sudán.
Desde el comienzo del conflicto en abril de 2024, se han verificado más de 1.100 violaciones graves solo en El Fasher, incluido el asesinato y la mutilación de mil menores. De ellos, 23 han sufrido violaciones o abusos sexuales, mientras que otros han sido secuestrados, reclutados o utilizados por grupos armados.
Al mismo tiempo, la desnutrición aguda se extiende rápidamente. En concreto, UNICEF estima que, desde enero, más de 10.000 niños y niñas de El Fasher han recibido tratamiento —el doble de la cifra registrada el año pasado—. Sin embargo, el acceso a tratamientos está en peligro, pues las instalaciones sanitarias y educativas también han sido objeto de continuos ataques.
Recortes en financiación
El olvido asola duramente a la infancia alrededor del globo y la situación parece encaminarse a un escenario cada vez más complejo. De cara a 2026, la organización por la infancia de la ONU ha denunciado que la financiación enfrentará una disminución de más de 2.700 millones de euros.
Esto, explican desde UNICEF, se traduce en que seis millones de menores adicionales podrían quedar fuera de la escuela para finales del próximo año.
En concreto, se prevé que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) destinada a la educación se reduzca en más de 3,2 millones de dólares. Esto supondría una disminución del 24% respecto a 2023.
Alrededor de 130.000 niños y niñas en Sudán están en condiciones desesperadas.
Según el análisis, África Occidental y Central enfrentará el mayor impacto, con 1,9 millones de menores en riesgo de quedar fuera de la escuela. Mientras, en Oriente Medio y el Norte de África se podría registrar un aumento de 1,4 millones.
Pero esto no es simplemente una cuestión económica. Pues, como apuntaba Catherine Russell, son los más pequeños los principales perjudicados. "La educación, especialmente en contextos de emergencia, suele ser un salvavidas que conecta a los niños con servicios esenciales como salud, protección y nutrición".
En líneas generales, UNICEF asegura que 28 países perderán al menos una cuarta parte de la ayuda de educación que precisan para la enseñanza preescolar, primaria y secundaria. Entre ellos, Costa de Marfil y Malí se enfrentan a riesgos particularmente graves, con una reducción de 340.000 y 180.000 estudiantes, respectivamente.
Si ponemos el foco en la crisis de los refugiados rohinyás, son 350.000 el número de niños y niñas que corre el riesgo de perder para siempre el acceso a la educación básica. Sería, dicen desde la organización, un escenario que les expondría —aún más— a la explotación, el trabajo infantil y la trata.
Y es que, como bien dice Russell, "la enseñanza es una de las mejores inversiones de futuro para todos". Motivo por el que asegura que "los países solo prosperarán cuando su infancia la reciba y estén sanos".
