En 2021, los españoles desperdiciaron 1.245,88 millones de kilos de comida. Esto equivale a 28,21 kg por persona. Estos son los datos del Informe del Desperdicio Alimentario en España 2021 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Frente a este problema se están promoviendo iniciativas legislativas como la Ley de Desperdicio Alimentario —que continúa paralizada— y facilitando, desde el sector privado, plataformas para minimizar el despilfarro de comida como TooGoodToGo, Yo no desperdicio o Encantado de Comerte. Pero hay un movimiento social y medioambiental cuyo espíritu se funde con esta preocupación: el friganismo.

Un frigano (o freegan) es alguien que recoge alimentos comestibles de los contenedores de basura de las tiendas de comestibles o de los puestos de comida que, de otro modo, se habrían tirado a la basura. Estos productos suelen estar caducados o estropeados, pero se les da una segunda oportunidad. Por supuesto, las motivaciones del frigano distan de ser las mismas que las que los “buceadores de contenedores”, que por necesidad no tienen más opción que recurrir a alimentos descartados. El friganismo no debe confundirse nunca con la pobreza extrema.

La preocupación medioambiental y el rechazo frontal al consumismo son algunas de las razones que mueven a las personas subirse a este movimiento austero. El punto de partida está en las últimas décadas del siglo pasado. Y, como otros movimientos posmodernos, comenzó en Estados Unidos. La palabra frigano, según la Fundéu, es la adaptación válida del anglicismo freegan, que a su vez es una combinación de las palabras free (gratis, en inglés) y vegan (vegano, en inglés).

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“Estoy haciendo todo lo que puedo para reducir mi huella en el mundo", afirmó Violet Fraser, de 34 años, en declaraciones al diario escocés The Courier. La millenial escocesa se identifica como frigana y explica que las razones por las que adoptó el estilo de vida son esencialmente medioambientales. 

En principio, el friganismo podría confundirse con un derivado de las dietas vegetarianas y veganas, como el frutiveganismo o el crudiveganismo, pero no es así. Dentro del movimiento hay personas que se identifican como meegans, es decir, adeptos que comen productos cárnicos que de otro modo se desperdiciarían.

El movimiento va más allá, difundiendo un mensaje más político, económico y social. Su particularidad es que tienen una participación limitada en la economía convencional y plantean estrategias de consumo más conscientes y sostenibles.

“Al menos en teoría, los friganos amplían la teoría del cambio que subyace al veganismo a la todo el sistema capitalista, protestando contra el consumo excesivo, la degradación y el maltrato humano, al negarse a comprar nada en absoluto”, explica el sociólogo Alex V. Barnard en Freegans: Diving into the Wealth of Food Waste in America, uno de los pocos libros dedicados a desentrañar fenómeno.

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Lo más sorprendente para este profesor universitario, tal como explica en la obra, es que “los friganos son gente con casa, educación y fuentes seguras de ingresos que comen basura voluntariamente”. Para el sociólogo, no se trata de ningún movimiento rompedor: las personas que buscan comida en la basura y el anticapitalismo ya existía antes.

Además, presenta una paradoja: “Es en gran medida a través de la reutilización colectiva de los residuos del capitalismo, por lo que los friganos son capaces de hacer valer sus valores anticapitalistas de ‘comunidad, generosidad, solidaridad, preocupación, libertad, cooperación y compartir’”, señala Barnard. 

Agricultura de guerrilla y okupación

El frigano no es solamente aquel que abastece su despensa y nevera con productos alimentarios desechados por comercios, restaurantes y hogares, sino que también es el que recupera otros bienes como muebles, electrodomésticos y otros utensilios de los vertederos. Los friganos prefieren reutilizar, reciclar, compartir e intercambiar en lugar de comprar.

El portal web que más información sobre este colectivo recoge es freegan.info. Esboza una definición sobre esta filosofía anticonsumista de vida, recoge las direcciones de distintas comunidades de friganos en el mundo y recopila algunas de las estrategias más practicadas por dicha comunidad.

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Algunas de ellas son: la agricultura de guerrilla en solares vallados, la búsqueda de alimentos silvestres en zonas parques, la okupación de edificios, la reparación de ropa y muebles en lugar de comprar nuevas, el ciclismo y el autostop, el desarrollo de empresas no corporativas independientes, el desempleo voluntario, el couch surfing para conseguir alojamiento gratuito durante los viajes y el compostaje.

Un proceso gradual

Fraser explica al medio escocés que el cambio de modo de vida es un proceso. La frigana había conocido a personas que habían dado giros radicales a sus hábitos de consumo, gente que se hizo vegana de la noche a la mañana. Pero en su caso, no fue así. "No podía hacer ese tipo de cambio tan deprisa, así que empecé a añadir cambios a mi vida gradualmente”, explica.

Y además, el proceso para convertirse en frigano no tiene por qué ser aburrido, señala Fraser a The Courier. Y bromea, afirmando que “no estamos todo el día comiendo hierba”. La escocesa recomienda dar pasos cortos e introducir los cambios gradualmente en nuestras vidas.

Si los cambios que sugiere freegan.info parecen muy extremos (e incluso ilegales), hay muchas otras acciones para minimizar nuestro consumo e impacto medioambiental. Algunas son los Lunes Sin Carne o la Semana Sin Carne, el consumo local y de proximidad, minimizar los desplazamientos en medios de transporte contaminantes o comprar productos relleno (o refill).

Para Fraser, muchos pequeños gestos pueden marcar más las diferencia que uno grande. "Prefiero que 100 personas se sientan capacitadas para no comer carne un día a la semana, a que una sola se convierta en vegana de la noche a la mañana”, sentencia en declaraciones a The Courier