Hace tres décadas, Sanidad atribuía al exceso de calor alrededor de 70 muertes anuales en España. Esta cifra ha ido en aumento, lentamente, según las temperaturas del planeta han incrementado.
En el último curso, el ministerio estima que se han producido entre 2.000 y 2.400 fallecimientos relacionados con el calentamiento global y el cambio climático.
Esta realidad, que no es exclusiva de nuestro país, ha llevado a que en los últimos años sean cada vez más las oenegés y los expertos que reclaman la necesidad de crear refugios climáticos en todo el territorio, especialmente en las zonas urbanas, donde los estragos del calor son más visibles.
Es por eso, precisamente, por lo que cada vez más ayuntamientos están poniendo en marcha planes climáticos en los que se incluyen estos refugios contra las inclemencias meteorológicas.
Sin embargo, son muchos los expertos en crisis climática los que aseguran que no cualquier planificación de estos espacios cumple con la función necesaria.
El informe Refugios climático comunitarios: construyendo en común redes de cuidados, publicado este mismo año por la oenegé ecologista Amigas de la Tierra junto a Col·lectiu Punt 6, financiado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), pone de relieve las principales características con las que se deberían diseñar estos espacios.
Urbes poco humanas
Las autoras del documento insisten en que "las ciudades se han planificado a espaldas de la naturaleza, con las consecuencias ecosociales que esto supone". Lo que implica que sea en ellas donde los refugios climáticos tomen mayor protagonismo.
Dos personas sentadas en el banco de un parque de Barcelona que hace las funciones de refugio climático durante las olas de calor.
Especialmente porque ocupan solo el 2% de la superficie terrestre y, pese a ello, concentran alrededor del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales. De ahí que, como dice el informe, se conviertan en "un lugar clave en la mitigación de las mismas" y, por ende, en la adaptación.
Y es que, insisten las autoras, el desarrollo urbano se ha dado a "ritmos vertiginosos", lo que ha provocado que las ciudades se estructuren "a costa de grandes impactos medioambientales y de la generación de injusticias y desigualdades para una parte mayoritaria de la población".
Asimismo, alertan de que "las personas que habitan las ciudades se enfrentan a un alto riesgo de verse afectadas por los efectos negativos del cambio global".
Porque, recuerdan, "la configuración urbana de nuestras ciudades y territorios no es neutra". Si no que, indican, se "prioriza el desarrollo de determinadas actividades, mayoritariamente productivas y de consumo, mientras que otras, principalmente las actividades de cuidados y de trabajo doméstico no remunerado, son marginales y se espera que se resuelvan por sí solas".
La consecuencia directa de este tipo de urbanismo no es otra que una planificación "a espaldas de la naturaleza" y "sin tener en cuenta tampoco la crisis de los cuidados que translimita los tiempos y espacios, especialmente de las mujeres".
Desigualdades en verde
Las autoras hacen especial hincapié en las desigualdades que se crean en las ciudades derivadas de este tipo de planificación urbanística. Y subrayan que "la distribución (y el tamaño y cuidado) de las zonas verdes es desigual: existen más en zonas de altos ingresos que en zonas vulnerabilizadas".
Esto lo corrobora, además, un estudio realizado por la Universidad Politécnica de Madrid, que indica que los distritos de rentas bajas sufren hasta 8 °C más de temperatura que las zonas con mayor poder adquisitivo.
El motivo no sería otro que la falta de zonas verdes, "un planeamiento urbanístico poco adaptado a las condiciones actuales y un parque inmobiliario obsoleto en términos de aislamiento y climatización"
Esto, lamentan, deja a España lejos de cumplir el mandato de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dice que "todas las personas deberían ver al menos tres árboles desde su casa, cada barrio debería tener un 30% de cobertura vegetal y nadie debería vivir a menos de 300 metros de un área verde".
Por eso, el informe insiste en que, ahora que se plantean los refugios climáticos como elementos clave del desarrollo urbano, es más necesario que nunca el diseñarlos y planificarlos teniendo en cuenta a los más vulnerables.
Refugios climáticos inclusivos
La investigación insta a las administraciones públicas a tener en cuenta cuatro características básicas a la hora de crear refugios climáticos en sus localidades.
Accesibilidad y confort térmico. Lo ideal sería que estuviesen ubicados en zonas verdes, centros climatizados o espacios comunitarios que aseguren sombra, agua gratuita y temperaturas adecuadas en olas de calor (o frío extremo).
Gestión comunitaria y redes de cuidados. Más allá del mero refugio climático, deberían ofrecer espacios de encuentro, cuidado colectivo e integración social para potenciar la autonomía y corresponsabilidad de la comunidad.
Diseño inclusivo y biodiverso. Los refugios climáticos inclusivos integran elementos naturales, como vegetación o agua, y se adaptan a las necesidades de la diversidad social y funcional del entorno.
Distribución equitativa. Estos espacios, dice el informe, deben estar repartidos estratégicamente para garantizar el derecho a la naturaleza y evitar la llamada gentrificación verde, que expulsa a la población vulnerable cuando los barrios se mejoran.
Perspectiva ecofeminista e interseccional. La investigación insiste en que el diseño, uso y gestión de los refugios climáticos respondan a las dimensiones de género, clase, origen y edad de la población, priorizando la justicia social y ambiental.
Llenar las urbes de refugios
Para las autoras del informe, la clave para adaptarse al calentamiento global está en "multiplicar y extender" los refugios climáticos comunitarios. Y hacerlo en "todos los territorios urbanos, especialmente donde la vulnerabilidad climática y social es mayor".
Pues, afirman, es la mejor manera de renaturalizar las ciudades, siempre y cuando se acompañen con "políticas de vivienda (control de alquileres, prohibición de desahucios sin alternativa) para evitar la expulsión de los vecinos y garantizar barrios más verdes, habitables y justos".
Asimismo, el reporte recuerda que es fundamental que el diseño y la gestión de los refugios climáticos estén en manos de quienes habitan la ciudad. Y pone el foco en la importancia de los procesos participativos y la gobernanza comunitaria.
