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La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, cada año, cerca de 700.000 personas se quitan la vida, y muchas más intentan hacerlo.

De hecho, en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el suicidio es la segunda causa de muerte no natural, detrás de las caídas accidentales. Aunque hasta 2024 se situaba en el primer puesto. 

Para ver esta problemática en perspectiva, esto supone 2,5 muertes más que las provocadas por accidentes de tráfico. Si hablamos de homicidios, el dato se multiplica por 14. Y, en el caso de las producidas por la violencia de género, por 93.

O, por lo menos, así lo evidencia el Observatorio del Suicidio de España de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Y es que, de acuerdo al INE, el pasado 2024 fallecieron 3.847 personas por esta causa en nuestro país. Una media de 11 suicidios diarios, según Medicus Mundi.

En estas situaciones, sentencia el manifiesto para el Día de la Prevención del Suicidio 2025 del Teléfono de la Esperanza, es tal el dolor emocional que muchas veces "no hay un verdadero deseo de morir, sino de dejar de sufrir".

Se trata de un sentimiento "tan abrumador que bloquea la percepción de apoyos externos, recursos de ayuda o incluso de su propio valor". E incluso, indica el documento, quienes recurren a esta opción son individuos que ya "han intentado pedir ayuda".

Sin embargo, muestra el manifiesto, "no la han encontrado, no han sabido cómo hacerlo o se han topado con barreras como la vergüenza, el miedo o el cansancio".

El suicidio, en datos

Durante el primer semestre de 2025, el Teléfono de la Esperanza atendió 87.188 peticiones de ayuda a través de todos sus canales.

En 10.600 casos (10,2%) el motivo principal fue la soledad y la incomunicación. En 2.983 ocasiones (2,77%) se detectó un riesgo de conducta suicida.

Por su parte, el 'Chat de la Esperanza' ha experimentado un incremento del 108,7% respecto al mismo periodo del año anterior.

En concreto, sus últimos datos determinan que una de cada cinco consultas de los menores de 35 años estaban relacionadas con este sentimiento.

"Nos llegan mensajes de jóvenes que no encuentran sentido a lo que viven. A veces no necesitan respuestas inmediatas, solo quieren que alguien les escuche sin juzgar", afirma Aurelia González, psicóloga clínica y responsable del Programa para la Prevención del Suicidio y del Chat del Teléfono de la Esperanza.

Además, las autolesiones no suicidas están presentes en el 4,21% de las situaciones y la percepción de soledad no deseada en un 5,42%.

Escuchar, calmar

En estos escenarios, la escucha activa se erige como un pilar fundamental de la prevención. Porque, en el momento que una persona está en crisis, este gesto se recibe como cuando una madre se acerca a darle la mano a su hijo en plena angustia terrorífica durante la noche.

"Y eso calma, vaya que sí calma", asegura el psicólogo y autor de Prevención del Suicidio Adolescente (Toromítico, 2024), Patxi Izaguirre.

"Se siente esperanza. No es un asunto de verborrea o palabrería, es una cuestión de presencia con esa escucha. Comunicación verdaderamente de calidad", sentencia el experto.

Factor escucha

La clave de la escucha activa, indica Izaguirre, consiste en no reaccionar ni emocional ni cognitivamente. Es, de acuerdo a sus propias palabras, la definición de "estar estando o mirar mirando". Lo que se puede resumir en "tener una mirada panorámica, pero presente".

De este modo, explica el psicólogo, "la persona que está en angustia y atrapada, siente que hay alguien fuera". Pero lograr esta comunicación "no es fácil". Se trata de "algo a desarrollar" y que, si no lo hemos recibido previamente, "no lo sabemos hacer".

E insiste: "Es cuestión de transmitir fundamentalmente que tienen la posibilidad de expresarse sin sentirse enjuiciados. Es un tema de esperanza y de seguridad en la acogida". Porque precisamente ese "punto de apoyo" es la base para salir del "agujero negro esencial de conciencia".

Sin embargo, existen riesgos cuando se pone esta acción en práctica. En muchas ocasiones no se da de la forma adecuada o se minimiza el dolor.

Se tiende a victimizar a la persona, haciendo que se sienta culpable de lo que le está ocurriendo o como si no estuviera poniendo suficiente actitud de su parte.

Y esto, dice Izaguirre, es "un gran error. Lo único que denota es nuestra impotencia o incomprensión como ayudadores a un individuo que está demandando esa angustia".

El problema es que, a menudo, enjuiciamos porque "estamos proyectando". Y lo explica: "La impotencia hace que haya un eco de esa situación que nos asusta y queremos evitar.

Por eso, a veces entramos verbalmente en una riña, o si no con miradas o gestiones que el protagonista del dolor capta".

¿El resultado? Crecen pensamientos como "no me entienden", "se están cansando", "empiezan a no soportarme", "soy una carga para ellos" o "es mejor si me voy" en la mente de quien lo sufre. Ante lo que Izaguirre subraya que los oyentes "no tendríamos que ser psicoanalistas ni detectives".

Además, anima a que cuando algo nos preocupa o nos parece raro, se recurra a ayuda profesional. "No dudemos en preguntar. Si en el coche escuchamos un ruido, lo llevamos al taller. Quitemos ese estigma en la salud mental".

Llamada de auxilio

Desde el Teléfono de la Esperanza precisamente intentan dar consuelo a este tipo de sentimientos. Lo hacen a través de un servicio de atención emocional gratuita y confidencial por medio del 717 003 717. Una línea disponible todos los días del año, las 24 horas.

Al mismo tiempo, tienen a disposición de quien lo necesite el Chat de la Esperanza (de lunes a domingo de 18 a 00 horas). Ambos son recursos atendidos por personas voluntarias formadas para escuchar y ayudar desde el respecto y la empatía. 

Para ellos, "cada llamada es un mundo, como lo es cada persona". Y, por eso, se centran en "crear un espacio de confianza, respeto y calidez desde el mismo saludo inicial", esté quien esté al otro lado del teléfono. Su objetivo es claro: transmitir que sí pueden hablar de lo que les está ocurriendo.

El suicidio es actualmente la segunda causa de muerte no natural en España. Elena Medvedeva Istock

A partir de ahí, la actuación "depende mucho de cómo se presente la vivencia", explica José Cabrera Pérez, psicólogo especialista en Psicología Clínica, miembro del Grupo de Prevención del Suicidio del Teléfono de la Esperanza y director técnico del Teléfono de la Esperanza Canarias.

"Hay muchas llamadas en las que la persona nos describe algo doloroso en su vida y en medio del relato intercala expresiones como 'ya no sé qué me está pasando por la cabeza', 'esto me está superando' o 'cualquier día de estos…', como pidiendo permiso para hablar del tema", menciona Cabrera Pérez.

Y es que el suicidio sigue siendo un tabú. Por eso, desde este recurso invitan a sus llamantes a hablar de ello. Porque su espacio es un lugar sin juicios, con mucha sensibilidad y donde se cuida el tono. 

"En otras ocasiones, el tema está sobre la mesa desde el principio de la llamada. Nos dicen directamente que quieren hablar porque tienen ideas de suicidio, con diferente nivel de planificación", continúa explicando el portavoz.

Es entonces cuando su función se centra en "sostener la angustia que está viviendo". Refuerzan su impulso para pedir ayuda y exploran con la persona apoyos y aspectos que puedan sentir como valiosos. Aunque, sobre todo, tratan que conecte con recursos de ayuda (como la línea de apoyo del 024).

Asimismo, aunque en un número mucho menor, reciben "llamadas de acto suicida en curso", en las que se está cometiendo en ese momento o puede ser inminente.

Aquí, por supuesto, dice Cabrera Pérez, las acciones priorizan preservar la vida de la persona. Conectan con el 112 y acompañan por teléfono hasta la llegada de los servicios de emergencia.

Momentos de crisis

Los primeros minutos de la llamada son esenciales. Sin una buena acogida, lo demás no va a tener siquiera lugar. Y es que quienes solicitan este recurso, menciona el portavoz del Teléfono de la Esperanza, "tienen a la vez un anhelo de ser comprendidos, y un temor al rechazo y a ser juzgados".

"Les inquieta escuchar las mismas frases bienintencionadas de siempre o recibir consejos simplistas que no terminan de ser útiles", sentencia Cabrera Pérez.

Por eso, el experto hace hincapié en que las primeras palabras pueden marcar la diferencia entre abrirse y compartir o mantener la sensación de que "nadie me entiende".

Lograda la conexión entre voluntario y solicitante de ayuda, los miembros del Teléfono de la Esperanza buscan identificar señales de alivio en el llamante. "Lo notamos en el cambio de voz, en el ritmo, en la entonación, incluso la respiración se percibe más tranquila", asegura el experto.

Este cambio de estado, además, se acompaña de un discurso diferente. Según Cabrera Pérez, la persona empieza a hablar de cosas que antes no veía, o se abre a sugerencias que antes rechazaba. Aunque para ello, insiste, "es esencial que antes se sienta acompañada en su malestar".

De seguir percibiendo un riesgo, el siguiente paso sería conectar con recursos de ayuda. Y, en todo momento, preservar su vida si existe un peligro inminente.

Además, si la situación lo requiere, la organización ofrece acompañamiento psicoterapéutico gratuito y limitado, dirigido especialmente a las personas con pocos recursos económicos.